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Pablo Quevedo. Más conocido por el "Divo de la voz de cristal", fue un

Pablo Quevedo. Más conocido por el "Divo de la voz de cristal", fue uno de los más gustados cantores populares cubanos de su época, de procedencia humilde. Su voz nunca fue grabada pero si recordada por sus admiradores.
Nació el 21 de enero de 1908, en Unión de Reyes, provincia de Matanzas, Cuba. Quedó huérfano de madre y lo crió la esposa de un tío. A los ocho años comenzó a trabajar en una tabaquería y después fue aprendiz de barbero. Más tarde se le vio afanoso en la panadería del pueblo. Con un grupo de fieles amigos se aficionó a la música, en especial, al tango, de moda en esos momentos.
Cuando se avecinaba el fenómeno del Danzonete en 1929 y en que comenzaban a ponerse de moda los cantantes. Decide instalarse en La Habana; ya lo aqueja el mal que ha enfermado sus débiles pulmones. En el sanatorio donde está convaleciente, comienza una amistad con el cantante Panchito Carbó, quien lo inicia en la música. Juntos forman un aplaudido dúo "Los Ases" y actuaron en La Hora Divina. Luego se une a distintas agrupaciones, como la orquesta "Los Caciques" perfilándose como un destacado interprete del cancionero romántico. Integró el trío Bohemio, en el que participaban Nené Enriso y Cuco Soroa; y el "Cuarteto Hatuey" con el propio Enriso, Vitaliano Mata y Miguelito García.

Su consagración definitiva la ganó con la orquesta de Cheo Belén Puig, en la emisora CMQ. El radio fue el vehículo idóneo de su expresión, aunque se presentó en teatros y bailables. Su popularidad la cimentaban canciones como:

Reina africana.
Una sola miradita.
Campanitas de cristal.
La clave misteriosa.
Una promesa.
Lupina.
Idilio.
Muerte
Era el 10 de noviembre de 1936. Los radios interrumpieron sus programas habituales. La noticia circulaba por toda la Isla, «Pablo Quevedo, el popular cantante había fallecido». El "Divo de la voz de cristal", como lo llamaban, enmudecía para siempre a los 28 años de edad cuando mayores eran sus éxitos.

Según testimonios de aquella época fue uno de los entierros más grandes que se recuerdan.

Opiniones referidas a su voz
Pablo Quevedo no dejó grabación alguna. La historia quedó en la tradición oral. El cronista Eduardo Robreño recuerda que:

«tenía una voz pequeña, pero afinada cual ninguna».
En una entrevista al desaparecido locutor Germán Pinelli contaba que el estilo del cantante matancero estaba marcado por una voz suave, de ricos matices y con un dejo muy triste, tal vez a causa de la enfermedad que padecía.

A partir del 1935 monopolizaba la atención de los oyentes radiales, en 1936 ya se encontraba en la cúspide; aprovecha con mucho acierto el micrófono que se estrenaba en la radio, según afirma el maestro Manuel Villar Fernández.

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