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Los amoladores de cuchillos y tijeras, un sonido lejano de una armónica que se p

Los amoladores de cuchillos y tijeras, un sonido lejano de una armónica que se pierde en las calles cubanas.

Un sonido lejano en el tiempo y el espacio trae reminiscencias de infancia. Una dinastía que creíamos extinta, pero que con el incremento de las formas de trabajo no estatales ha resurgido, trayendo incluso, nuevas iniciativas.

Son los amoladores ambulantes que transitaban las calles de La Habana empujando peculiares carretillas de una sola rueda que al voltearse quedaban convertidas en máquinas de afilar movidas por un pedal.

Eran personajes singulares y hasta un poco mágicos por su tradición de anunciarse con música. Ya desde lejos llegaba la sencilla melodía, arrancada a una pequeña armónica de juguete y que llamaba a asomarse a la ventana para ver como arrancaban estrellas amarillas del duro acero al frotarlo contra la rueda de áspera piedra.

Ceremonioso, invertía su carretilla, pasaba la correa por las ruedas motrices y comenzaba a pedalear parsimoniosamente, mientras movía con cuidado, sobre la piedra giratoria, la tijera con que la abuela arreglaba las muy usadas ropas para darles nueva vida o el viejo cuchillo con el que la mamá pelaba las viandas para el ajiaco. Después, el afilador probaba el filo en unos pedazos de tela que colgaban de su máquina.

Los amoladores ambulantes eran personajes imprescindibles en la urbe capitalina, que no por inesperados eran menos bienvenidos. Cuando anunciaban su llegada con la armónica las amas de casa salían enseguida con la tijera o el cuchillo de la cocina.

En Nogueira de Ramuín (Orense).
Ha quedado noticia documental de la tradición de afiladores ambulantes gallegos al menos desde finales del siglo xvii.

En su origen, el medio de trabajo del afilador era la «roda de afiar», rueda de piedra o "tarazana", primero acarreada a espaldas del propio afilador, y más tarde rodando. A lo largo del siglo xx la vieja "tarazana" fue sustituida por equipo más moderno, transportado primero en bicicleta y luego en motocicleta, furgoneta, etc.

Esa larga tradición del oficio de afilador en el mundo rural gallego,ha dejado su sello cultural en municipios del norte de la provincia de Orense como Castro Caldelas, Esgos, Chandreja de Queija, Nogueira de Ramuín,Pereiro de Aguiar, San Juan del Río y Junquera de Espadañedo.

También resultó inevitable que esa mezcla de saber técnico y oficio itinerante de los afiladores gallegos acuñara un lenguaje gremial propio, «o barallete», tesoro de la tradición oral orensana.



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