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SINDO GARAY Antonio Gumersindo Garay y García, conocido como Sindo Garay fue un

SINDO GARAY

Antonio Gumersindo Garay y García, conocido como Sindo Garay fue un músico cubano que, aun sin contar con formación académica, supo ganarse un sobresaliente lugar en la trova tradicional.

Fue creador de más de 600 obras que retratan la idiosincrasia cubana; entre sus temas destacan su admiración por su tierra natal, los paisajes, las mujeres y el amor. Entre sus creaciones encontramos: Amargas verdades, Mujer bayamesa, Guarina, La tarde, Perla, Retorna y Tormento fiero.

Sindo Garay nació el 12 de abril de 1867, en Santiago de Cuba. En su casa, muy pobre, nunca faltó sin embargo el encanto de la música. "En mi casa siempre había una, dos y hasta tres guitarras, sin contar las de mamá y papá".

Incluso recuerda el trovador que su madre lo dormía de niño cantándole La Bayamesa, de Céspedes, Castillo y Fornaris. Años después, en 1918, Sindo legaría a la historia musical cubana su propia Mujer Bayamesa.

En sus años de infancia, en pleno apogeo de la primera guerra contra el coloniaje español, más de una vez llevó importantes mensajes de los patriotas cubanos. Es famosa la anécdota de que siendo un adolescente cruzó varias veces la bahía de Santiago de Cuba, una de las más amplias del país, con órdenes y documentos de los laborantes cubanos contra España.
Un día se atrevió a tomar la guitarra de uno de los habituales asistentes a las descargas troveras de su hogar y comenzó a intentar imitar lo que veía hacer a sus mayores. Un par de regaños y un par de intentos hasta que un golpe en la puerta lo interrumpe. Era justamente el dueño de la guitarra, nada más y nada menos que Pepe Sánchez, quien enterado enseguida del "robo", quiso escuchar los descubrimientos del niño. Aquellos mínimos acordes despertaron su emoción y un abrazo selló la certeza de que había nacido un artista.

"¡Con lo grande que fue Pepe Sánchez, y yo, un vejigo, pude tocar las fibras de su sensibilidad! Él fue el único maestro que tuve en mi vida (…) tiene que figurar como precursor de la trova cubana".
Los años han dado la razón a tal ubicación.

A los 16 años llegaría la primera guitarra, regalada por su hermano. Con esa misma edad comenzaría a autoalfabetizarse al no poder contestar una carta de amor de una muchacha. Las canciones ya había aparecido; con solo 12 años, a orillas del río Guaso nació la primera "sindada": una cuarteta musicalizada para recordar a una mujer. Sobre su vida vale decir que Sindo aprendió toda suerte de acrobacias circenses y que más de una vez se ganó el sustento con ese trabajo. Por otro lado jamás aprendió una nota musical, sin embargo sus obras han sido consideradas por prestigiosos como lecciones de armonía y composición y recibió y recibe numerosos elogios por su increíble capacidad como creador. En broma, el trovador decía que su nombre era muestra de su ignorancia musical: Sin-Do, y que sin Do componía. Como ha demostrado la historia realmente no le hizo mucha falta saber.

Una vida tan larga como la que tuvo este hombre, 101 años a pesar del ron y la fuma, deja gratas memorias. Sindo Garay conoció a muchas importantes personalidades. De muy niño Guillermón Moncada lo sentaba en sus piernas para oírlo cantar junto a su hermana, muy niña también. Y a lo largo de su vida conoció entre otros al gran violinista Brindis de Salas, al tenor Caruso, Julio Antonio Mella y es probablemente el único que tuvo la oportunidad de estrechar las manos de José Martí y después las de Fidel Castro. De sus muchas creaciones valdría dejar un par de apuntes en algunas de ellas.

La Bayamesa, título muy utilizado por diversos autores cubanos en innumerables obras, es quizás su canción más conocida. Cuenta Sindo que luego de una noche de serenata, al despertar en casa de un amigo, en cuyo patio había un paredón aún ennegrecido por el incendio de Bayamo, lo asaltó la inspiración y allí mismo, en un simple papel cartucho anotó los versos de su inmortal obra. Guitarra mediante llegaría después la melodía. Paradójicamente, el estreno de esta canción fue para la taquillera y el pianista del cine- teatro Bayamo, únicos asistentes esa noche.

En julio de 1968, exactamente el día 17, moría a la edad de 101 años el más grande trovador de esta tierra de juglares. El festival de la trova de ese año se le dedicó a su memoria y su Bayamesa resonó en repetidas ocasiones en las voces de muy diversos trovadores. En su impresionantes funeral y se encendieron tabacos y cigarros porque así lo había pedido Sindo.

Nada hay como alimentar la memoria de aquellos que dejaron bien hecha la obra de la vida. No son necesarios los homenajes y calendarios para dejar salir a flote el respeto y recordar a quienes sembraron de sí nuestra historia y cultura. Sindo Garay debe andar ron en mano y canción en ristre paseando serenatas en cualquier lugar de los tiempos. Gracias a su obra tenemos un escalón más desde el cual seguir inventando melodías, una luz que no deja de arder en muchos ojos. Y desde entonces, cada vez que suena una guitarra con poesía entre sus cuerdas, alguna pícara sonrisa de trovador se enciende tras del aire y se da un trago a la salud de la trova.

Desconocedor de las más elementales nociones técnicas formales de la música creó, sin embargo, obras musicales consideradasperfectas. El bolero oriental tuvo en Sindo su mejor exponente, ya que le impuso su estilo peculiar con el rayado de las cuerdas de la guitarra para cerrar las frases musicales y la base rítmica con el llamado cinquillo cubano.

Como casi todos los cultores de la trova, Sindo trabajó también la canción y lo hizo con libertad rítmica, aunque tiene en su haber alguna que otra criolla, guaracha, algún bambuco influenciado por el quehacer colombiano, y cuando hablaba de su estilo peculiar, me refería justamente a su manera original de manejar esas formas.

Una abrumadora mayoría de las canciones y boleros de Sindo no puede siquiera imaginarse al margen de la segunda voz de la melodía, o el ´segundo` como lo llamaba él. Decía que las terceras ´caían solas`, buscaba siempre soluciones a partir del intervalo de sexta. Si tenemos en cuenta la libertad conque manejaba los bajos fundamentales en la guitarra, no es extraño que se produjeran modulaciones armónicas de las más contemporáneas. Sin dudas, como decía Stravinsky, cuando un creador es a la vez intérprete eficaz, se halla en buenas condiciones para facturar su obra como la concibió. Tal fue el caso del nuestro trovador. El manejo que Sindo hacía de los matices y la dinámica de sus propias creaciones es otro de sus rasgos peculiares.

También se reconocen influencias de la ópera en su música. Por las fechas de referencia, a finales del siglo XIX, no puede tratarse de otra ópera que la italiana, traída a Cuba por la emigración francesa, o por las compañías que pasaron por el actual Teatro Oriente, en Santiago de Cuba, cuando Sindo era un adolescente. Por otra parte, de un modo u otro, algo bebió en la fuente del lied: en canciones como Germania o Guarina se respira cierto aliento de las canciones cultas de los románticos y post-románticos europeos.

Sindo Garay fue un genio popular, y lo más increíble es que toda la música cubana que rezuma su obra la aprendió en la vida, la elaboró en su cabeza, su garganta y sus manos sobre la guitarra. Para él un papel pautado con notas musicales no tuvo más significado que el de un misterioso jeroglífico indescifrable. Sólo a partir de su desmesurada sensibilidad y capacidad para sintetizar y reelaborar hechos sonoros, pudo, desde su desconocimiento de la técnica musical formal, hacer las obras que hizo.

El juglar, que le estuvo cantando a su patria durante 89 años, tiene todos los 17 de julio una congregación de trovadores y amigos ante el sobrio panteón en la necrópolis de Bayamo. Allí dejamos sobre la losa nuevas flores, y en el aire, las notas de la canción que inmortalizara a esa ciudad, a su tierra, a su gente, a su obra.

Hacía uso frecuente de los cromatismos, en forma tan acertada como sorprendente. Formó con Villalón, Ruiz y Corona, el grupo de los grandes de la trova. En 1928 viajó a París, junto a Rita Montaner y otros músicos cubanos, allí permaneció tres meses haciendo programas de habaneras. Grabó infinidad de discos. Sus letras revelan belleza poética. Fue una voz segunda notable. Recibió innumerables homenajes y reconocimientos después del Triunfo de la Revolución. Entre sus composiciones más importantes figuran “La tarde”, “Perla marina”, “Rendido”, “Labios de grana”, “Clave a Maceo”, “Retorna”, “La baracoesa”, “Adiós a La Habana”, “Mujer bayamesa”, “La alondra”, “El huracán y la palma”, “Fermania”, “Rayos de oro”, “Tardes grises”, “Ojos de sirena” y “Guarina”.



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