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Entre las más grandes de la historia de la música cubana, desde mucho, convert – Nostalgia Cuba


Entre las más grandes de la historia de la música cubana, desde mucho, convertida en ícono, se encuentra
«LA MUÑEQUITA QUE CANTA»

Por. Henry Puente.
(Adjunto: Entrevista realizada para la Radio de Miami en el 2O20 )

Blanca Rosa Gil es uno de los mitos de popularidad más sorprendentes en la música cubana del siglo XX. Su carrera como cantante la inició con 17 años en Venezuela, donde su voz deslumbró y saltó de un programa infantil al Plaza Cabaret de Caracas. Pero el huracán emocional que desataron sus boleros se produciría de regreso a Cuba, de la mano del empresario Gaspar Pumarejo, interesado en darla a conocer entre sus compatriotas en la isla.
​Pumarejo la invitó a Cuba en 1957 y Blanca Rosa comenzó a imponer su presencia en el Alí Bar y en la radio cubana, mientras asciende como estrella en el programa Jueves de Partagás, de CMQ Televisión.

El lanzamiento de Sombras, su primer LP con el sello Modiner, la situó en la cumbre de la canción romántica en Cuba y Latinoamérica. Hacia 1960 sus interpretaciones de «Sombras» y «Besos de fuego» arrasan en las emisoras radiales, los cabarets, los bares y las vitrolas de la isla, cautivan escenarios en Venezuela, Chile y Colombia, y la bolerista escala la gloria con su voz y su pasión inconfundibles.

«Tengo el orgullo de que me di a conocer en mi tierra. Ese fue el momento más grandioso para mí», recuerda la artista, nacida en el poblado de Perico, en Matanzas, y residente en Puerto Rico por más de 40 años. «Y mi sueño es volver a cantar para mi pueblo, aunque sea con un bastón».
Blanca Rosa, «La Muñequita que Canta», la «Dueña y Señora del Bolero», la cantante que reclamaba en sus interpretaciones, con furia y pasión, «un amor que me calcine, que con besos asesine mi deseo y mi ansiedad», cumple 84 años esté 26 de agosto del 2021.

Abandonó Cuba en diciembre de 1961 y ha decidido no volver mientras prevalezcan en su país las condiciones que provocaron su salida. Pero lo que no deja de sorprenderla al cabo de décadas de ausencia es la devoción con que muchos de sus compatriotas en la isla, octogenarios y veinteañeros, la mantienen entre sus recuerdos y añoranzas, la redescubren en viejos discos y la veneran como una diosa presente.

P: ¿Cómo comenzó usted a cantar?

B.R: A mi familia Dios le dio ese don maravilloso del canto. Eramos 10 hermanos, ya han muerto varios, pero de los 10, siete cantábamos. Mi padre era tenor y mi mamá mezzosoprano, pero nunca ejercieron profesionalmente. Menos tres varones, Francisco, Reglo y Roberto, que no cantaban ni en la ducha, todos los demás tenían unas voces preciosas que Dios nos dio. A mí siempre me gustó cantar y desde los cinco años yo era el show de mi familia. Luego las hembras, Rita, Mercedes y yo, comenzamos a descubrir un don del que podíamos vivir.

P: ¿Qué ha cambiado en el temperamento artístico de aquella muchacha que comenzó a cantar con un timbre celestial en los años 50 y hoy sigue aferrada a la pasión de cantar?

B.R: Las cosas que uno sentía cuando empezó a cantar no se borran nunca en un artista. Un artista nace artista, ese don Dios lo da y no lo quita. Por siempre me agradó cantar y siempre teniendo la ilusión y la esperanza de seguir cantando mientras que Dios me dé voz y talento, y que no haga el ridículo en un escenario. Pero eso siempre está en uno: el artista nace artista, Dios lo hace artista y muere artista.

P: ¿Es verdad que usted era tímida?

B.R: Después de cierta edad ya no me comporto tímida, ya soy bien suelta.

P: ¿Cuáles eran entonces las cantantes que la inspiraban más, que usted sentía que eran los modelos a seguir?

B.R: Xiomara Alfaro, con quien hace unos años compartí escenario en Miami, Olga Guillot, Celia Cruz… Eran íconos para los que surgimos después. Ellas fueron artistas que hicieron brillar a Cuba.

P: Su estilo siempre fue muy peculiar, porque usted no solo canta con la voz, sino que lo hace con toda su persona. Cuando se le ve cantar se tiene la impresión que toda su persona es un sonido lleno de emoción. ¿Usted es consciente de eso?

B.R: Cuando yo salgo al escenario es a dar lo máximo de mí para mi público. Yo me entrego en cada canción, porque el artista que sea frío, que no interprete lo que está cantando, pues sencillamente no transmite a su público, y al público hay que emocionarlo, al público hay que hacerlo vibrar. Ese era siempre mi propósito, además de que me gustaba adentrarme en lo que estaba cantando.

P: ¿Qué es lo que más recuerda cuando viaja hacia el pasado más lejano? ¿Perico, La Habana o Venezuela?

B.R: Ay, mi amor, la patria nunca se olvida. Siempre se lleva en el corazón porque ahí es donde nací, ahí me crié hasta los 15 años que entonces fue cuando me fui a Venezuela y allí inicié mi carrera artística. Por supuesto que amo mucho a Venezuela, porque allí fueron mis primeros éxitos. No grabé nunca en Venezuela, pero ese país me abrió los brazos y siempre me recibió después con mucho cariño. Es un país que tristemente se encuentra en una situación terrible, y oro por Venezuela, oro por su pueblo, a ver si abren los ojos y Venezuela vuelve a ser lo que era antes.

P: Y de Perico, ¿qué conserva en su memoria?

B.R: Tengo tantos lindos recuerdos, esos que no se olvidan nunca. Nací en Fresneda Número 2, en Perico, un pueblo maravilloso, con una gente preciosa, un pueblecito pequeño, bello, que no pierdo las esperanzas de volver a visitar. Mira, nunca pude llevar mis espectáculos allí. Espero que pueda hacerlo algún día con el favor de Dios.

P: ¿En qué momento usted sintió que su carrera como cantante había tomado el rumbo definitivo del éxito? ¿Con la canción «Sombras»?

B.R: Con «Sombras», con «Cristal». Pero realmente la canción que me internacionalizó y me llevó a hacer galas en teatros de Europa fue «Hambre», del compositor mexicano Rosendo Montiel Álvarez, en 1966. La verdad es que antes del disco Sombras yo era una desconocida entre el público de Cuba, y la compañía Modiner me grabó como prueba un disquito de 45 PRM, con las canciones «Romance Azul» y «Qué sé yo», a ver si yo gustaba. Y pegaron de tal manera que fue así que Modiner se decidió a grabarme el LP Sombras, con números que la gente tarareaba después en las calles, como «Besos Brujos», «Mi triste condena» y «Quiero hablar contigo». Luego siguió «Cristal», en 1961.

P: Es algo realmente misterioso cómo ha prevalecido el mito de Blanca Rosa Gil dentro de Cuba. Su presencia física tras el éxito de sus canciones fue efímera, pero el flechazo fue penetrante. Hay personas que la cantan aún en sus hogares, preguntan dónde está usted, le escriben mensajes… ¿Cómo puede explicarse está seducción personal entre los cubanos?

B.R: Agradezco con todas las fuerzas de mi corazón que el público de Cuba, mi gente de Cuba, aún conserve mis discos y me escuchen a veces hasta limpiando en sus hogares. A mí me sorprende y me admira, y le doy gracias a Dios que esa gente me conserve en su memoria a pesar del paso de los años. Para mí es también un misterio que yo sea escuchada dentro de Cuba. Y no pierdo las esperanzas de pararme en un escenario cubano y cantarle a mi gente.

P: ¿No la han invitado a ir a Cuba en años recientes? ¿No ha estado tentada de viajar allí?

B.R: Te voy a ser honesta. No estoy de acuerdo en ir. Tengo todavía algunos familiares en Cuba, sobrinos, pero solo cuando Cuba sea verdaderamente democrática, Blanca Rosa Gil irá a cantarle a su gente. Las razones por las que salí de mi país no han desaparecido. Me ha hablado mucha gente en Puerto Rico para que vaya, pero yo mantengo mi posición.

P: Para muchos de sus empedernidos seguidores, en Cuba y en todas partes, sus boleros eran como sacudidas de sensualidad, golpes directos al corazón… Pero siempre a favor de la mujer. Hay un bolero suyo, «Vuélveme a querer» que es como un canto de esperanza para los amores perdidos. Dígame con la sabiduría de la madurez ¿Eso es posible que alguien regrese a querer «mucho más que ayer», o resucitar el amor es una quimera imposible?

B.R: Pues claro que sí. siempre que queda una llamita. Dónde hubo fuego, cenizas quedan y donde estuvo esa llamita, siempre el amor puede resucitar y restaurarse. claro que sí.

P: Hacia 1980, en la plenitud de su carrera, usted desapareció repentinamente de los escenarios y se refugió en la fe cristiana. Luego reapareció en el 2003. ¿A qué respondió ese alejamiento?

B.R: Fue por voluntad del Señor, porque yo siempre cuento con Ese. Él es quien me abre las puertas, y esas puertas nadie las cierra. Y las que él cierra, nadie las abre. Así fue mi silencio y mi regreso, con la bendición del Señor. Me retiré en pleno apogeo de mi carrera, por 18 años. Mi reaparición fue para recaudar fondos en beneficio de Blanquita Amaro y le pedí permiso al Señor, y fue cuando el Señor me abrió las puertas de nuevo para pararme en un escenario. Para crecimiento espiritual y para estar empapada de la palabra de Dios. Y hasta nos dio un ministerio, a mi esposo y a mí, para predicar la palabra de Dios.

P: Sí le pediría seleccionar dos canciones de su repertorio como sello de su vida artística, ¿cuáles escogería? (Piensa detenidamente, hace silencio)

B.R: Son tantas y a tantas les agradezco. Pues yo interpretaría «Las manos» y (hace una pausa larga) «Cristal». Hace años que cierro mis espectáculos con «Las manos», porque es un tributo a Dios. «Cristal» porque es un amor profundo que se fue.

P: Y el bolero, ¿cree que sobrevivirá en estos tiempos de estridencia musical?

B.R: El bolero no desaparecerá jamás. Es algo que sigue siendo importante para que la gente continúe amándose……

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