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El gran dolor de José Martí ante la muerte de su padre Mariano de los Santos Ma

El gran dolor de José Martí ante la muerte de su padre

Mariano de los Santos Martí y Navarro (1815-1887)
En diferentes etapas de su vida José Martí destacó el valor de los padres en general y del suyo en específico.

De manera muy especial algo que conmovió a Martí fue el fallecimiento de su padre, Mariano Martí, hecho ocurrido el dos de febrero de 1887 en La Habana. En ese momento Martí se encontraba en Nueva York y no veía a su padre desde hacía varios años.

Y lo que experimentó al conocer el fallecimiento de Don Mariano se puede apreciar si se tiene en cuenta lo que le manifestó en una carta que le escribiera a su gran amigo y hermano, Fermín Valdés Domínguez.

Él le manifestó: “Mi padre acaba de morir, y gran parte de mí con él.”

Resumió con dicha frase la angustia que lo embargaba y seguidamente le expresó Martí a Fermín: “Tú no sabes como llegué a quererlo luego que conocí bajo su humilde exterior toda la entereza y hermosura de su alma.”

Igualmente en el propio año 1887 Martí le había expresado en una carta a su cuñado José García, al referirse a la bondad de Don Mariano: “Jamás José, una protesta contra esta austera vida mía que privó a la suya la comodidad de la vejez.”

Varios años después del deceso de su padre José Martí dejó constancia a través de sus Versos Sencillos del gran amor y respeto que sintió por él al afirmar:

“Si quieren que de este mundo

Lleve una memoria grata,

Llevaré, padre profundo,

Tu cabellera de plata.”

Puede decirse que a pesar de vivir durante mucho tiempo alejado de Cuba, Martí no dejó de sentir una profunda preocupación por su familia, y de manera muy especial por sus padres.

Esto, por ejemplo, se puso de manifiesto en sus cartas, entre ellas en una que le dirigió a su hermana Amelia en la que le señaló al evocar la figura de Mariano: “Tú no sabes Amelia mía, toda la veneración y respeto tiernísimo que merece nuestro padre. Allí donde lo ves, lleno de vejeces y caprichos es un hombre de una virtud extraordinaria.”

Y a modo de consejo le precisó también a su hermana Amelia:

“Piensa en lo que te digo. No se paren en detalles hechos para ojos pequeños. Ese anciano es una magnífica figura. Endúlcenle la vida. Sonrían de sus vejeces. Él nunca ha sido viejo para amar.”

Martí supo tener en cuenta y destacó las grandes cualidades de su padre, particularmente su bondad y honradez.

En la carta que he hecho referencia que él le escribiera a su hermana Amelia, le comenta que el padre de ambos era un hombre y resaltó además que había llevado la honradez en la médula como lleva el perfume una flor, y la dureza de la roca.

Y aseguró: “Ha sido más que honrado: ha sido casto.”

A través de su existencia Martí no olvidaría a su padre y a las enseñanzas que éste le aportó con su modo de actuación.

En 1894 cuando ya estaba de lleno trabajando en los preparativos de la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba, él volvería a recordar emotivamente a Don Mariano.

Precisamente en carta dirigida a José María Pérez Pascual comentó: “Así era mi padre, valenciano de cuna y militar hasta el día en que yo nací: Él me dijo un día volviéndose de súbito: Porque hijo, yo no extrañaría verte un día peleando por la libertad de tu tierra.”

Y consecuente con ello Martí hizo realidad ese planteamiento de su padre cuando se entregó por entero en el empeño de lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba y cuando una vez logrado esto no se conformó con lo realizado quedándose lejos de donde se desarrollaban las acciones, sino que se trasladó hacia su tierra natal para con la fuerza de su ejemplo contribuir al desarrollo de lo que él catalogara como la Guerra Necesaria.

Acerca de esto y de las características del padre de José Martí, el profesor Jorge Juan Lozano señaló: “El padre había ingresado en el ejército destacado en “la diosa de la guerra”, la artillería. En 1850 había arribado a Cuba como sargento primero de una batería que se enclavó en la Fortaleza de la Cabaña. Después de prestar servicio militar durante seis años, seis meses y diez días, fue licenciado con el grado de subteniente de infantería en diciembre de 1855.

Trabajó más tarde como celador de los barrios del Templete y Santa Clara. Ello significa que en un país basado en economía de plantación con fuerza de trabajo esclava, la familia fundada por don Mariano pertenecía al sector más modesto de la pequeña burguesía urbana.

La integridad de carácter, la laboriosidad y la responsabilidad ante el trabajo fueron dones que Martí aprendió de su progenitor, que ejerció como sastre, oficio de herencia familiar, en Ciudad México y en La Habana ayudado por su esposa e hijas. Por eso lo recuerda emocionado en los Versos sencillos: “Pensé en mi padre, el soldador: Pensé en mi padre, el obrero.”

La rudeza del temperamento paterno varias veces hirió al hijo, sin embargo el padre pudo intuir lo que esperaba a José Julián cuando, de niño, le vaticinó: “A mí no me sorprendería verte pelear, cuando seas grande, por la libertad de esta tierra.” (*)

(*) Trabajo “Un ángel en La Habana”, Revista Honda, No. 26, 2009, página 40

Publicación de Víctor Pérez-Galdós Ortíz


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