En los años 30 y 40 existió un cafe- restaurant ubicado en la mismísima esquina de Galiano y San Rafael llamado La Isla. Fue muy popular en aquel lugar céntrico llamado por muchos la esquina del pecado.
El dueño del café La Isla, que pasó medio siglo en el lugar sin moverse a ninguna parte, vio cuántas tiendas y comercios crecían en la famosa calle, mientras engrosaba su billetera y le crecían los mostachos enormes. Le llamaban Don Pacho, el de La Isla. Había logrado adquirir la primera planta de un edificio de altos y bajos. El piso de arriba acogía la residencia de una marquesa cubana cada vez más venida a menos, y tanto que debió acoger una casa de huéspedes en lo que fue su fastuosa mansión.
Tanto dio Don Pancho que consiguió al fin que la mujer le vendiese su espacio. Y se dice que el día en que se traspasó la propiedad añadió diez mil pesos a la cifra pactada como el gesto elegante de un español aplatanado y enriquecido hacia una dama cubana que fue y estaba dejando de ser.
Claro que aquella compra fue un negocio redondo para Don Pancho, pues llegado el momento vendió el edificio a un sujeto llamado Florentino García, propietario de la inmobiliaria Ligar. Y este, ni lento ni perezoso, demolió el inmueble y en el nuevo instaló una tienda por departamentos con el nombre comercial de Flogar.