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Neptuno.

Neptuno. Palabras mayores. Hacer aunque fuere una breve reseña de la calle Neptuno, lleva mucho espacio. Puede hacerse en un folleto de 50 páginas o en un libro de 500, si se quiere detallar todo su esplendor comercial y arquitectónico.
En sus poco menos de dos y medio kms se encontraban casi todas las maravillas de la modernidad y del arte. Comenzando en la frontera de la ciudad colonial en la calle Monserrate termina a un lado del Alma Mater en la calle Ronda. Cortada por otras no menos importantes arterias como la mencionada en su inicio, se cruzaba con Zulueta, Prado, Galiano, Belascoaín e Infanta. Y las venas de Consulado y Águila. Discurría por cinco barrios: Tacón, Colón, San Leopoldo, Cayo Hueso y San Lázaro.

Hotel Plaza y la Manzana de Gómez eran sus lujosos primeros metros, luego el Parque Central y el inicio del Paseo del Prado saludando a los leones. El segundo cuchillo más famoso de la ciudad en su entronque con San Miguel frente al restaurant Miami. Y la Esquina de La engañadora de Jorrín. Ya en esta cuadra, el Hotel Hanábana, pintoresco y monumental con sus mármoles, maderas y vitrales, pequeñas tiendas de paso, panadería La Tahona y en la esquina Los Parados, la popular cafetería que tenía enfrente ya cruzando la calle, otra muy buena, Fornos. La relojería Cronos daba inicio a tres cuadras de las mejores y más elegantes joyerías de la ciudad, muchas exhibiendo en sus vitrinas iluminadas y emplomadas las mejores joyas del mundo. Pero también las había para bolsillos más modestos. Era como todo, de acuerdo a tus ingresos. Al igual que lo más caro (muebles, eléctricos y hasta ropa) se podía pagar a plazos. Las próximas calles hasta Galiano eran una explosión de tiendas elegantes grandes y pequeñas imposibles de mencionar en su totalidad.

Versalles, Picanes, La gran Vía, camisería, Belinda Modas, paraíso de las bellas, purgatorio de los feos. La grande y bella Roseland en la esquina de Águila y lo que venía después en ambas aceras. Mención especial merecen la casa de venta y audición de discos de la franquicia RCA y los estudios y tienda de fotografía y equipos, Hanabanilla, con su gigantografía del famoso salto. El edificio y cafetería América por el costado también se integraban a Neptuno.

Cruzando Galiano y saliendo de Colón se entraba a San Leopoldo por otro hervidero de comercios y tiendas, lateral de La Época, La Filosofía, La Casa Sánchez, Motorola Electric y unos variopintos tipos de tiendas, barberías y peluquerías, florerías, restaurantes, fondas, cafeterías, librerías etc. En Neptuno había dos cines el Rialto en el 108 y el Neptuno en el 507, pero doblando algunas esquinas y a pocos metros estaban el Alkazar, Radiocine, América, Miami y el Infanta.

Al cruzar Belascoaín y entrar de pleno en el dilecto y muy criollo Cayo Hueso se notaba una cierta pausa del ajetreo tenderil, estaban ambas aceras llenas de comercios, pero eran mas tranquilos, sobre todo las mueblerías, los almacenes de tejidos, papelerías etc.. Empezaban las más típicas cuatro esquinas habaneras, de una bodega, una carnicería, un bar lunchera y una cafetería, esquema muy repetido en toda la Habana, repetido, pero muy bueno.

Ya cruzando Infanta y por muy breve espacio en el barrio de San Lázaro hasta Ronda los magníficos edificios y casonas republicanas del Neptuno final nos anunciaban el cambio hacia el aristocrático Vedado no sin antes saludar al Alma Mater, que por poco la mira de frente.

Por Fernando Sierra Arego

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