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La tradición y las costumbres, son muy empecinadas. El asunto del brillante se c

La tradición y las costumbres, son muy empecinadas. El asunto del brillante se comportó tal y cómo ha llegado hasta nuestros días, deformado, pero convertido en mito, y destruirlo es más difícil que haberlo creado.

La desaparición del diamante del Capitolio aquel lunes 25 marzo de 1946 resultaba un misterio. Circuló velozmente por las calles de la capital la sensacional noticia del robo del brillante instalado en el centro del Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional. ¿Podía un objeto inanimado quedar grabado en la conciencia ciudadana con tanta fuerza? ¿Era por la joya en sí, o porque la aparición posterior catorce meses después en el despacho del Presidente había contribuido a la leyenda? El primero de junio de 1947, catorce meses después de haber desaparecido el diamante, se anunció en los periódicos que había aparecido misteriosamente en el despacho del Presidente de la República, lo cual no se ajustaba a la realidad. Una crónica de Enrique de la Osa, periodista de la revista Bohemia, dio pie a la fábula. Así la escribió: “Todo sucedió como en Las mil una noches. El brillante del Capitolio Nacional, esfumado misteriosamente de su lecho de cristal el lunes 25 de marzo de 1946, reapareció con igual enigma, el lunes anterior, en el despacho del Presidente de la República”. En ese párrafo estaba encerrado el secreto y la penitencia posterior que dio pie a la leyenda. El periodista escribió que el brillante había aparecido en el despacho del Presidente, cuando en realidad lo que había hecho era entregarlo en su despacho. Y continuaba su crónica el periodista. […] Dirigiéndose a los circundantes, con el ánimo evidente de producir una escena histórica, el profesor de fisiología les advirtió: Señores, les he citado para que presencien la entrega que voy hacer de un diamante que he recibido en forma anónima y que, según parece, es el mismo que fue sustraído hace algún tiempo del Capitolio Nacional. Lo entrego al doctor Hevia, aquí presente, que es el juez que ha venido actuando en esta cuestión. Estas simples líneas se convirtieron en el centro de donde partiría la evaluación de aquel gobierno. Tanto es así que la leyenda, como una serpiente, continúa arrastrándose hasta hoy. El hecho podría servir a los investigadores para no cometer el error de aceptar una verdad repetida y no verificada. Por eso, cuando se habla de aquel gobierno, la primera imagen que viene a la conciencia ciudadana es la aparición del brillante en el despacho del Presidente. Y en esta imagen se resume la obra del gobierno de Ramón Grau San Martín: el relajo. También se podría tomar como ejemplo de lo que no se debe hacer en política. Lo sucedido en aquel momento, debido a la premura o la simplicidad por dar a conocer la aparición del brillante, no fue así como ha llegado hasta nuestros días. El brillante no se lo robó el gobierno de Grau San Martín, y aunque hasta hoy es un misterio su desaparición, nadie puede aseverar su complicidad en el hecho. Una de las hipótesis, entre las tantas y las más creíbles, es que alguien se lo robó como una manera de hacerle daño político al mandatario. Y complementó su estrategia, desprestigiar al gobierno, entregándolo posteriormente. La joya entregada por segundas manos cumplía su objetivo de no aparecer como un robo, sino como resultado del desorden gubernamental. Grau San Martín cometió el error, de proporciones incalculables, de informar sobre la aparición y presentar el brillante en su despacho. El Presidente la entregó en un acto oficial al juez instructor de la causa, con la indicación de que se colocara otra vez en el lugar que ocupaba anteriormente y se cerrara el expediente. Al preguntarle los periodistas invitados a la ceRemonia cómo había llegado el brillante a sus manos, el doctor Grau, haciendo uso de sus gestos característicos, señaló que se lo habían entregado de "forma anónima", como consecuencia del "arrepentimiento" del ladrón, empujado por la dificultad que había encontrado para disponer de él. Un rápido análisis de los hechos demuestra que es imposible que alguien pueda depositar en la oficina del Presidente de la República un objeto sin que se sepa inmediatamente. Sino o al otro día todos los empleados y miembros del servicio secreto habrían quedado detenidos o desempleados, lo cual no ocurrió. No obstante la lógica de los hechos, nada ha cambiado en cuanto a la opinión generalizada de que el brillante se lo robaron y apareció en el despacho del Presidente.. El asunto del brillante se comportó tal y cómo ha llegado hasta nuestros días, deformado, pero convertido en mito. Por eso la historia del diamante del Capitolio, relacionada a su vez con el asalto al banco, se unían para estrangular la popularidad del gobierno.

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