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Eslinda Núñez.

Eslinda Núñez. «La eterna Lucía».

Protagonista de títulos clásicos del cine cubano, la actriz Eslinda Núñez es (ella misma) un nombre icónico entre todo el devenir de la escena teatral, las entregas fílmicas y la televisión, en el transcurso del último medio siglo. Encarnación viviente de sus personajes, bien se ha dicho, es paradigma y convicción, esencias y misterios, de minuciosas connotaciones.
Premio Nacional de Cine en 2011, y reconocida en 2016 con el Premio ACTUAR Por la Obra de la Vida que otorga la Agencia ACTUAR, ella sintetiza el complejo credo de la representación escénica.
El actor español Imanol Arias la calificó como “el rostro más noble del cine cubano”. Pero al decirlo resumió solo una parte de cuanto identifica a Eslinda Núñez, más que probada, tanto tiempo después de subir por primera vez a la escena; ser (por igual) cantante, actriz y bailarina del Teatro Musical de La Habana, y sumarse a los créditos de la cinta cubano – francesa El Otro Cristóbal.
Era el año 1962, y a partir de entonces, mucho creció el espíritu de la actriz que nos inventamos frágil por verla como la segunda Lucía, del filme homónimo; posiblemente el más querido de sus personajes, del que ha dicho fue resultado de un estudio muy riguroso para su construcción.
Así es como Eslinda Núñez (la actriz), determina los límites entre rol y piel, historia y realidad, que acompaña a cada uno de sus personajes; siempre inmersa en un carácter diferente, siendo Amada, la Isabel de Cecilia, viéndole en La primera carga al machete, La pared, o El viajero inmóvil con que le hemos visto en el cine, y en otros personajes de la televisión.
Eslinda Núñez ha resultado ser magisterio de la síntesis; pero también, nobleza dispuesta desde la convicción más humana de la representación.
Galardonada con la Distinción por la Cultura Nacional, agasajada en medio mundo y siempre bien recibida por el público y la crítica, en cada uno de los roles que representa ella puede encontrarse el carácter de su humanidad.
Mucho se podrá decir, y hasta resultará objeto de estudios el concepto actoral que identifica a Eslinda Núñez, desde su intercambio de diferencias al asumir el mar de personajes que la acompañan con mirada introspectiva, gestos lánguidos o coléricos y la clase de su porte.
Su evidente capacidad para explorar diversas destrezas histriónicas, la han mostrado siempre diferente, sea todo el tiempo en escena, interpretaciones secundarias o breves salidas.
Intrépida, si la recordamos cantando a Silvio Rodríguez en la película Y sin embargo, de Rudy Mora; mientras otros títulos como Un día de noviembre, Memorias del subdesarrollo, No hay sábado sin sol, Capablanca, Son o no son, Bailando Chachachá y Esther en alguna parte; y más, delatan una actriz que avanzó a lo largo del tiempo como encarnación viviente de sus personajes.
Éstos, entretanto, mucho le agradecerán ser quien la vida fechó su nacimiento en la antigua provincia de Las Villas un 27 de diciembre, y entregó al tiempo su talento, increíble tenacidad, oficio probado y firme dulzura; siendo el ser humano repleto de singulares virtudes que acompañan su nombre, demostrándonos (al decir del periodista Rafael Grillo) que, en Eslinda Núñez, “la fuerza de su histrionismo está en lo que no se revela. En el ser interior que habita tras sus ojos”.

Por Ignacio Cruz Ortega 25/12/2018

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