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«La Playa del Cerro en el Barrio de Atarés».

«La Playa del Cerro en el Barrio de Atarés». 🏖☀😊

En el libro La Habana apuntes históricos por Emilio Roig de Leuchsenring , “Historiador de la Ciudad de La Habana”, Tomo I segunda edición, hay una pequeña curiosidad que hoy les propongo mirar un poco más profundo. Dice, como sigue:

En 1803 llegaba el mar a la casa Quinta del Rey, que tenía su asiento en la playa, conduciéndose desde la misma hasta 1796 las maderas para el Arsenal que se traían desde el baradero del Cerro (cuyos restos aún se ven detrás de la casa del Sr. D. Joaquín Peñalver) […]

Para los que no lo saben,- que son muchos supongo-, La Quinta del Rey fue fundada al extremo derecho de Carraguao, hacia el interior del reparto Omoa, por Antonio Beitía Pitt, esta quinta luego de pasar por un par de trasmanos, quedo finalmente en posesión del Centro Gallego con la disposición de convertirle en su casa de salud.

Básicamente el historiador nos está diciendo que la madera utilizada en el arsenal (donde hoy se encuentra La Estación Central de Ferrocarriles ) era transportada desde, el “baradero del Cerro” (lugar que desconozco hasta ahora), hasta la Quinta del Rey que tenía su asiento en “la playa”. Lo cual tiene sentido ya que precisamente se había instalado una sierra hidráulica en los alrededores de Atares, para el procesamiento de la madera que consumían los astilleros. Avanzado el tema les daré más detalles para que puedan palpar el tamaño de esta industria en el barrio de Atarés.

Antes de seguir ubicando esta playa quiero hacer un alto y desempolvar un dato que pasa desapercibido:

La madera que por años se utilizó en los astilleros, salió en una gran parte, de los bosques del Cerro, en especial del Tumbadero del Rey. Que se ubicaba en la esquina de Palatino y Atocha, aproximadamente.

Dicho lo anterior, no se me ocurre un posible lugar donde se acumulasen algunos botes de importancia como los que transportaban la madera a la “Playa” en la Quinta del Rey desde el Cerro, específicamente, desde el “baradero del Cerro”. Quiero ser específico con este nombre, porque aunque el autor, al parecer, ha querido mantener el dato con el nombre original, no he encontrado significado para esta palabra, por lo que luego de ver la gestión que se realizaba (algún tipo de cabotaje entre estos dos puntos), me tomo la licencia de usar el significado de Varadero.

Varadero es exactamente eso, según la Real Academia de la Lengua Española: “Lugar donde varan las embarcaciones para resguardarlas o para limpiar sus fondos o repararlas”.

Quien todavía no capta la idea se la explico. Lo dicho hasta ahora significa que en el Cerro había agua de mar y que tenía que ser un punto cercano a Palatino y Atocha (donde se supone estuvo el Tumbadero del Rey) para facilitar llevar la madera, por lo que no se me ocurre mejor espacio que el de la ensenada de Guasabacoa, donde mueren los ríos Luyano y Martin Pérez. Según tengo entendido antiguamente el agua de mar sobrepasaba la intercepción de Vía Blanca y Agua Dulce, por lo que sería muy fácil, transportar la madera utilizando las pequeñas elevaciones que conforman el barrio del actual Canal – que por su puesto, sería un camino firme- hasta alrededor de la ya mencionada ensenada hacia donde además, corrían afluentes de la propia Zanja Real que partía del punto antes mencionado, como posible emplazamiento del Tumbadero del Rey, hasta unirse al arrollo Agua Dulce, donde antiguamente había un puente o quizás embarcadero.

Por lo que: si mi hipótesis es correcta, «el baradero del Cerro» en la casa de Joaquín Peñalver pudo estar en los alrededores de Vía Blanca y Aguadulce, exactamente? No lo sé y ojo que estamos hablando de entre 1750 y 1800, los cambios y transformaciones son generalmente devastadores después de tanto tiempo, por lo que cualquier cálculo hasta donde llegaría el mar en esos años podría estar falseado.

Continua el historiador diciendo: Las olas murmuraban también sobre el suelo de alguna de las casas de Jesús María, como: en el alambique de Guimbal (después de D.José Soler), que aún hoy existe en la calle del Alambique esquina a la calzada de Vives, donde se puede ver aún el pilotaje de su muelle, situado en el mismo establecimiento: siendo el límite de la costa una linda playa, que desde Tallapiedra se dirigía primeramente al N. O., y después bordeando la calzada del Monte, llegaba hasta el puente de Chávez, y seguía el rumbo de Jesús del Monte, cual si pretendiese aislar el promontorio donde se alza el castillo de Atarés.”

Así describe Emilio Roig de Leuchsenring esta zona que yo puntualizo en rojo, en el pequeño mapa que hoy les dejo en la descripción con fotos.

Para desmenuzar un poco lo que el excelentísimo historiador quiso decir en su libro, les comento yo y le aporto algunos datos más:
Lo que quiere decir este señor es que había una linda playa desde Tallapiedra hasta el puente de Chavez, este último estaría aproximadamente en la esquina de Calzada de Monte y Arrollo, donde desembocaba precisamente el Arrollo Chavez; ahí moría la ensenada de Atares, literalmente este es el punto donde se unen las dos aguas.
El puente pudo ocupar un espacio de hasta ochenta varas, en tiempo de este trasiego transitaban por este lugar embarcaciones medianas. La vegetación que se encontraba aquí, es bien tupida y maderable, copada de Majagua.
Cayaguayo era el nombre, al parecer aborigen, que correspondía, según documentos antiguos, al área donde hoy se encuentra el Castillo de Atarés y sus alrededores…

Luego apunta el historiador (con sus palabras) que: continuaba esta linda playa rumbo a Jesús del Monte como si quisiera aislar el promontorio de Atarés (donde hoy se ubica el castillo).
Llevada toda esta jerga a un plano físico actual, esto se traduce en que: todos los terrenos que hoy ocupa la calle Fabrica desde Alambique hasta el Castillo de Atares encimándose al propio barrio y tomando parte del barrio de Jesús María, estaban cubiertos por agua .

Roig la describe en dos palabras “Linda Playa” pero esto era zona de mangle espeso, pantano y cangrejos por lo que no creo que fuera calidad Playas del Éste. Según el historiador colonial José María de la Torre (Lo que fuimos y lo que somos, 1913), el primer ingenio azucarero en Cuba fue propiedad de Vicente Santa María, y se estableció en un lugar que se conoció como Los Cangrejos, por el Puente de Chavez, dejando en evidencia clara de la abundancia de este crustáceo en dicha zona.

En el libro La identidad de la provincia y sus municipios se hace una muy buena descripción de esta zona, tomando como base los negros curros, pobladores de este sitio, la cual transcribo.
Los Curros de Carraguao o del Horcón, formaron gran parte de la comunidad de negros libres que se conocían, desde el siglo XVIII, como los «Curros del Manglar». Comenzaron a hacerse notar, al sur del barrio de Jesús María, por toda la zona pantanosa en torno al Arroyo de Chavez, desde el puente, por el Matadero, hasta casi las faldas de la Loma de la Ánimas.

Vivían -valoró el costumbrista José Victoriano Betancourt – en «mezquinas casuchas» o «asquerosas pocilgas». Definió que eran el «refugio de malvados» y el «Hampa de La Habana». Eran los «guapos, famosos por sus costumbres relajadas y por sus asesinatos que – escribió- han hecho temblar más de una vez a los pacíficos moradores de los barrios extramuros” De su capacidad de resistencia a las fuerzas de orden público y a las autoridades, da fe su trascendencia en el orden cultural.

Se les reconocía inmediatamente por su apariencia exterior. Analizó Fernando Ortiz que el negro curro no quería parecerse al negro horro, ladino y liberto. «El negro curro, sólo quería ser curro», escribió Ortiz. Usaban argollas de oro en las orejas, dientes cortados a la manera de los carabalí, el pelo se lo trenzaban, formando numerosos y largos mechones,

el vestuario era chillón, y su caminar, alardoso. Explicaba Betancourt en el Faro Industrial de La Habana, que en su andar se contoneaban, «como si fueran gonces y meneando los brazos adelante y atrás”…. Por supuesto, tenían una jerga especial, y se observó que hacían singular inflexión en la voz, con una locución viciosa, y un idioma tan particular, «físico y disparatado, que a veces, no se les entiende» Fernando Ortiz precisó que numerosos vocablos de la jerga curra, pasaron al vocabulario criollo cubano, tales como: «apencarse»,»jalarse»,»jelengue» y «chévere»[…]

He querido tomar este tema de la Playa del Cerro como excusa para introducir un poco el surgimiento del barrio de Atares, para que posteriormente podamos entender, como fue el proceso de transculturización que dió lugar a las comparsas los Marqueses de Atares y la Jardinera, antagonicas en los Carnavales de la Habana, es por eso que me he querido extender hacia este tema de los negros curros, por la calidad de la descripción que aporta en cuanto a la situación geográfica de estas dos barriadas vecinas, además, me tomo el riesgo de aburrirlos un poco, pero no quiero dejar ir esta publicación, sin este texto a continuación de la misma autoría, que nos da una muy buena imagen de cuál era el movimiento económico de Atares en la segunda mitad del SXVIII.

El Real Arsenal de La Habana, a pesar de haber quedado en ruinas con la Toma de La Habana por los ingleses en 1762, se desarrolló con fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, La metrópoli valoró la importancia de prestar mayor atención a la ofensiva en el mar. En 1775 la Comandancia General de la Marina adquiere gran parte de los terrenos que luego constituirían parte del barrio de Atarés. Tenía el objetivo de dar cobertura a

todo el sistema de infraestructura que necesitaba la industria y que incluía: una asombrosa sierra hidráulica, movida por uno de los ramales de la Zanja Real. Del astillero habanero saldrían navíos para la Armada española como el célebre Santísima Trinidad (1764), con un porte de 112 cañones, el mayor de su época en todo el mundo. Sólo durante el siglo XVIII fueron botados al agua más de un centenar en navíos, fragatas, bergantines y goletas; como durante más de dos siglos, flotaron por las aguas de la Zanja Real, desde el Cerro hasta el Real Arsenal, gran parte de las maderas que vistieron aquellos barcos. […]

(Fin de la cita).

Este último texto está enfocado a la Zanja Real, pero lo he dejado integro para acotar en algo que me asalta a dudas; ¿usaban la zanja y además el “baradero del Cerro” porque la Calzada del Cerro aun no existía?…

Los más antiguos registros en mapas del S XVIII, muestran una naciente Calzada del Cerro o del Horcón como fue originalmente llamada, por lo que la calzada anterior a esta fecha, -asumo- que sería un flaco camino custodiado de árboles que constituía el lazo pedáneo entre la ciudad intramuros y los pequeños ingenios que iban naciendo en este proceso de expansión de la villa, incluso hacia el propio Tumbadero del Rey, pero por la magnitud de su gestión, no creo existiese como una vía capaz de mover semejante cantidad de maderas, usándose las vías fluviales, que aunque en ciertos casos era más larga la distancia a la ves estratégico.

Cuando estaba leyendo estos datos por primera vez me sentí Colon descubriendo esta pequeña playa, que luego la urbanización se tragó con gestiones más importantes como la Estación de Cristina, el Mercado de Cuatro Caminos y parte de Jesús María.

Pudo haber sido bonito, haber tenido un pedacito de costa con un poco de arena, de seguro se llamaría La Playa del Cerro. Y esa es otra licencia que me he tomado, pues ese nombre no aparece en ningún libro de Historia, la he bautizado yo mismo así, en memoria al hurto que cometieron sin preguntarnos.

Por Ansbel Gonzalez Huart.
3/30/2020. Facebook El Cerro y su historia.



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