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CAMBULA Y LA BANDERA En los Andes puede estar el pedestal de nuestra libertad,

CAMBULA Y LA BANDERA

En los Andes puede estar el pedestal de nuestra libertad, pero el corazón de nuestra libertad esta en nuestras mujeres.

José Martí

COSIÓ A LA PATRIA CON SUS MANOS

Anochece el 9 de octubre de 1868, en el suroriente cubano.

Cambula se inclina, desesperada, sobre aquellos pedazos de tela variopinta, con procedencia múltiple: un pedazo del cielo de mosquitero rojo, la tela blanca —probablemente de hilo fino— que días antes había guardado para hacerse un corpiño.

Una verdadera odisea lo de la tela azul: Céspedes, en los apuros de hallar la tela azul, se dirige hacia un retrato de su difunta esposa —Doña María del Carmen—, como "herido por una idea salvadora", orgulloso de aquella dama sonriente de grandes virtudes y respetada memoria concurriese, de algún modo, a resolver el problema, encontrando que tal vez, por ser de tul, no podía servir cumplidamente su propósito.

Pero decidió utilizar, a pesar de todo, aquel material por no tener a su disposición otro más adecuado, intenta desprenderlo del marco del retrato cuando Cambula le dice: "No es necesario, yo tengo un vestido azul de mi uso", que pudo buscar y utilizar igualmente. Reunidas las telas al fin, bajo la dirección de Céspedes y sentada en la misma espaciosa sala, se puso a coser la bandera.

Entonces dijo Céspedes a Cambula: “Falta ahora una estrella de cinco puntas”; a lo que ella contestó: "No la sé bordar y aunque lo supiera tampoco lo haría porque no sé dibujarla".

En ese momento es el joven Emilio Tamayo, que tenía entre 20 y 22 años de edad, quien resuelve enseguida la última dificultad. Esperaba él, junto a las otras personas congregadas en torno a Cambula, que terminara la bandera y con más impaciencia y ansiedad que los otros espectadores, porque aspiraba a la gloria de ser el abanderado de los revolucionarios. Dibujó la estrella en un papel; y Cambula, que hubo de fijarla en un paño blanco por medio de alfileres, lo recortó y luego lo fijó a la bandera no quedando a la perfección, según su propio dicho, porque ella no era experta en costura

La muchacha, de 17 años, está trabajando contra reloj. Se mueve compelida por dos resortes: su pasión por la tierra querida y el amor frenético por Carlos.

El hecho de no ser Cambula una costurera experta imposibilitó, quizás, que hubiera salido mejor la tarea, pues no pudo hacerse con las medidas exactas desde el punto de vista rectangular, sino más bien es casi un cuadrado al medir 126 cm. de ancho por 130 cm. de largo.

Tarde en la noche del 9 de octubre de 1868 ya la bandera estaba terminada y se prende a una asta improvisada.

En la mañana del 10 de Octubre, en medio de los vivas de los patriotas allí reunidos, el gallardo joven bayamés Emilio Tamayo —el mismo que dibujara la estrella— recibió el estandarte de las propias manos de Cambula, quien apuntaló su estirpe patriótica con la sentencia: “Primero mueran antes que verla deshonrada”.

Lo que ayer parecía imposible, se hizo posible: Cambula con sus manos, cosió a la Patria.

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Candelaria Acosta Fontaigne, “Cambula”, nació el 2 de febrero de 1851 en Veguita, jurisdicción de Manzanillo, cerca del ingenio La Demajagua. Era hija del jefe de campo (mayoral) del ingenio Juan Acosta y de Concepción Fontaine y Segrera. Su infancia y adolescencia transcurrieron en la hacienda propiedad de Carlos Manuel de Céspedes

Tenía Cambula 17 años, cuando su padre, durante una de las reuniones preparatorias para el alzamiento independentista, ofreció los servicios de su hija a Céspedes para confeccionar la bandera de la insurrección.

LA BANDERA

Carlos Manuel de Céspedes se había propuesto tener un estandarte que le simbolizara a la hora del estallido de la Revolución. Es por ello que diseña una bandera similar a la de Chile, pero invertido el pabellón rojo y azul. Él conocía que el gobierno de Chile a través de Benjamín Vicuña, agente confidencial de Cuba y Puerto Rico en Nueva York, había posibilitado que los barcos cubanos, desde de 1866, utilizaran la bandera chilena en alta mar para evitar contratiempos contra los cubanos.

Tras fracasar en sus esfuerzos de obtener la tela necesaria para confeccionar el pabellón, la joven decidió armarla con un vestido azul, un retazo blanco y un mosquitero rojo..

En 1928 relató Cambula a un periodista: “El ocho o nueve de octubre, vino a verme Carlos Manuel para que yo le hiciera una bandera cubana. Él mismo me pintó en un papel el diseño, indicándome los colores que debía llevar […] Yo entonces desbaraté mi mosquitero, que tenía tela roja, descosí un vestido azul de mi uso y con una pieza de tela blanca que tenía sin usar, me puse a hacer la bandera en la sala de mi casa, cosiéndola a mano.

“La estrella la dibujó en un papel Emilio Tamayo, un joven que había venido unirse a la acción revolucionaria […] Cuando la bandera estuvo terminada, Carlos Manuel me dijo, poco más o menos, lo siguiente: ‘Tómala, dásela a Tamayo y grítale a nuestras fuerzas que primero mueran antes que verla deshonrada’”

Tras el fallecimiento de María del Carmen de Céspedes y del Castillo, primera esposa de Carlos Manuel de Céspedes en enero de 1868, Cambula estableció una relación amorosa con el hacendado. De esta unión extramatrimonial del Padre de la Patria nacieron dos hijos: Carmita y Manuel; la niña en la manigua insurrecta, durante la guerra, y el varón en el exilio de Cambula en Jamaica.

Los peligros del monte y la guerra hicieron que Céspedes dispusiera que madre e hija viajaran a Jamaica el 9 de septiembre de 1871. Cambula hizo el viaje embarazada, y en Kingston tuvo a su hijo Manuel, en 1872.

El 29 de agosto de 1872 anota Céspedes en su Diario: “Hoy he tomado el compás y medido en el mapa la distancia de aquí a Jamaica (…) ¡Qué fácil y brevemente la salvaría una paloma! ¡Ay! si tuviera alas vería a mi hijita y la cubriría de besos y en pocos momentos volvería a Cuba donde tengo reservada la muerte o la gloria”.

Y el 9 de septiembre de 1872 escribirá con aflicción: “Hoy hace un año que no veo a Cambula ni a mi hijita, este tiempo me he hallado solo en el mundo, como si hubieran muerto todas las personas que me profesaban y a quienes yo profesaba un verdadero cariño. Desde ese día he gozado solo todas mis alegrías y solo he sufrido todos mis pesares”.

En la capital jamaicana Cambula fue ayudada por exiliados cubanos. Céspedes le escribió con frecuencia, pero Cambula no regresó hasta 1881 con sus dos hijos, después de culminada la Guerra de los Diez Años, estableciéndose humildemente en Marimón, Santiago de Cuba: Carmita tenía doce años y Manuel nueve, ambos dominaban perfectamente el inglés.

En 1885 Cambula se unió al catalán Antonio Acosta y de estos amores tuvo dos hijos: Ernesto Amado e Isabel Acosta.

Al estallar la Guerra del 95 y ver que su hijo Carlos Manuel Acosta no se aventuraba a lanzarse a la manigua, emulando a Mariana Grajales, le increpó con duras palabras:

— “Parece mentira que tú, siendo hijo de Carlos Manuel de Céspedes, estés todavía aquí”.

A lo que la hija de este le contestara:

— "Mamá no le diga así, ¿y si lo matan?"

Cambula replicó rápidamente:

— “¡Cuántos cubanos han muerto por ver su Patria libre¡ Si muriera en la guerra, orgullosa me sentiría de que un hijo mío hubiera muerto defendiendo a su Patria".

El 20 de mayo de 1902, día del nacimiento de la República de Cuba se presentó en la Cámara de Representantes junto a su hijo Manuel para entregar la bandera confeccionada por ella y enarbolada por Céspedes en La Demajagua. Desde entonces este pabellón presidió desde un lugar de honor las sesiones del Congreso.

DESTINO DE LA BANDERA

La bandera con que inició Céspedes la guerra fue llevada a los Estados Unidos, encargada por Carlos Manuel a su hermano, Pedro María de Céspedes, para que se la entregara a Ana María de Quesada y Loynaz —segunda esposa de Céspedes— en Nueva York, a fin de que no cayera en manos del enemigo y la guardara. Junto a la bandera iba, además, el puño de la espada de Perucho Figueredo y, acompañando las reliquias, un escrito de puño y letra de Céspedes que decía: "Te envío mi Bandera de Yara, guárdala con cuidado religioso hasta mejores días". Al final, por diversas causas, las reliquias las recibió Doña Ana María de Quesada de manos del Coronel Manuel Anastasio Aguilera en enero de 1872. La bandera estaba dentro de un tubo de latón ovalado como de unos 40 cm. de largo por 15 cm. de ancho

La esposa de Céspedes hizo que, en aquellos mismos días, llegase a manos de Doña Isabel Vázquez Moreno, viuda de Perucho Figueredo —la cual se hallaba ya en Key West— el puño de la espada de este glorioso patriota.

Desde aquel momento Ana María de Quesada guardó la bandera de La Demajagua con más cuidado aún que sus propias joyas. Todos los 10 de Octubre se exponía a la veneración de los compatriotas y amigos fieles que visitaban la casa de la familia de Céspedes, primero en Nueva York y más tarde en París, aquel símbolo de heroísmo y abnegación.

VUELTA A CUBA DE LA BANDERA

Terminado el protocolo para el establecimiento de la paz el 12 de agosto de 1898, y evacuada ya la provincia de Oriente por las tropas españolas, la viuda de Céspedes, Ana María de Quesada y Loynaz, volvió a Cuba por primera vez, desde que, prisionera de las tropas españolas el 30 de diciembre de 1870, fue deportada de la Isla por el Capitán General Blas Villate y de la Hera, Conde de Valmaseda.

Deseando ser una de las primeras personas que se repatriara en aquellos históricos momentos, tomó en el mes de septiembre un vapor de la línea de Ward que hacía el viaje directo de Nueva York hasta Santiago de Cuba.

En Santiago tuvieron ella y su hijo, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, la fortuna y la dicha de reunirse después de los tres años de amarga separación que les impuso la guerra, pues se habían separado en Nueva York en los primeros días de la segunda quincena del mes de octubre de 1895, al salir el joven para Cuba, en la primera expedición que desembarcó, felizmente, en Baracoa, cerca de Punta de Maisí, el 28 de octubre de 1895.

El Coronel Céspedes y Quesada había ido a Santiago a recibir a su mamá haciéndose acompañar por el General José Lacret Morlot y sus ayudantes.

A fines de diciembre, Ana María de Quesada y su hijo embarcaron para Batabanó en uno de los vapores de la costa sur, de la Compañía de Menéndez. El día de año nuevo de 1899, como a las 5:00 de la tarde llegaron a La Habana: solo unas horas antes se había arriado la bandera española en las Fortalezas del Morro y La Cabaña, con lo que quedó definitivamente consumado el cese de la secular soberanía de España sobre la Isla de Cuba.

Circunstancia digna de destacar en su historia: la bandera de La Demajagua, entró en la capital de la República el mismo día en que el pabellón de España dejó de ondear sobre Cuba para siempre como símbolo de la soberanía española, para ser entregada a aquella a la nación, por la viuda de su autor el 4 de julio de 1902, pasando a ocupar su puesto de honor en la Cámara de Representantes de la República en cumplimiento de los altos designios de La Providencia y del acuerdo legislativo del 21 de mayo de 1902.

Enterada Cambula desde su hogar en Santiago de Cuba de que la bandera estaba a salvo en La Habana, hizo el viaje a fin de reconocerla y cuando la tuvo en su poder exclamó: "Esta es la bandera que cosieron mis manos la tarde-noche del 9 de octubre de 1868 y no otra. Con ella Carlos Manuel partió a la guerra desde su Ingenio La Demajagua”.

En la actualidad la bandera de La Demajagua se conserva en la Sala de las Banderas del Palacio de los Capitanes Generales, ubicado en la Habana Vieja encabezando los estandartes que recuerdan los momentos trascendentales de La Revolución Cubana.

¿Y CAMBULA?

En 1928, el Congreso de la República acordó, de forma unánime, colocar el retrato de Cambula en la Biblioteca de la Cámara de Representantes y una tarja en el hemiciclo con su nombre.

El 20 de enero de 1935, el Ministro de Estado notificó a Cambula que se le había otorgado la Orden "Carlos Manuel de Céspedes", con el grado de Oficial. Cambula se encontraba enferma en aquellos días y tuvo que ser condecorada en su lecho, en la calle Lacret No. 43, esquina a Habana.

En los meses siguientes, Cambula fue operada de la vista en dos ocasiones por el oftalmólogo Dr. José Ruíz Velasco. Pronto Cambula volvió a enfermar, y el 23 de mayo de 1935. Tenía 84 años. Fue enterrada en un panteón familiar, muy cerca de la tumba del inmortal Carlos Manuel de Céspedes, padre de sus hijos Carmita y Carlos Manuel. Despidió el duelo en el Cementerio de Santa Ifigenia el Dr. Pedro Roig Fernández Rubio, abogado y profesor del Instituto Provincial de Oriente.

NOTAS

1.- Existe una evidente contradicción en el destino posterior a la Guerra de los Diez Años de la bandera de La Demajagua. En algunas fuentes se plantea que fue la propia Cambula la que entregara dicha bandera a la Cámara de Representantes de la República de Cuba el 20 de mayo de 1902. Otras fuentes aseveran que fue la viuda de Céspedes, Doña Ana María de Quesada y Loynaz la que realizó dicha entrega el 4 de julio de 1902.

Véase y compárese: “Cambula, la campesina mestiza que amó Carlos Manuel de Céspedes” de Historiacuba / WordPress y lo escrito por CÉSAR MARTÍN GARCÍ­A en el artículo “La bandera” de la Enciclopedia de Manzanillo.

El autor de la presente publicación considera que el contenido de la Enciclopedia de Manzanillo tiene una mayor fundamentación histórica.

2.- Hay, además, notables discrepancias entre la Enciclopedia de Manzanillo y la Enciclopedia Colaborativa Cubana en la Red (EcuRed) en lo que respecta a los años finales de la Guerra de 1895 y la vida de Ana de Quesada y Loynaz en esos años.

Véase y compárese: MARTÍ­N GARCÍ­A, CÉSAR.— La bandera.— En: Enciclopedia de Manzanillo y el artículo dedicado a Ana de Quesada y Loynaz en EcuRed.

De la misma manera, el autor de la presente publicación considera que es el contenido de la Enciclopedia de Manzanillo el que posee un mayor fundamento histórico.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ACOSTA DE ARRIBA, RAFAEL.— Los silencios quebrados de San Lorenzo.

Cambula, la campesina mestiza que amó Carlos Manuel de Céspedes.— En: Historiacuba.— WordPress.

CÉSPEDES Y QUESADA, CARLOS MANUEL DE.— Las banderas de Yara y Bayamo. Ed. Le Livre Libre, París, Francia, 1929

LEAL SPENGLER, EUSEBIO.— Carlos Manuel de Céspedes. El Diario perdido.

MARTÍ­N GARCÍ­A, CÉSAR.— La bandera.— En: Enciclopedia de Manzanillo.

PICHARDO, HORTENSIA.— Facetas de nuestra historia y Dos fechas históricas.

PORTUONDO, FERNANDO y PICHARDO, HORTENSIA.— Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1974, Tomo I.

RODRÍGUEZ, ROLANDO.— La forja de una nación.

ROIG DE LEUCHSENRING, EMILIO.— Banderas oficiales y revolucionarias de Cuba. Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, La Habana, 1950.

SARIOL SOSA, SARA.— Dos Candelarias, y la bandera de la libertad.— En: Periódico Digital La Demajagua..

Por Raúl Antonio Secades de Vega




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