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El tema "Aquellos ojos verdes", de la autoría de Nilo Menéndez, el pri

El tema "Aquellos ojos verdes", de la autoría de Nilo Menéndez, el primer bolero cubano que alcanza un gran éxito internacional, nunca ha escapado de la polémica por la gran cantidad de damas que aseguran ser las dueñas de una mirada tan evocadora. Además, a esta melodía no le faltan la pasión volcánica, los sueños rotos y la tragedia, y esto la hace muy atractiva para los melómanos y los más quisquillosos gacetilleros.
La propia vida de Nilo Menéndez, un matancero que nace en 1902 y fallece en los Estados Unidos en 1987, no carece de interés. Luego de convertirse en un avezado pianista en la danzonera de Aniceto Díaz, se radica en Nueva York en la década del 20, donde empieza a alcanzar renombre gracias a una ejecución de piezas clásicas inmortales realizada a dos manos con la intérprete boricua Emma Boehm-Oller.
Más tarde, se luce en numerosos escenarios como pianista acompañante de varios artistas de fama al estilo de Tito Guizar y Frank Sinatra, sin abandonar su trabajo de director de orquesta en la Columbia Records y la RCA Víctor, ni la creación de la música de numerosas películas protagonizadas, entre otros, por Jorge Negrete y Arturo de Córdova.
Dueño de la célebre rumba "Negra Quirina", Nilo Menéndez compone unos sesenta danzones, congas, bulerías, caprichos y marchas interpretadas por figuras como Rita Montaner y, en la medianía de la década del 50, nos regala el ballet Tu antifaz, dedicado con una magia inaudita a Alicia Alonso.
De todas formas, nadie puede negar que el momento de mayor inspiración de este músico llega en 1929 cuando se encuentra a Concepción Utrera, Conchita, una cubana hermosa, rubia y de unos ojos señoriales, que le mueve el piso a Nilo Menéndez desde el primer instante en que la muchacha llega a Nueva York. El propio compositor, en una visita realizada a La Habana, declaró en la Discoteca Popular de Radio Progreso: «Como creo en el amor a primera vista, me entregué a ella ese mismo día, y caí perdidamente enamorado. Por la noche, preparé la música. Sus ojos le dieron la pizca dulce a mi corazón. Después, le rogué al hermano de ella, el tenor y poeta Adolfo Utrera, que hiciera los versos».
Por cierto, Utrera exhibe una trayectoria artística brillante, aunque muy breve. Joven de bella voz y autor de varios tangos, es uno de los intérpretes preferidos de Ernesto Lecuona, quien lo secunda durante las presentaciones que ambos hacen en el Teatro Encanto, de La Habana. Es el primer lírico que lleva al disco la zarzuela María la O, y en México forma el trío Cuban Boys con Nilo Menéndez y Juan J. Martínez Casado, el cual se gana el aplauso de muchos, antes de que Utrera decidiera quitarse la vida a fines de 1931 por padecer una enfermedad contagiosa incurable en esa época.
Y valga también aclarar que Conchita merece este homenaje por muchas razones. Esta mujer, nacida en La Habana en 1912, y entregada desde joven al arte, estudia idiomas, música y declamación; graba varios discos de música culta con la Columbia Records; y publica un libro de versos titulado Ave lira, de notable valor. Según sus biógrafos, tiene el alma tan bella como sus ojos.
Estudiosos de la música cubana aseveraran que la obra "Aquellos ojos verdes", muy innovadora para su tiempo, es influenciada por el impresionismo musical francés, y sobre todo, por el jazz norteamericano de la época, del cual su creador es un auténtico devoto.
La investigadora Leticia Guerra Quesada revela, por su parte, que la primera grabación de dicho bolerón vitrolero la hacen en 1930 el mismo Nilo Menéndez y Ernesto Lecuona, con sus respectivos pianos, junto a Adolfo Utrera, quien deja una huella memorable. Luego, la partitura comienza a revolotear en los cruceros que hacen estancia en la urbe neoyorquina, hasta que el 21 de junio de ese mismo año es estrenada por la soprano María Cervantes en el hoy Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
A partir de aquí, esta elocuente página de la música popular cubana traza una historia impresionante: Nat King Cole, en su versión llevada al español con una pronunciación de peculiar estilo, la hace famosa en la radio; el trío Los Panchos y Antonio Machín la pasean por escenarios de América Latina y Estados Unidos durante varias décadas, y Esther Borja la viste de gala con una voz única que aún hoy hace suspirar a las ninfas siempre listas para cualquier coqueteo.
Como casi siempre sucede, a Aquellos ojos verdes no le faltan las historias secretas y las paradojas. Nilo y Conchita jamás juegan con el amor verdadero, y en 1977 el eterno galán revela que los ojos de la gentil cubanita «no eran verdes en realidad, sino azul grisosos».
Aquellos ojos verdes
de mirada serena
dejaron en mi alma
su eterna sed de amar,
anhelos de caricias,
de besos y ternuras,
de todas las dulzuras
que esta vida ha brindado.
Aquellos ojos verdes,
serenos como un lago,
en cuyas viejas aguas un día me miré,
no saben las tristezas que a diario me dejaron
aquellos ojos verdes que yo nunca besaré.



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