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Gran Hotel Trotcha. Vedado. El hotel Trotcha se construyó en una época cuando L

Gran Hotel Trotcha. Vedado.

El hotel Trotcha se construyó en una época cuando La Habana Vieja y El Cerro dejaron de ser atractivos para la emergente burguesía cubana, y la ciudad comenzó a crecer hacia el este, donde entonces se encontraba El Vedado, zona prohibida entonces a los pobres, y allí se radicaron, en grandes mansiones, las familias de los comerciantes adinerados.

Uno de los atraídos por la paz y la tranquilidad de El Vedado fue el catalán Buenaventura Trotcha Fornaguera, quien adquirió una porción de los terrenos del Conde de Pozos Dulces con el propósito de construirse una lujosa vivienda próxima al mar, en el sitio donde hoy está la calle Calzada, en el tramo entre Paseo y 2. Allí se hizo construir una lujosa residencia. y para ello contrató a prestigiosos arquitectos e ingenieros de la época.

Al fin, la lujosa residencia se inauguró en 1886, y poco después el dueño ordenó acondicionar algunos salones y jardines para aposentar la Sociedad del Vedado, lugar donde se ofrecían las mejores comidas de La Habana, platos españoles, franceses y por supuesto criollos, acompañados por los mejores vinos.
Su instinto de comerciante permaneció alerta, y muy pronto Trotcha habilitó en la planta alta varias habitaciones para aquellos que quisieran prolongar sus tertulias más allá de la tarde. Con el aumento de la demanda, en 1902 le añadió nuevas habitaciones al edificio original.

El poeta Julián del Casal describió de esta manera al hotel Trotcha: “El edificio se compone de dos pisos. En el primero, que está al nivel del jardín, se ha colocado el restaurant, donde hay un largo salón, rodeado de elegantes gabinetes. Allí se encuentran, en los días festivos, numerosas familias habaneras pertenecientes a las más altas clases de nuestra sociedad. (…) Las mesas elegantes, cubiertas de blancos manteles; los platos de fina porcelana, fileteados de rayas doradas; los manjares exquisitos, servidos en fuentes de plata; la profusión de licores, suficiente para todos los caprichos; y la finura de los dueños que se desviven por complacer a sus favorecedores hace que este lugar sea el escogido por las personas de gustos refinados”.

En Pilares de un reino, un estudio de Omán Avilés sobre la obra de Dulce María Loynaz, se incluye el testimonio de Gerardo Antonio Loynaz Rodríguez sobre el descubrimiento de la luz eléctrica, por parte de la poetisa, en el hotel Trotcha: “…hasta principios del siglo XX existió un hotel de madera nombrado Trotcha, donde se hospedaban muchos de los oficiales del Ejército Libertador, posterior a su entrada en La Habana. En ese hotel habían sido colocadas dos rústicas bombillas. Los habaneros iban al lugar con cierto recogimiento y con el interés natural de lo desconocido.”.

De aquella construcción, conocida como Hotel Trotcha, solo queda el frontón neoclásico en ruinas, porque desaparecieron, barridos por un incendio y por el paso del tiempo, el famoso salón té, el estanque de cocodrilos y el célebre jardín. Incluso las leyendas del lugar se pierden en la memoria, como el escandaloso idilio que vivieron en este lugar la célebre actriz Sarah Bernhardt y el torero Mazzantini.





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