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Presidentes cubanos.

Presidentes cubanos. Apodos y matrimonios
A diferencia de José Miguel, Miguel Mariano, Mendieta… que nacieron en cuna rica, Machado tuvo un origen muy humilde; trabajó como obrero agrícola. Batista cortó caña y fue retranquero de los ferrocarriles hasta que se metió a soldado, que era una carrera para los pobres, y se dice que Prío llegó a asistir a la Universidad con los pantalones remendados. Los tres se enriquecieron.
A Machado le apodaban El Mocho porque perdió dos dedos de su mano izquierda cuando trabajaba como carnicero. A José Miguel lo apodaron Tiburón, por lo que mordía, y a Menocal, El Mayoral porque fomentó y administró el central azucarero Chaparra, de propiedad norteamericana. A Zayas le decían El Pesetero porque se conformaba con poco siempre que las monedas no dejaran de caerle en el bolsillo. Hizo un pacto secreto con Menocal, su antiguo enemigo, para traspasarle la presidencia en 1925, pero llegado el momento transó con Machado a cambio de cinco millones de pesos que con la garantía de Falla Gutiérrez, el hombre más rico de la Cuba de entonces, recibiría por cuotas a través de la Renta de la Lotería Nacional. Por cierto, Zayas recibió en 1913 la encomienda de escribir una historia de Cuba y la República le pagó por esa tarea un salario de 500 pesos mensuales hasta su muerte, en 1934. No parece que escribiera una sola línea si bien, tras su fallecimiento, María Jaén, su viuda, donó al Archivo Nacional la copiosa y valiosa papelería que el expresidente había acumulado con tal fin.
Volviendo a lo de los apodos, Grau fue El Viejo, en atención a su edad y por lo enrevesado y repetitivo de su oratoria, El Divino Galimatías. Mendieta era El Solitario de Cunagua, y a Batista, ávido de una popularidad que nunca tuvo, debía resultarle grato oírse llamar El Indio o El Guajirito de Banes.
Esos presidentes estaban casados, menos Grau, solterón empedernido. Sus amores, platónicos o aristotélicos, con una enfermera norteamericana transcurrieron en secreto desde 1932 a 1965. Dos de esos mandatarios contrajeron matrimonio con extranjeras. Céspedes con la italiana Laura Bertini, y Estrada Palma con Genoveva Guardiola, a la que pescó cuando fue director de Correos de Honduras y Genoveva era la hija del Presidente hondureño. De las Primeras Damas, la más bella fue sin duda Mary Tarrero, la mujer de Carlos Prío. América Arias, doña América como se le llamaba, esposa de José Miguel y madre de Miguel Mariano, fue una gran señora, respetada por todos; se curtió como mensajera del Ejército Libertador en los días de la Guerra de Independencia. Mariana Seba de Menocal compraba en París collares que no podía darse el lujo de adquirir Victoria Eugenia, la esposa de Alfonso XIII, rey de España. La más humilde fue Genoveva que, sentada en una comadrita, zurcía en un balcón de Palacio los calcetines del marido que, por otra parte, solo tenía tres trajes. Se dice que en días de recepciones y banquetes, Estrada Palma y Genoveva se sentaban con Prudencia, el cocinero, para ajustar el presupuesto porque «en Palacio nada podía faltar, pero nada debía sobrar». El presidente más manirroto fue Menocal. La prensa británica, en 1969, proclamaba a Batista el hombre más rico de España, mientras que Prío, en Miami, se declaraba pobre de solemnidad. Grau, en La Habana, disfrutó durante sus últimos años de la pensión de 500 pesos mensuales que le otorgó el Gobierno Revolucionario. El hombre que en la Causa 82 se vio vinculado a la malversación de 174 millones de pesos, no tenía un centavo.
Márquez Sterling murió, en 1934, en Washington, donde se desempeñaba como embajador de Cuba. Machado falleció en Miami, en marzo de 1939. En los años 40 el Congreso de la República dispuso que sus restos nunca pudieran ser traídos a Cuba. En calidad de exiliados, fallecieron también en Estados Unidos Carlos Hevia y Carlos Prío, que se suicidó en 1977. Los tres fueron inhumados en el mismo cementerio miamense. Falleció también en Miami, en 1979, Andrés Domingo. Mendieta falleció en La Habana, en 1960, y Grau, también en esta capital, en 1969. Batista murió de un infarto en España en 1973 y está enterrado en Madrid. Urrutia murió en Estados Unidos. Dorticós se suicidó en La Habana, y está enterrado en Cienfuegos. Se dejó fuera de esta relación a Carlos Modesto Piedra y Piedra, que falleció en La Habana, en 1988. Fue designado presidente provisional de la República por la junta de Columbia a la caída de Batista, pero no llegó a ocupar el cargo en propiedad porque la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo se negó a tomarle juramento.





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