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El abominable, inaceptable y despreciable racismo sufrido, incluso, en «CUBA»

Por. Henry Puente.

Los cubanos, a los que nos gusta tanto expresar lo opuesto de lo que otra persona afirma, negar aquello que es cierto, o contradecir a los demás, no podíamos menos que llamar monstruos a personas excepcionales, a las muy destacadas en alguna actividad, por ej. Entre muchos más, le decimos monstruo a María Callas, Alicia Alonso o Celia Cruz, porque en verdad dentro de su disciplina lo son.
Pero el monstruo en cuestión que vamos a hablar es de otro tipo, es del tipo agradable, incomparable, inigualable, un verdadero virtuoso que no se va a repetir y que también es del “monstruo”, norteamericano.
Cole, cantante y pianista estadounidense, alcanzó popularidad mundial en los años cuarenta, cincuenta y principios de los sesenta gracias a su melosa voz y a un variado repertorio de temas románticos. Considerado uno de los grandes innovadores del piano en la música de jazz, prefirió centrar su carrera en la interpretación vocal en lo que fue todo un maestro.
Era el crooner por excelencia y solamente Frank Sinatra fue capaz de opacarlo, sobre todo teniendo en cuenta que era un blanco norteño en un país con un profundo racismo.
Nathaniel Adams Coles nació el 17 de marzo de 1917 en Montgomery, capital del estado sureño y segregacionista de Alabama, pero su familia emigró a Chicago, a un norte más desarrollado y menos rígido en la sanción de la diferencia racial.
En Chicago su padre, pastor bautista, se hizo cargo de una iglesia, el matrimonio formado por Edward James Coles y Perlina Adams, tuvo trece hijos, de los que sólo cinco llegaron a la edad adulta, Nat, el cuarto de ellos, creció en un entorno familiar de estrictas normas morales, pero muy adecuado para su inclinación por la música y en particular por el piano, su madre tocaba el órgano en la iglesia, su hermano Eddie, seis años mayor, se inició muy joven como bajista en bandas de jazz, el quinto hermano, Ike, también fue pianista profesional.
Sin duda que el ghetto negro de Chicago, centro de la entonces emergente música de jazz, ofreció a Nat la posibilidad de completar su formación artística.
Con solo dieciséis años, por su excelente técnica pianística y con muchos conocimientos de jazz, gospel, blues y música clásica, formó sus dos primeros grupos, una big-band llamada Rogues of Rhythm y el quinteto Nat Coles and His Royal Dukes.
Poco más tarde, tras casarse con Nadine Robinson, una de las bailarinas del espectáculo, se trasladó a Los Ángeles, ciudad en la que habría de residir hasta el final de sus días y donde logró un sólido prestigio como músico de jazz que se multiplicó al formar un trío que presentaba la originalidad de prescindir de la batería.
El Nat Cole Trio, nombre profesional del que desapareció la “s” final de su apellido, le catapultó a la fama gracias a su depurado estilo de tocar el piano, deudor de Earl Hines, uno de los grandes nombres del jazz de todas las épocas, y que había sido su mentor y al peculiar soporte rítmico proporcionado por la guitarra de Oscar Moore y el contrabajo de Johnny Miller se convirtió en un mito.
En 1943 firmó un contrato por siete años con Capitol Records, compañía discográfica con la que grabará todos sus discos, y que en cierta forma, influenció en cambiar su rumbo, ya que un obstinado cliente de un club le descubrió sus grandes posibilidades como cantante al casi obligar a Nat a cantar el tema Sweet Lorraine, en cualquier caso, el hecho real es que su voz cálida y aterciopelada fue la clave del enorme éxito que obtuvo como crooner o intérprete melódico y que gracias a ella se convirtió en el primer artista negro en conseguir ser aceptado masivamente por el público blanco.
Se cuenta que fue también otro espectador quien, entusiasmado tras escucharle en un club, fabricó una corona de cartón y se la colocó al grito de “You are the King” (Tú eres el rey). A partir de entonces fue para siempre Nat King Cole, un ídolo de multitudes.
En 1948, coincidiendo con el lanzamiento comercial de Nature Boy, Nat King Cole, que se había divorciado poco antes de su primera mujer, se casó con Maria Ellington, joven cantante nacida en una familia de la burguesía negra culta de Massachusetts, con su nueva esposa, que abandonó los escenarios y jugó un papel fundamental en su carrera al instarle a perseguir objetivos siempre más ambiciosos, tuvo cinco hijos: Carol (adoptada) Natalie, Nat Kelly (adoptado) y las gemelas Casey y Timolin. Y su esposa, a pesar del prestigioso apellido no tenía ningún parentesco con el gigante del jazz, Duke Ellington., aunque cantó con su orquesta.
Tras su boda con la atractiva y refinada Maria Ellington, pretendió instalarse en la mansión que había comprado en Hancock Park, un exclusivo barrio de Los Ángeles, entonces sus vecinos organizaron una campaña contra él por su color de piel y hasta le tirotearon su casa, el triunfo de un negro en los Estados Unidos tenía entonces unos límites bien definidos, pero consiguió finalmente vivir allí, lo que da idea del estatus social que ya había obtenido.
Para ciertos sectores de la sociedad blanca, era un negro que había llegado demasiado lejos y para otros de la población negra, alguien que había dejado de ser uno de los suyos.
Pero el peor incidente racista en que se vio envuelto, ocurrió en 1956 en Birmingham, la ciudad más populosa de su estado natal de Alabama, fue de los primeros artistas contratados por la Capitol Records y ser el primer afroamericano en tener su propio programa de televisión, llamado «The Nat King Cole Show», el abominable y despreciable Ku Klux Klan, expresión más profunda del racismo en los Estados Unidos de los años 50, se sintió profundamente irritado con el triunfo de un negro, a pesar de que el programa fue todo un éxito, duró muy poco en el aire por falta de patrocinadores o anunciantes, porque aquellos que lo hicieron, fueron amenazados con no comprar sus productos o servicios, sobre todo en los estados sureños.
Pero el extremo llegaría durante un concierto en Alabama, donde tres miembros de una asociación blanca extremista lo asaltó en Birmingham, para secuestrarlo, lo golpearon fuertemente con el micrófono, cayendo en el banco del piano y se lastimó la espalda, pero llegó la policía y controló el altercado.
Con una mayoría de espectadores blancos, más de cuatro mil, no hubo ninguna reacción y Nat dijo: «Yo solo vine a divertirlos, yo nací aquí en Alabama y miren como me han tratado», Nat ofreció un segundo concierto, está vez solamente para público negro, también signo de racismo en mi opinión, pero a su vez resulta muy comprensible su actitud y malestar, los asaltantes recibieron una leve sanción y Nat nunca volvió a Alabama.
La esposa de Cole, a dos mil millas de allí, se enteró del incidente rápidamente lo que no es difícil de imaginar teniendo en cuenta algunos de los amigos que tenía, entre ellos Frank Sinatra la tranquilizó diciendo: “No te preocupes, cariño, vamos a sacarlo de allí.” Ella no sabía a quién se refería cuando dijo “nosotros”, pero algunos de los amigos de Sinatra eran gente como Carlo y Joe Gambino, Jimmy Fratianno, Salvatore Spatola, y Albert Anastasia, mafiosos muy poderosos, siendo hombres clave dentro de Estados Unidos.
Un avión fue desviado y llevó a Nat King Cole y sus músicos lejos del peligro, hasta Chicago, detrás estaba la mano de Frank, secundado por Ava Gardner, quien siempre fue una fiel y apasionada defensora contra el racismo, asimismo, tuvieron la ayuda al requisar aquel avión del entonces vicepresidente Richard Nixon.
Pero el racismo imperante traspasaba todas las fronteras, en un viaje de Nat King Cole a La Habana se desató una polémica porque el Hotel Nacional no quiso admitirlo por su raza, poco después, y ante el tremendo éxito en sus actuaciones en Tropicana, es contratado nuevamente, pero exige como premisa que fuera hospedado en el Hotel Nacional, está vez pasó dos semanas en el famoso hotel y hoy en día, una estatua recuerda su estancia allí.
De carácter tímido y afable, Nat King Cole un hombre afable y muy respetuoso, no se involucró mucho en asuntos ajenos a su trabajo, y su apoyo a la causa de los derechos civiles de los negros fue limitado, lo que lo llevó a estar entre dos fuegos, pero también su condición de masón, a cuyos principios fue siempre fiel, lo ayudaron a acercar a las personas a través de la música.
En los años 50 Las Vegas estaba envuelta en todo un frenesí de casinos, música y espectáculos con los mejores artistas, pero hay que recordar que los mismos que había hecho surgir a Las Vegas de la nada en el medio del desierto, habían visto a La Habana como un destino de mucha más ventajas que el enclave de Nevada y habían hecho allí grandes inversiones, con Santo Trafficante y Meyer Lansky al frente.
Es por ello que cuatro flamantes casinos competían en La Habana por ganarse la simpatía de los turistas norteamericanos, siempre numerosos en la Isla, de los cuales algunos sólo iban a pasar el fin de semana y otros solamente iban a jugar y se marchaban a la mañana siguiente, mientras otros estaban por tiempos mayores o residían en La Habana, y lo que tanto éxito les dió en Las Vegas como forma de atraer clientes, lo repitieron en Cuba, o sea, los suntuosos shows y espectáculos en sus cabarets, por ello la competencia no se podía quedar atrás, por lo que que por los mismos días en que Nat King Cole actuaba en la pista de Tropicana, Lena Horne lo hacía en el Montmartre y Tony Martin en el Sans Souci, como también lo hicieron otras figuras de la talla de Edif Piaf y Maurice Chevalier.
Nat King Cole fue a La Habana en cuatro ocasiones , una de forma privada para conocer el escenario donde se presentaría, aunque de esa visita no hay muchos datos, y tres para cantar en el famoso cabaret, cuando llega a La Habana era junto a Frank Sinatra, los intérpretes más vendidos, pero verdaderamente este acercamiento a la música cantada en español comenzó en Cuba.
No queda dudas de que este acercamiento a la música en español comenzó por La Habana, cuando realiza sesiones de boleros y chachachás con la Orquesta del cabaret Tropicana dirigida por Armando Romeu, en esos años, en la capital cubana, los tres grandes cabaret Sans Souci, Montmartre y Tropicana competían por las grandes producciones musicales y buscaban contratar a las figuras más exitosas internacionalmente.
Fue Roderico Neyra (Rodney), quién sugiere al dueño de Tropicana, Martin Fox, que contratará a Nat King Cole, también como una forma de romper la barrera del color en Tropicana, Cole acepta, pero sobre la base de una remuneración que, para la época, resultaba una fortuna.
Representantes de la dirección del cabaret con un equipo de periodistas y fotógrafos fueron hasta Miami para acompañar al cantante en vuelo especial en marzo de 1956, a bordo del Super G Constellations de Cubana de Aviación, el que se convirtió en un «Tropicana volante», lo que impresionó a Nat King Cole, quien estaba acompañado de su esposa, su hija Nathalie, el peluquero, el jefe de estudio y de luces, el representante y un grupo musical (bajo, batería y piano).
Nat se quedó impactado con la belleza de La Habana, con su profesionalidad, organizó con su equipo un viaje de incógnito al cabaret para estudiar el lugar y el audio.
En cada presentación interpretó 37 canciones, siempre con un smoking y al final se sentó al piano para tocar jazz, lo que deleitó a los asistentes, ya que estaba entre los cuatro mejores pianistas del jazz del mundo.
A petición de Cole, Bebo Valdés interviene en El bodeguero junto al percusionista Guillermo Barreto y la orquesta de Tropicana reforzada con violines de la Orquesta Sinfónica Nacional, ahí Nat se dio cuenta que la orquesta, bajo la dirección de Armando Romeu era una constelación de estrellas y con ella quiso grabar el disco, después de las grabaciones se realizó una gran cena en la Bodeguita del Medio, lugar imprescindible para cualquier visitante ilustre. Y también fue una sensación en sus varios recorridos por la ciudad.
En esa primera visita a La Habana, Nat King Cole pretendió hospedarse en el exclusivo Hotel Nacional, pero la gerencia se disculpó por no tener habitaciones disponibles, eran los tiempos en que en ese hotel no permitía “personas de color”, ni siquiera como trabajadores, el único empleado negro era el limpiador de botas que trabajaba en el vestíbulo disfrazado de eunuco.
Como se espera las actuaciones de Nat King Cole en Tropicana fueron todo un éxito, su cálida y melodiosa voz, sobriedad de gestos y elegancia cautivaron, sobre todo, al público femenino, fue tal la acogida, que el avispado y próspero empresario lo contrató para la temporada siguiente, comenzaba el segundo mes del año 57 y Tropicana anunciaba un show verdaderamente romántico para la noche del 14 de febrero, día de los enamorados, Nat King Cole volvería con su exquisita sensibilidad, su encantadora desenvoltura, su magia despojada de toda estridencia, solo una condición agregó está vez el artista, como ya fue mencionado antes, el empresario debería garantizar que él y su familia pudiera hospedarse en el Hotel Nacional y desde luego, en esta ocasión sí hubo habitaciones disponibles.
Armando Romeu, director de la Orquesta de Tropicana contaba que durante su actuación dialogaba con el público y de repente entraba a cantar en el mismo tono que lo hacía la orquesta, muestra de un oído musical excepcional.
El inmenso Bebo Valdés, dialoga sobre aquellas noches en Tropicana con Nat, cuenta que él no tocaba porque lo hacía el King, y no necesitaba introducción de orquesta, entraba allí cantando y después caía la orquesta sin introducción alguna y cambiaba de un tono a otro con una maestría impresionante, el terminaba de cantar, aplaudían y empezaba directamente a cantar otra pieza en el tono que fuera sin ningún error, Bebo lo considera el artista más grande con quien ha trabajado.
En su segunda visita a Cuba y actuación en Tropicana se hospeda en el Hotel Nacional por dos semanas y una tarde se da una escapadita, en presencia de periodistas y cámaras de televisión, para visitar la fábrica de discos Panart, concesionaria de la Capitol. También llega hasta la discoteca de Fusté, en Amistad y Neptuno, ya en Hollywood Ramón Sabat, presidente y dueño del sello cubano Panart había convencido al cantante para grabar en La Habana un disco completo en español, incluyendo algunos temas cubanos. Este registro fonográfico de una serie de temas serían clásicos en su discografía.
Hace más de 50 años Nat King Cole editó Cole Español impactando con un acercamiento a la música cubana y mexicana que ninguna otra gran figura de la canción norteamericana había abordado, Grabó tres discos en español.
Lo cierto es que Nat bailó en casa del trompo cantando boleros y canciones en español, y lo hizo magistralmente, pero además de su éxito, ayudó a difundir la música cubana en lugares donde nunca antes se había escuchado…

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