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El Tesoro de la Juventud y el viejo Cosa.

El Tesoro de la Juventud y el viejo Cosa.
Entre las más famosas Enciclopedias del Mundo está la llamada El Tesoro de la Juventud o Enciclopedia de Conocimientos. Originalmente en inglés, The Children´s Encyclopaedia, hizo su aparición en castellano en la edición argentina de 1915 bajo la dirección de Don Estanislao Zeballos y un comité de 8 colaboradores principales entre ellos, Miguel de Unamuno, José Enrique Rodó y el cubano Ismael Clark y Mascaró.
Veinte tomos, 7172 páginas, 298 laminas en color y 2897 ilustraciones y fotos en la primera tirada.
Ediciones sucesivas alcanzaron rotundos éxitos de ventas y críticas. Lecturas obligadas de la niñez y la juventud a quienes iba dirigida la obra, eran un verdadero tesoro de contenido, ilustraciones y diagramación. En una época en que se leía, hoy se mira. ¿Cuantos de nosotros, de más de medio siglo al menos no la hojeamos o leímos? Se compraban hasta a plazos en las principales librerías. Se podían leer en bibliotecas e incluso se vendían de segunda mano libros sueltos. Se dividía en algunas secciones fijas y comunes a todos los tomos:
Los países y sus costumbres, Hechos Heroicos, Hombres y Mujeres célebres, El Libro de los Por Qué, Narraciones Interesantes, El Libro de la Poesía y mucho mas. Tenía además secciones de aprendizaje de idiomas inglés y francés y Libros de Juegos y manualidades.
En mi niñez pude conseguir dos tomos sueltos el IX y el XII en dos ediciones distintas de 1915 y 1924. Luego ya entrados los 60s al fin pude conseguir la obra completa comprada en $20 al que yo considero el más importante vendedor de libros de uso durante varias décadas en La Habana: el viejo Cosa.
Un personaje. Nunca supe su nombre de pila o si Cosa era apodo o apellido. Lo conocí viejo y viejo siguò durante muchos años más. Limpiabotas, especialista en dos tonos y zapatos blancos con Antina. Dicen que tenía un sillón en los portales de la antigua Plaza del vapor, pero que con su demolición y luego nacionalización de los limpiabotas?, se retiró a su casa a seguir su oficio ex licencia. Como es sabido por los que peinan canas o los que ya no tienen ni canas ni pelos, los lustradores de calzado en todo el corazón de la capital tenían a su lado una percha con cordeles y palitos de tender para vender periódicos, revistas y los preciados muñequitos.
Cuentan que un día se encontró unos libros tirados y los puso en la acera al lado de los útiles de su oficio y enseguida los vendió. Eso encendió la chispa del negociante y de a poco empezó a vender los que las personas no querían o alguien le llevaba a vender. Más tarde iba a las casas con una pequeña carretilla de cajas de bolas y sacos y sogas. Compraba barato, pero vendía muy barato también. Era iletrado, prácticamente solo lo vi hojear algún periódico, pero tenía olfato para saber que libros podían ser valiosos y las ventas lo enseñaron. Muy raro era que sus libros los vendiera a mas de $3 ò $5. Su casa y negocio siempre estuvieron en la calle Gervasio entre Reina y Salud. Un cuarto muy grande con barbacoa y todo lleno de libros sin orden ni concierto desde el piso hasta el techo. Podías hallar libros en unos centavos que hoy valen una pequeña fortuna. Las enciclopedias todas las vendía en $20, $ 15 si regateabas. Los libros de Medicina, Ingeniería etc. en $3 y con rebajas sì le decías que eras estudiante.
Fue el viejo Cosa el original e indiscutido creador del sábado del libro, no del cultural, sino del comercial. Todos los sábados con dos ayudantes del barrio y su perrito cojo trasladaba enormes cantidades de libros a tres cuadras hasta los portales coloniales de Carlos III y Marqués González y los vendía todos a $0.20; al final del día regalaba muchos. Tenía un poco de mal carácter, pero buen corazón, muchos se aprovechaban de eso e incluso le robaban libros y él muchas veces los dejaba hacer con una frase: «este está peor que yo«.
En los 80s llegaron a comprarle libros en grandes cantidades extranjeros de Latinoamérica que luego los llevaban en muchas maletas a sus países, no habiendo las restricciones que luego se hicieron ley. Manejaba ingentes cantidades de dinero, pero continuaba aún así limpiando calzado, tal vez solo por hábito y siempre almorzaba en una lata, luego pozuelo plástico, comidas simples a cuchara limpia.
Probablemente haya sido luego del gallego Pote y su descendencia desde 1890 en La Moderna Poesía, el que más libros haya vendido en Cuba.
Nota: excepcionalmente he extendido la narración hasta años después de lo permitido en el grupo, con permiso del amable administrador.




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