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Barbarito Diez Junco.

Barbarito Diez Junco. Conocido también como Barbarito Diez. Cantante de amplias facultades vocales, con voz de tenor. Conocido como La Voz del Danzón. No tuvo una formación musical académica, no tocaba ningún instrumento, pero su inigualable voz y sus interpretaciones musicales lo convirtieron en ídolo público, su voz inmortalizó páginas musicales como Martha del compositor Moisés Simons, Lágrimas Negras, Olvido, Juramento, El que Siembra su Maíz de Miguel Matamoros, entre otros.
Nació en Bolondrón, Matanzas, 4 de diciembre de 1909, exactamente en un central azucarero ya demolido que se llamó San Rafael de Jorrín, da a luz Salustiana del Junco y de la Mercedes a Bárbaro Diez Junco quien, con el decursar del tiempo se convirtiera en "El Príncipe del Danzón". A los 4 años junto a su familia, se traslada, al entonces central Manatí Sugar Company, actualmente en proceso de demolición en el Municipio Manatí, provincia de Las Tunas, donde su padre, Eugenio Diez trabajaba como obrero. Comenzó sus primeros estudios en la escuelita del Batey. Aquí es precisamente donde comienza a cantar en los actos culturales, su maestra es quien descubre su voz y talento musical y lo hacía guiar el coro de la escuela en los actos públicos.

De su coincidencia con el trovador Graciano Gómez, Isaac Oviedo tercero maravilloso que iba del son a la trova, nacieron "Los Gracianos" este trío se nutrió de lo más valeroso de nuestras tradiciones e incorporó genuinas raíces: La trova Tradicional y su gama de Habaneras, Boleros, Guarachas, Sones, y Criollas. Por lo general actuaban en la peña del Café "Vista Alegre" entonces ubicado en San Lázaro y Belascoaín, donde ya Barbarito mostraba la elegancia que lo caracterizó durante más de cinco decenios de vida artística. Sobre el referido lugar Eduardo Robreño, teatrista y periodista, ofrece una valoración en su libro "Cualquier Tiempo Pasado Fue"… "no sería aventurado decir que medio centenar de las más gustadas melodías de nuestro cancionero popular surgieron o se esbozaron allí y es que el Vista Alegre fue centro perenne de reunión de los mejores cultores de la trova. De velada en velada y de baile en baile por toda Cuba y Latinoamérica anduvo Barbarito. Deleitó a varias generaciones con obras de Ernesto Lecuona, Moisés Simons, Eliseo Grenet, Pedro Flores, Rafael Hernández y otros destacados compositores al abrigo de guitarras, pianos y tambores, Barbarito desplegó su virtuosismo y encanto singular, porte erguido, sereno de Palma Real.

En su carrera de más de 58 años grabó gran número de discos de larga duración que contenían obras que enriquecen el repertorio musical cubano. Viajó a los países de América, Europa y E.U.A., realizó programas en Cabaret, Teatros, Bailes, la Radio y la TV. Por su dedicación al desarrollo del arte nacional, su fecunda labor en aras del enriquecimiento cultural de nuestro pueblo le fueron impuestas medallas, órdenes y distinciones. Jamás aprendió los fundamentos teóricos del arte musical, pero demostró ser uno de los más afinados y consecuentes del Danzón, un género que como ritmo permanece hasta en la misma Salsa a pesar de contar con más de 100 años de creado. Su voz única e irrepetible se escuchó en México, Venezuela, República Dominicana y Panamá entre otros escenarios del mundo logrando a lo largo de su fructífera carrera, el título de: "La Voz de Oro del Danzón", o "El Príncipe del Danzón".

Sin proponérselo tejía una leyenda inscrita en la buena música sin límites de fronteras. El pueblo comenzó a llamarlo La Voz del Danzón sobre todo por su apego al género (Barbarito era hombre de fidelidad) y constancia, siempre rehuyó el cambia cambia tan socorrido por los vocalistas y agrupaciones. Así fue de especial con el Danzón.

Contó con el maestro Antonio María Romeu, quién además de introducir el piano en su orquesta para interpretar danzones, tenía un modo peculiar de tocar ese instrumento. Impresionaba con su estilo, técnica y escalas inigualables. En tanto que la voz por excelencia de "Tres Lindas Cubanas" y de otras páginas antológicas aportó bríos mesurados y originales a la forma danzaria y cantable reconocida como nuestro baile nacional. Por eso resulta difícil mencionar a la Orquesta de Antonio María Romeu sin añadir, a su cantante Barbarito Diez. Buena parte de la amplia discografía que enriquece el acerbo musical cubano le pertenece. Pudo ampliarla en Venezuela donde descolló como uno de los intérpretes más populares de la década del 80 tras grabar con la agrupación de cuerdas La Rondalla Venezolana que dirige Luis Arismendi.

En la prensa del país sudamericano varios musicólogos reconocieron en fechas recientes que Barbarito Diez fue en su momento irrepetible en la música caribeña. Su nombre quedará inscripto en el pentagrama mundial de la música popular. Esta distinción se repite en otros lugares, donde la voz melodiosa que recreó como ninguna otra, Idilio, Ojos Malvados, Junto al Palmar del Bajío y La Rosa Roja, ameniza la fiesta entre amigos. No asombra la encurrencia, y mucho menos que Alfredo Sadel y Simón Díaz, músicos Venezolanos amigos de Cuba, lo definieran como una de las grandes voces de América Latina. "Entregaba en cada interpretación por encima de todos sus logros formales(méritos y rítmicos) una atmósfera auténtica, sangre de su vida", comentó Díaz. Esta proyección trascendió a otros géneros. En el Cha Cha Chá reconoció Barbarito "una magnifica modalidad del Danzón que ha prendido en el corazón del cubano. lo acepto como algo nuestro al igual que al Danzón.

Trabajó como mecánico en el central y en el año 1930 se traslada definitivamente para La Habana donde comienza a cantar en trío de Graciano Gómez e Isaac Oviedo, contando con solo 21 años comenzó una carrera artística en la cual alternó con la Orquesta Danzonera de Antonio María Romeu, con la cual se dio a conocer. No tuvo una formación musical académica, no tocaba ningún instrumento, pero su inigualable voz y sus interpretaciones musicales lo convirtieron en ídolo público, su voz inmortalizó páginas musicales como Martha del compositor Moisés Simons, Lágrimas Negras, Olvido, Juramento, El que Siembra su Maíz de Miguel Matamoros, entre otros. Barbarito no fue ni Sastre ni mecánico como deseaban algunos miembros de su familia. Sus caminos eran otros. Cuando llegó desde oriente a la capital, tuvo que abrirse paso para sobrevivir a la crisis político económica existente en el país durante la década del 30.

Realizó giras artísticas a Puerto Rico, 1933, con el Septeto Matancero; 1935, Santo Domingo, República Dominicana, con su orquesta dirigia por Armando Valdespí; 1959, a Nueva York, con Fajardo y sus Estrellas, con la que se presentó en el teatro de Puerto Rico y en el Palladium; 1960, Miami; 1980, Venezuela, se presentó en el Poliedro, y en el Super Show del Recuerdo; 1982, Venezuela, con la Orquesta Aragón, Conjunto Musical Son 14 y el Trabuco Venezolano; 1984, Venezuela, donde actuó con su orquesta en el salon Nauguatá del Hotel Tamanco; 1985, Venezuela, actúa en el Ateneo de Caracas con Pablo Milanés; 1981, México, acompañado por la orquesta de Guillermo Rubalcaba; 1985, México.

Hay que señalar que aunque gran parte de su vida transcurrió en Manatí, donde cada año se le rinde homenaje en la fecha de su natalicio, Barbarito Diez manifestó siempre que habías nacido en Bolondrón y en 1979, en el marco de la II Semana Municipal de Cultura, se le ofreció un homenaje en dicha localidad. En 1999, al celebrarse el 90 aniversario de su nacimiento, el Museo Municipal le dedicó una Muestra.
La Habana, 6 de mayo de 1995 al fallecer cumpliría ya 86 años el 4 de diciembre, contaba con las distinciones "Por la Cultura Nacional" y "Raúl Gómez García", además de la medalla "Alejo Carpentier" y la Orden "Félix Varela" de Primer Grado", entre muchos galardones, reconocimientos y trofeos. Toda una vida por su firme calidad entroncó con lo mejor de nuestra tradición musical. Barbarito Diez Junco siempre estará entre nosotros, como un gigante del pentagrama de su majestuosa figura, que cual Palma Real se yergue en el Centro de la Cultura Nacional y en el corazón de nuestro pueblo que permanentemente le rinde Homenaje. Era sencillo, modesto, de una profunda naturalidad, comentan vecinos y amigos. A Barbarito Diez lo envolvía esa magia que crea una virtud estética en la creación artística tipifica la expresividad del individuo creador en el arte cubano. En honor a la memoria de Barbarito Diez, el municipio de Manatí construyó un monumento el cual esta situado en el parque José Martí Pérez de dicho territorio, además de una casa para su descanso que actualmente es la Casa de la Música "Barbarito Diez".


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