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SAN ISIDRO (2da.

SAN ISIDRO (2da. parte)

Pasaron los años y las Murallas que ceñían La Habana se hicieron inoperantes y comenzaron a demolerse en 1863, con lo que desaparecía aquella división de las dos Habana; la de intramuros y la de extramuros. A fines del siglo XIX en calles cercanas a los muelles —Habana, Cuba, Sol, Compostela, Desamparados, Luz, Samaritana…— aparecieron lugares non sanctos, lupanares en los que las prostitutas se regían por un Reglamento especial de higiene púbica que las obligaba a portar una cartilla, especie de carné de salud, que las declaraba aptas, luego de estrictos e irrecusables exámenes médicos periódicos, para ejercer su oficio.

Es bajo el Gobierno interventor norteamericano que comienza a instituirse San Isidro como zona de tolerancia. Elaboran las autoridades interventoras el nuevo Reglamento especial para el régimen de la prostitución en La Habana y un nuevo Servicio de Higiene, y obedeciendo preceptos y acatando órdenes, se establecen las prostitutas en las calles del antiguo cuartel de Campeche.

Llegan desde todas partes de la ciudad. La gran mayoría, de las calles Tejadillo, San Juan de Dios, Aguacate, Empedrado, Morro, Bomba, después Progreso. Desde Teniente Rey y Obrapía; isleñas casi todas que llegaron engañadas, con la ilusión de una vida mejor y la posibilidad de ayudar a la familia lejana. Llegaron también negras y mulatas, y desde las calles Amistad, Rayo y San Miguel, mujeres más refinadas. Vienen asimismo del interior de la Isla y de más allá de los mares.

Mujeres que, llevaban en sus ropas el olor a humedad de los cuartuchos donde vivieron y ejercieron su duro menester, o el pegajoso olor a monte y yerba, o el olor distinto de otras tierras… olores que irán perdiendo su idiosincrasia, que se transformarán o se esfumarán para darle paso a emanaciones, perfumes, fetideces, aromas, vahos, después que albañiles, carpinteros, pintores destruyan, desmantelen y desarmen el viejo cuartel de Campeche para levantar y armar la zona de tolerancia de San Isidro.

Ese era el reino de Alberto Yarini. Controlaba una buena cantidad de prostitutas que trabajaban para él en diversas accesorias. Por sus calles se regodeaba con aires de caballero intachable. Regalaba monedas a los chiquillos y sabía premiar con una palmada en el hombro a los que lo adulaban. Se encaprichó con «la pequeña Berta», la mujer más bella que se vio jamás en San Isidro, y se la birló al francés Letot, que la tenía en su serrallo.

Y Letot, que solía repetir que él vivía de las mujeres y no moría por ellas, le pasó la cuenta. Un enfrentamiento en que los dos perdieron la vida y que dio origen en el barrio, entre chulos cubanos y franceses, a la llamada guerra de las portañuelas. Moría Yarini, con 28 años de edad, el 22 de noviembre de 1910.

Se desataron entonces las ambiciones. Fueron varios los que se creyeron con derecho a ocupar el reinado del chulo difunto. Ninguno dio la talla y las cosas cambiaban en el barrio hasta que el 23 de octubre de 1913, en virtud del Decreto 964, se extinguía, al menos de manera oficial, la zona de tolerancia de San Isidro. Emigran las muchachas. Algunas se establecen en los alrededores de la Universidad, otras en el barrio de Atarés, mientras que el barrio de Colón se yergue como la nueva zona de tolerancia por excelencia, y la calle San José, desde Escobar hasta Galiano, se llena de prostíbulos.

En medio de la 2da. Guerra Mundial surge la nueva zona de La Victoria, que tendrá como eje la calle Pajarito (Retiro) y se extenderá detrás del mercado de Carlos III.

Durante las décadas iniciales del siglo XX se transforma la arquitectura del barrio. Casas unifamiliares, de una sola planta, mampostería y techo de tejas, son sustituidas por edificios de apartamentos y comercio en el primer piso. Otro cambio ocurre en la década de 1950 con la construcción de inmuebles dedicados a oficinas, parqueos y almacenes que responden a las necesidades de los muelles cercanos, los después llamados La Coubre y Juan Manuel Márquez, así como el de los almacenes de San José.

Causó arrebato hacia 1840 el llamado baile de la Ley Brava, descrito por Cirilo Villaverde en su Cecilia Valdés, mientras que la Feria de la Merced atraía hacia San Isidro a bailadores y curiosos de toda la ciudad. Ensayaba allí la comparsa de Los Dandy, muy gustada en el carnaval habanero. Siguen vivos en el barrio el baile y la música, y su mejor ejemplo es la rumba de cajón, asociada a ritos africanos. Glorias de nuestra música como el cantante Miguelito Valdés (Mr. Babalú) y Siro Rodríguez, integrante del cubanísimo Trío Matamoros, forman parte de la memoria musical del barrio, al igual que el trompetista Félix Chapottín.

La ceiba es, en las religiones afrocubanas, un árbol sagrado. Da albergue a todos los orishas, a los santos católicos y a todos los muertos. Se halla en la calle San Isidro esquina a Habana, el parque de La Ceiba, venerado por los creyentes y que se ha convertido en un lugar de recreo y descanso.





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