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PALACIO DEL MARQUÉS DE BALBOA – LA MILAGROSA (Publicado por D. Jácome) A media

PALACIO DEL MARQUÉS DE BALBOA – LA MILAGROSA
(Publicado por D. Jácome)

A mediados siglo XIX ya las Murallas dejaron de ser necesarias para la protección de la ciudad, y pronto se dieron la tarea de derribarlas. En su lugar el terreno fue ocupado por un ambicioso proyecto urbanizador promovido principalmente por el Gobierno Español, en el que fue llamado entonces “Reparto las Murallas”.

En esta nueva zona residencial quedaron ubicados el “Casino Español”, el “Centro Gallego”, los teatros “Albisu” y “Payret”, y las residencias de los peninsulares más ricos del país, representados entre otros, por Joaquín Zulueta, la Marquesa de Villalba, José Gener, Miguel Jané o el Marqués de Balboa, a cuyo palacio dedicamos esta publicación.

El Palacio del Marqués de Balboa se comenzó a construir en 1871 para Don Pedro José Navarro de Balboa, español que desempeñó distintos cargos en Cuba como Regidor, Alcalde de La Habana, Senador del Reino por la provincia de Puerto Príncipe y a quien, por los méritos alcanzados por su padre, se le confirió en 1880 el título de “Marqués de Balboa”.

Esta residencia fue la primera construcción privada en ocupar toda una manzana y aunque estaba en la zona de la parcelación de la Muralla, en ella no se cumplieron las normas que se aplicaban para las construcciones en esa zona, las cuales entre otras condicionales exigían altos portales corridos en el piso bajo, quedando ésta retirada de la línea de fachadas y rodeada de amplios jardines, lo que la hace excepcional y única entre las residencias ejecutadas en la Habana Vieja.

Fue diseñada por el arquitecto Pedro Tomé Veracruisse, quien posteriormente también realizaría el proyecto de la Manzana de Gómez, corriendo la dirección de la obra a cargo del arquitecto catalán Jaime Sabadell, traído expresamente desde España para ejecutar esta obra. El edificio de tres plantas, con su fachada principal en su frente por Egido y dos por la parte posterior a Zulueta. Sus cuatro fachadas con balaustres en balcones y pretil, anunciadores del eclecticismo. La escalera con balaustrada de hierro, forjado artísticamente, tenía toques de oro hechos con láminas de ese material. La obra se terminó en1872.

Una de las descendientes de esta familia, Feliza León, ya “Marquesa de Balboa”, se casa en 1890 en Madrid, España, con un Borbón, Duque de Sevilla e Infante de España y con esta unión pasa a formar parte definitivamente de la “nobleza” española.

El hijo mayor de Feliza, Enrique de Borbón, contrae nupcias con la “Condesa de Esteban” en 1917; y su hija, Maria Blanca de Borbón, lo hace con el Conde de Romanones. Es de suponer que dado estos favorecedores enlaces, perdieran interés por su residencia habanera y la pusieran en venta. La casa es adquirida por el Gobierno Provincial en 1925 para instalar en ella sus oficinas. Quizás en esta nueva función es que algunos la recuerden.

Pero si las particularidades de esta familia no son muy conocidas, si existe un personaje, vinculado a ella, que si forma parte de una leyenda que todos conocemos: La de “La Milagrosa” de la Necrópolis Cristóbal de Colón, o Cementerio de Colón, en la Habana.

Es muy conocida la versión de una mujer que falleció de parto y fue sepultada con la criatura a sus pies y que unos años después, al efectuar la exhumación del cadáver, su cuerpo estaba conservado y sostenía en brazos al bebito momificado.

Este personaje, Amelia Goiri, contaba al morir 22 años de edad y su muerte ocurre apenas un año después de su matrimonio con el Sr. Vicente Adot Rabell. Sus nupcias, acontecidas el 25 de Junio del año 1900, fueron celebradas en una ceremonia sencilla debido a la muerte reciente de su padre, no obstante se celebró en los suntuosos salones del “Palacio de Balboa”. ¿Se preguntan por qué?

Amelia, con trece años había quedado huérfana de madre, la que murió con solo 42 años dejándola prácticamente sola, pues su padre, dedicado por entero al trabajo para la prosperidad de la familia, la puso bajo la tutela de su tía doña Inés, quien era casada con el español Don Pedro Navarro, “Marqués de Balboa”. Por si no fuera suficiente su desgracia, poco después Amelia también tiene que despedirse de su amado José Vicente, que partió a la manigua enrolado en las tropas mambisas para luchar por la independencia de Cuba.

Amelia quedó prácticamente aislada, también del mundo, al ir a convivir con su tía en la fortificada mansión situada de la calle Egido, de la cual les he comentado. Allí aprendería los modales de las jóvenes de la alta sociedad, pero su corazón continuaba latiendo “por su adorado amado de ojos muy negros y espigado cuerpo”.

Terminada la Guerra finalmente se encontraron. Él regresó de la manigua con los grados de “Capitán del Ejercito Libertador” lo que le favoreció la estima de los altos funcionarios del Gobierno Cubano en Armas y del primer Gobierno Republicano constituido. Ya el “Marqués de Balboa” había muerto y su tía Doña Inés no dudó en aceptar a José Vicente, ya bien ubicado, cediendo a la petición de matrimonio con su sobrina. El resto de la historia es la que ya sabemos.

Su felicidad fue efímera, pues falleció un año después en el transcurso de su primer parto. Se cuenta que su desconsolado esposo, no pudo soportarlo y enloqueció. Dicen que acudió cada tarde al cementerio y golpeaba la lápida con la aldaba de bronce gritando: "¡Amelia, despierta! Y lo hizo todos los días, hasta su muerte 17 años después.

Esta historia convirtió a Amelia en imagen venerada. La leyenda de “La Milagrosa” sirvió de inspiración al escultor cubano José Vilalta Saavedra, quien realizara en 1914 una obra en tamaño natural, con mármol de Carrara, donde la representó con la figura de una mujer joven cuya vista se dirige hacia lo alto en señal de fe. En su brazo izquierdo rodea a un recién nacido y con el derecho se apoya en una cruz latina, considerada símbolo del sacrificio.

En la actualidad, la estatua compite en protagonismo con santos y vírgenes de otras religiones. Incluso recibe más flores e invocaciones que las demás figuras sacras, mientras las autoridades de la iglesia cubana, sin explicárselo, guardan silencio.

Muchos acuden a La Milagrosa para pedir por sus hijos o por sus asuntos de amores. El ceremonial incluye hacer sonar las aldabas como lo hacía su desesperado esposo. Al retirarse, los visitantes deben hacerlo caminando hacia atrás para no dar la espalda a la estatua de Amelia, como lo hizo Vicente, que nunca dio la espalda a su amada.

Pero si pasan por el antiguo “Palacio de Balboa” en Egido, tampoco le den la espalda, pues es mejor hacerlo de frente para poder disfrutar de lo armonioso de su arquitectura.





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