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El organillero de La Habana Vieja. Quiero aclarar que nunca escuche de este pe

El organillero de La Habana Vieja. 😊

Quiero aclarar que nunca escuche de este personaje ¿ alguién sabe? Abajo inf. 😲🤷🏽😅

En Cuba republicana no podía faltar este personaje. Era un personajillo tradicional que deambulaba desde muchos años atrás por casi todos los pueblos viejos de Europa.

Este señor hacía sonar el organillo que no era más que una cajita mecánica de música. Se acompañaba de un monito macaco amaestrado que era el que recogía las dádivas que a manera de gratificación al artista callejero dejaban caer las personas en el sómbrerito del pequeño simio.
Este organillero cubano operaba en la barriada capitalina conocida por La Habana Vieja y se llamaba Héctor.

Héctor circulaba por las calles de La Habana Vieja con su organillo rodante y su monito, elegantemente vestido, con un quepis rojo a manera de sombrero encasquetado hasta las orejas. Era bien conocido en la Avenida del Puerto, la Plaza Albear y los alrededores del edificio colonial, donde una vez estuvo la Capitanía General.

En la Plaza del Vapor también conocida como Plaza Tacón, el barrio Peña Pobre y los alrededores de la Iglesia del Ángel. Sí, porque La Habana Vieja es algo así como lo que en otros lugares llaman el casco histórico de la ciudad, generalmente conservado turísticamente. Pero en el caso de La Habana Vieja de la Cuba de hoy se rompen todos los moldes.
Decía el historiador Fernando Villaverde, que no era sólo una plaza, sino un bazar, por la diversidad y la mezcla de razas, culturas y pintorescos personajes que allí se congregaban en todo tipo de comercio y actividades.
El chiste a flor de piel y la carcajada irónica desbaratan la locería del poder. El pueblo supera su desgarramiento moral riéndose de todo, burlándose hasta de sí mismo.

La Habana Vieja, ese mágico laberinto de 56 calles, 8 parques y un paseo, es un libro abierto hecho pedazos. Lo mismo te encuentras un palacete convertido en cuartería solariega, que en estación de policía, que un centro comercial semi vacío. .

Sus balcones desgarrados, con balaustradas a medio caer, que ni siquiera conservan la tablita contra los mirones desde abajo.

Hasta sus murallas coloniales, sin repellar, respiran un realismo brutal.

Es en este entorno, años atrás, donde nuestro personaje no pierde su esencia y su naturaleza. Realiza su trabajo con la alegría de vivir que se esconde detrás de las cosas sencillas, detrás de la cotidianidad.

Héctor evitaba acercarse a las escuelas secundarias. Tenía terror al instituto de bachillerato que estaba en la calle Zulueta, cerca de la barriada. Los estudiantes, en cuanto veían a Héctor con su organillo y a su monito, se convertían en verdaderos diablillos de ocasión.

Hacían a Héctor y a su animalito víctimas de toda clase de burlas y travesuras, propias de la juventud, con tal de molestar y divertirse a la vez a costa del infeliz organillero. Héctor pacíficamente, sin inmutarse ni protestar, soportaba las bromas de la alborozada chiquillería mientras, empujando su organillo y protegiendo a su monito se alejaba del lugar.

El monito de Héctor estaba muy bien educado. Cada vez que Héctor terminaba en una de sus catilinarias melódicas, el monito se bajaba del organillo con el quepis en sus manos, desfilaba graciosamente ante los transeúntes y turistas que se arremolinaban a su alrededor para gozar del espectáculo, y recoger las monedas que le daban sin perder una sola.
Héctor solía acompañarse de unas claves que hacía sonar a rítmico compás sobre el arco de la; ruedas de su carruaje musical. Una manera muy original la que tenía Héctor de hacer menos monótona y más tropical la sinfonía del organillo del "Organillero de La Habana Vieja".

Quiero expresarle las gracias a Lilia Bustamante
la autora de este artículo por su aporte
Página tradiciones y estampas.

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