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ORQUESTA Anacaona En 1932 el son cubano era considerado música “vulgar” de la g

ORQUESTA Anacaona

En 1932 el son cubano era considerado música “vulgar” de la gente de pueblo. Por supuesto, sólo podía ser tocado por hombres. Sin embargo, fue en este contexto que las nueve hermanas Emma, Bola, Ada, Flora, Ondina, Cuchito, Cachita, Alicia y Millo Castro fundaron Anacaona junto a la cantante Elsa Rigual, la primera y única orquesta femenina de son cubano.

“Los aires libres o cafés al aire libre eran el corazón latiente de La Habana en 1930. Ahí fue donde mis diez hermanas y yo provocamos sensación con la Orquesta Anacaona”, escribe Alicia. Cuchito, la segunda hermana mayor de las Castro tuvo la idea de formarla a principios de 1930, cuando el dictador Gerardo Machado y Morales tiranizaba al pueblo cubano.

El padre de las hermanas Castro era un hombre de negocios que convenció a su esposa Concepción para que tomara clases de piano, ya que le gustaba cantar a dueto con su hermana. Sin embargo, ella dejó la música en cuanto empezó a tener hijos. “El piano no es para mí. Mi destino es criar a esta familia”, recuerda Alicia en voz de su madre. Los Castro eran una familia de 14 hijos y el matrimonio. Su padre los inscribió a todos en clases de piano.

Alicia, la novena en nacer, recuerda que su padre no tenía la intención de formar un conjunto musical, sino simplemente hacer música en casa para hacer la vida más disfrutable. “Para él, el arte no debía tratarse como un lujo, debía ser el punto más importante en la vida”.

Sus conciertos inspiraron a otras mujeres a formar sus propias orquestas y en 1933 empezó la era de las bandas femeninas. Sin embargo, los otros grupos no tomaban tantos riesgos y elegían géneros menos controversiales como danzón, valses y paso doble.

Las únicas excepciones eran Anacaona y Ensueño, liderada por Guillermina Foyo, quien se atrevió a formar la primera orquesta de jazz de mujeres en La Habana. En Anacaona, la primera vocalista fue Elia O’Reilly, pero tiempo después dejó la banda para dedicarse a su familia. Posteriormente contrataron a Graciela Pérez, quien atraía a un público más grande.

Ondina Castro tocaba la trompeta. Tres meses de lecciones le alcanzaron para llegar a los escenarios, primero con el Septeto Nacional y después con Anacaona. En ambas era la mejor.

En la década de los treinta, aún eran unas niñas, pero ya contaban con “tarjetas” de presentación, una fotografía postal de las hermanas en vestidos blancos o guaracheras con los instrumentos al centro. Ziomara, la más joven de todas de todas, tenía siete años en ese entonces y se encargaba de distribuir las postales entre los asistentes norteamericanos.

No todas tocaban en la orquesta al mismo tiempo, la banda solía operar como septeto. Algunas, de acuerdo con sus habilidades y edades, se sumaban a Anacaona, mientras otras optaban por empleos diurnos. Flora María Castro fue una de ellas, pero mientras trabajaba en una tienda departamental conoció a un hombre con quien se casó y se opuso rotundamente a que ella tocara música o se “exhibiera”. Aunque el padre de Flora intentó defenderla, al final no consideró tener autoridad sobre el matrimonio de su hija.

El nombre Anacaona hacía alusión a una princesa taína nativa en el siglo XV. Luego de que los españoles aprisionaran y mataran a su esposo Caonabo, Anacaona empezó a componer poemas y areítos, expresiones artísticas y musicales de los taínos. Más adelante, Anacaona se comportó como toda una funcionaria de la diplomacia ante los españoles, pero como suele ser la historia de los colonizados, ellos la traicionaron y eventualmente la aprisionaron.

Graciela Pérez, era una cantante muy espiritual y convocó al resto de la banda a una sesión, porque sentía que el espíritu de Anacaona les hablaba. Una mujer fungió como la médium en la sesión espiritista y a través de ella, Anacaona les exigió que dejaran de usar su nombre. Caonabo también habló a través de la medium para decirles que quería probar su poder durmiendo a una de las hermanas. Una de ellas, Bola, se quedó dormida instantáneamente.

A partir de esa sesión, las hermanas quedaron muy alteradas y compraron figuritas de Anacaona y un retrato de Caonabo para pedirles protección. De acuerdo con Alicia Castro el espíritu de la princesa india fue quien les otorgó la fortuna que vendría para ellas.

La orquesta Anacaona salió de gira por Puerto Rico, México, Colombia y Venezuela. En 1937 grabaron discos de sones con el sello RCA Victor, se presentaron en Nueva York y en París, donde alternaban presentaciones con el guitarrista Django Reinhardt y el violinista Stephane Grapelly. En París la vida les sonreía, a veces platicaban con Marlene Dietrich, otras con el Duque de Windsor, quien acababa de abdicar al trono. Su paso por Europa incluyó más países como Alemania, Inglaterra e Italia.

Aunque en el amor encontraron infortunios, compromisos sin concretarse y esposos violentos y celosos, las Anacaonas estaban conscientes de que su compromiso era con la música. Una de ellas, Millo, mantuvo una relación cercana con Luis Aguilar y de amistad con Jorge Negrete durante su estancia en la Ciudad de México en 1945.

George Gershwin, Cole Porter y Nat King Cole fueron a verlas a Cuba en los aires libres. En la Ciudad de México participaban en películas y el director de orquesta, Dámaso Pérez Prado, les organizaba fiestas a principios de los cincuenta. La Orquesta Anacaona pudo haber competido sin problema con la de Pérez Prado, si así lo hubieran querido.

En 1960, ellas deseaban continuar en una gira por España, pero no lograban pagar todos los boletos de avión. En Cuba se interrogaba extensamente a los artistas que tenían iras planeadas.

Eventualmente, Graciela se fue a Estados Unidos y se convirtió después en la cantante estelar de la Orquesta Machito, junto a su hermano, quien tocaba el Cubop, considerado el bebop cubano y precursor del Latin Jazz. La Orquesta Anacaona vio nacer y crecer además las carreras de las jóvenes cantantes Celia Cruz y Omara Portuondo, que cantaría después en Buenavista Social Club.

A pesar de que algunas integrantes de la banda se fueron a Estados Unidos, cuando la tensión en Cuba creció tras la revolución, las hermanas Castro permanecieron tan juntas como pudieron y tocaron hasta el final, en 1989, cuando se retiraron.

La Orquesta Anacaona tocó durante cinco décadas, fue declarada parte del “patrimonio cultural de Cuba” en ese mismo año y su legado fue ver al son cubano trascender en el mundo entero.



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