AMADEO ROLDAN GARDES
Compositor. Iniciador del moderno arte sinfónico en Cuba. Primer músico cubano que incorporó los instrumentos afrocubanos a la orquesta sinfónica.Nació en París el 12 de julio de 1900. Roldán luego adoptó la ciudadanía cubana, que era la materna.
En 1908 ingresó en el Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, donde estudió solfeo con Pablo Hernández, y a partir de 1909, violín con Agustín Soler y Antonio Fernández Bordas. En 1913 inició sus estudios de armonía con Conrado del Campo y posteriormente los continuó con Benito García de la Parra. De 1917 a 1919, fue discípulo de composición de Conrado del Campo.
Ese mismo año, 1917, ingresó como primer violín de la Orquesta Filarmónica de Madrid, dirigida por Benito Pérez Casas, y a partir de 1918 realizó varias giras por distintas ciudades de España.
En 1919 se trasladó para Cuba, donde completó su formación con el compositor y director de orquesta español Pedro Sanjuán Nortes. En 1921 ingresó como viola en la Sociedad de Música de Cámara, dirigida por el pianista Alberto Falcón, y en 1922, en la Orquesta Sinfónica de La Habana.
Al año siguiente entró como profesor al Conservatorio Iranzo; en 1924 pasó a trabajar como violín concertino de la Orquesta Filarmónica de La Habana, de la que pasó a ser subdirector en 1925, y fue elegido secretario de la Sociedad Solidaridad Musical de La Habana.
En 1926 organizó, con Alejo Carpentier y Alberto Roldán, los conciertos de Música Nueva que se ofrecieron en la Sala Falcón, y donde se dieron a conocer por vez primera en Cuba obras de Alexander Scriabin, Claude Debussy, Erick Satie, Manuel de Falla, Maurice Ravel, Francis Poulenc e Igor Stravinsky.
En 1927 actuó con el Cuarteto de La Habana, del cual fue fundador y primer violín, en las conferencias ofrecidas por el compositor español Joaquín Turina en la Sociedad Hispano-Cubana de Cultura.
El 3 de abril de 1929, acompañado al piano por Turina, actuó en el Teatro Martí; y el 11 de septiembre del mismo año dirigió por vez primera la Orquesta Filarmónica de La Habana.
Pasó a ser subdirector del Conservatorio Iranzo. En 1930 fue aceptado como miembro de la Pan-American Association of Composers, y fue nombrado director de la West Indies Section.
En 1931, en unión de César Pérez Sentenat, fundó la Escuela Normal de Música de La Habana. En 1932, también junto a Pérez Sentenat, organizó los conciertos “La Obra Musical”, en los que se ejecutaron por vez primera en Cuba obras de autores como Blas Serrano, Mateo Ferrer y Joaquín Nin Castellanos. Ese mismo año Roldán actuó por vez primera como director titular de la Orquesta Filarmónica de La Habana y se fundó el Conservatorio de la Filarmónica, del cual fue profesor de armonía y composición.
En 1933 estrenó la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven con la Orquesta Filarmónica de La Habana y la Coral de La Habana dirigida por María Muñoz, en la que actuaron como solistas Luisa de Lepa Ves, soprano; Elisa Vázquez, contralto; Sinforiano Galán, tenor; y Alberto Márquez, barítono.
En 1934 renunció a la dirección de la Escuela Normal de Música de La Habana, y quedó sólo como profesor de violín; fue electo director del Conservatorio de la Filarmónica.
En 1935 dirigió el ballet Coppelia, en el teatro Auditorium, con Alicia Alonso en el papel de Swanilda. En 1936 ofreció un curso de apreciación musical en la Sociedad Lyceum y fue elegido director del Conservatorio Municipal de La Habana, cargo al que renunció en 1938.
El 17 de junio de 1938 dirigió por última vez la Orquesta Filarmónica de La Habana y falleció al año siguiente.
Amadeo Roldán fue el iniciador del moderno arte sinfónico en Cuba, el primer músico cubano que incorporó los instrumentos afrocubanos, no como simple acompañamiento, sino como elemento protagónico y constructivo de la obra musical. Fue el primero en representar gráficamente los ritmos propios de esos instrumentos de percusión con todas sus posibilidades técnicas.
Con Roldán, el panorama musical cubano se abrió al mundo, y se entablaron importantes relaciones e intercambios con compositores y directores extranjeros.
La Obertura sobre temas cubanos y otras obras suyas constituyeron el acontecimiento más importante de la historia musical cubana hasta su día del siglo XX, por su proyección e implicaciones.
Lo más singular era que Roldán, al esbozar su Obertura, se volvió por instinto hacia un tipo de expresión folklórica captado varias veces en el siglo XIX: el Cocoyé oriental, estilizado ya por algunos autores como Juan Casamitjana, Pablo Desvernine y Louis Moreau Gottschalk.
Los Tres pequeños poemas (Oriental, Pregón, Fiesta negra) se estrenaron en 1926, y pasaron en el acto a los atriles de la Orquesta Sinfónica de Cleveland. En el Oriental volvían a utilizarse temas del Cocoyé, pero despojados de elementos que les restaban travesura y gracia en la obra anterior. El Pregón, inspirado por un auténtico grito callejero, con su atmósfera de modorra y de calor, recordaba todavía la manera impresionista de Roldán. En la Fiesta negra, en cambio, el músico comenzaba a especular con temas que no consideraba ya como valores poéticos, de color, de ambiente, sino como factores musicales.
En esta etapa de su producción, el músico recurrió pocas veces al documento folklórico (exceptuándose el Pregón) y captó directamente la hirviente vida populachera de La Habana de 1830, en el día de la fiesta de Reyes.
La Rebambaramba quedó como la más famosa de sus partituras, habiendo sido ejecutada en México, en París, en Berlín, en Budapest, en Los Ángeles y en Bogotá. Terminada La rebambaramba, el músico quiso escribir, como complemento, un ballet que evocara la moderna vida rural de Cuba. Sobre un texto de Alejo Carpentier, compuso El milagro de Anaquillé, auto coreográfico en un solo cuadro (1929). La acción musical que se desarrolla a la sombra de un ingenio de azúcar, comienza por una explotación de lo guajiro –décima y zapateo-, antes de pasar a un elaboradísimo trabajo sobre los temas rituales de las ceremonias inicíacas de los ñáñigos. El black-bottom, que acompaña la danza de los norteamericanos, dueños del ingenio, sirve de puente entre “lo blanco” y “lo negro” de Cuba, en este caso, perfectamente delimitados.
Al ser estrenada, la partitura promovió un cierto escándalo por su dureza. Nada habla en ella que quisiera acariciar o conquistar por seducción. Harmónicamente, es una de las partituras más recias de Roldán.
Después de haber trabajado con la orquesta grande, Roldán, a partir de 1930, se vio cada vez más solicitado por los problemas de sonoridad, equilibrio y construcción, que plantean los conjuntos reducidos. Ya había escrito su Danza negra, sobre un poema famoso de Palés Matos. Ahora iniciaba la serie de sus Rítmicas.
Después de escribir Curujey (1931), sobre poema de Nicolás Guillén, Roldán vio editados en Nueva York, en 1934, sus Motivos de son, con texto del mismo poeta.
Sus ideales fueron ante todo conseguir hacer un arte esencialmente americano, en un todo independiente del europeo, un arte americano, continental, digno de ser aceptado universalmente, no por el caudal de exotismo que en él pueda haber sino por su importancia intrínseca, por su valor en sí como obra de arte, por el aporte que hay en el nuestro al arte universal.
Arte nuevo, procedimientos nuevos, arte americano, procedimientos americanos, sensibilidad, formas, medios de expresión nuevos, pero inspirados en el más pleno y sincero sentimiento artístico, música, arte, emoción ante todo, modernidad, actualidad en la sensibilidad y en el lenguaje.
Amadeo Roldán falleció en La Habana el 2 de Marzo de 1939. Al morir, en plena capacidad creadora, dejó una rica e incuestionable herencia musical.