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Rafael María de Mendive y Daumy; La Habana, 1821 – id.

Rafael María de Mendive y Daumy; La Habana, 1821 – id., 1886) Poeta cubano. Rafael María de Mendive estudió en el Seminario de San Carlos y en la Universidad de La Habana, donde cursó la carrera de derecho y se hizo abogado. Estuvo en los Estados Unidos y en Europa, principalmente en España, de 1848 a 1852.

Rafael María de Mendive

Dirigió en 1864 la Escuela Municipal de Varones de La Habana, y después, el Colegio de San Pablo, donde tuvo como discípulo a José Martí, en quien despertó profunda admiración y afecto. Un incidente en el teatro Villanueva (1869), que se convirtió en un acto público de rebeldía contra la dominación española, fue achacado a la influencia de Rafael María de Mendive, que se vio condenado a cuatro años de destierro, que pasó principalmente en Madrid; volvió a Cuba en 1878.

Mendive fue un excelente traductor de Henry Wadsworth Longfellow, con quien le unió una buena amistad, y desarrolló desde muy joven una activa colaboración periodística. Solo o en colaboración, fundó en 1846 la revista Flores del Siglo, en 1848 El Artista y en 1853 la Revista de la Habana; en 1883 dirigió El Diario de Matanzas. Escribió también el libreto de la zarzuela Gulnara, con música de Arditi.

Mendive publicó su primer volumen de versos, Pasionarias, en 1847. Trece años después, en 1860, aparecía en Madrid una edición de sus Poesías, con prólogo de Manuel Cañete, pero ni en ésta ni en la de Nueva York, de 1883, era recogida su excelente versión de las Melodías irlandesas, de Thomas Moore.

Dentro de la etapa romántica, la poesía de Rafael María de Mendive representa una reacción contra los excesos del romanticismo. Por su lirismo y ternura, Marcelino Menéndez Pelayo lo juzgó "el más elegante y delicado de cuantos en estos últimos tiempos han hecho versos en Cuba". También Juan J. Remos lo definió como "uno de los bardos más delicados de nuestro parnaso".

La nota más importante de su poesía, en efecto, consiste en haberse salvado del gran peligro que amenazaba a la lírica hispanoamericana, especialmente a los coetáneos de su país: lo pomposo y declamatorio. Un sentido totalmente clásico de la proporción y el sentimiento domina la temática romántica de sus versos; la melancolía, los afectos domésticos y la naturaleza son las principales fuentes de inspiración de sus poemas, entre las cuales destacan "Yumuri", "La flor del agua", "A un arroyo", "La gota de rocío" y "La oración de la tarde".

La gota de rocío

¡Cuán bella en la pluma sedosa de un ave,
O en pétalo suave,
De nítida flor,
Titila en las noches serenas de estío
La diáfana gota de leve rocío
Cual vívida estrella de un cielo de amor!

El álamo verde que el aura enamora,
El sauce que llora,
El verde palmar,
El mango sombroso, la ceiba sonante,
Cual fúlgido rayo de níveo brillante
La ven en sus hojas inquieta temblar.

Resbala entre rosas tan rápida y leve,
Tan frágil y breve,
Tan blanca y sutil,
Cual son de la vida los sueños de amores,
Y el beso de almíbar que en copa de flores
Nos brinda gozosa la edad infantil.

Acaso de un ángel la lágrima sea
Que amor centellea
Con luz celestial,
La gota de aljófar de un niño que llora.
La perla más blanca que vierte la aurora
Y lleva en sus alas el suave terral.

¡Soñando ternezas gallarda hermosura
El cáliz apura
De aromas y miel;
Y el lago sus ondas azules levanta,
El cisne se queja de amores y canta,
Y todo en la tierra respira placer!

¡Oh noche! ¡Oh misterio de eterna armonía!
¡Oh dulce poesía
De sueño y de paz!
¡Poema de sombras, de nubes y estrellas,
De rayos de oro, de imágenes bellas
Suspenso entre el cielo, la tierra y el mar!

¡Oh! ¡Cómo gozoso en las noches de Mayo
Al trémulo rayo
De luna gentil,
Sentado en el tronco de un sauce sombrío
Tras gota apacible de suave rocío
Pensé de mi madre las huellas seguir!

¡Y allí con mis versos, en paz deleitosa
Mis hijos, mi esposa,
Mis libros y Dios,
He visto las horas rodar sin medida,
Cual rueda esa perla del cielo caída
Temblando en el cáliz de tímida flor!

¡Feliz si, muriendo, mis tristes miradas
De llanto bañadas
Se fijan en ti!
¡Feliz si mi lira vibrante y sonora,
Cual cisne amoroso, con voz gemidora
Su queja postrera te ofrece al morir…!

¡Tú, al menos, podrías en gélida losa
Con luz misteriosa
Mi nombre alumbrar;
Y el ave sedienta verá con ternura
De un pobre poeta la lágrima pura,
Allí sobre el mármol tranquila brillar…!

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