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El Teatro Guiñol en Cuba y Pelusín del Monte el títere por excelencia de los niñ

El Teatro Guiñol en Cuba y Pelusín del Monte el títere por excelencia de los niños cubanos.

Quizás proveniente de tierras lejanas, llegaron a Cuba los primeros muñecos que deleitaron a no pocas familias criollas.

Sin embargo, no fue hasta la década del 40 del siglo pasado que el títere irrumpió en la escena del panorama cultural cubano.

El caso es que la calidad de los espectáculos y su originalidad, marcaron la historia de los títeres en Cuba donde sobresalió la periodista y escritora Dora Alonso que fue la creadora de Pelusín del Monte en 1956.

Este personaje ha quedado en la memoria como un niño campesino de diez años, bien ocurrente y suspicaz, con cabello revuelto bajo el sombrero de yarey y pañuelo anudado a la camisa, que gusta de tocar la guitarra.

La imagen artística del títere estuvo a cargo de Pepe Camejo, quien ya desde 1949, junto a Carucha Camejo, comienzan a llevar su retablo ambulante por varias escuelas de la capital en programas televisivos y en giras nacionales, por lo que son considerados entre los más relevantes artistas del género en nuestro país.

Es en el año 1963 que se funda el Guiñol de Cuba con los hermanos Camejo, junto a Pepe Carril. pretendiendo reunir a todos los titiriteros de Cuba.

La sede principal ,el Teatro Nacional de Guiñol se encuentra en la planta baja del edifico Focsa (calle M, entre 17 y 19, Vedado) frente al restaurante "El Conejito" , allí fuí en muchas ocasiones con mi hijo que al igual que yo disfrutábamos muchísimo de las funciones.

Con un elenco muy profesional de actores se pusieron en escena obras como La Caperucita Roja, La Cenicienta, El gato con botas, Pinocho, La Cucarachita Martina y el Ratoncito Pérez para los pequeños, quienes no fueron los únicos en disfrutar del teatro de muñecos, pues también se realizaron las presentaciones de numerosas obras para adultos.
Sobresalen puestas como La Celestina, de Fernando de Rojas; Don Juan Tenorio, de José Zorrilla; y La loca de Chaillot, de Jean Giradoux; entre otras que hacían colmar de público las funciones de esta compañía.

Estos muñecos, de gran atractivo visual, gracias a la destreza y maestría que en su manejo ponían los artistas, engrandecieron la escena teatral de la isla, con sus colores, texturas y diálogos.


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