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LA HABANA DEL SIGLO XIX FUE TESTIGO DEL FUGAZ ROMANCE ENTRE LA FAMOSA ACTRIZ FRA

LA HABANA DEL SIGLO XIX FUE TESTIGO DEL FUGAZ ROMANCE ENTRE LA FAMOSA ACTRIZ FRANCESA SARAH BERNHARDT Y MAZZANTÍNI, EL TORERO ESPAÑOL.

En Cuba, según las memorias del torero, se paseó a gusto por las plazas taurinas de la habanera calle Belascoaín, entre Virtudes y Concordia, y de la Calzada de Infanta, casi llegando a Carlos III, donde les dio lecciones de solidaridad a picadores, banderilleros y muleros; se ganó el apoyo de los jóvenes aristocráticos de leontinas y chisteras, y arrebató a las damas casaderas de peinetas y cabellos vasallos, quienes iban al espectáculo con vestidos de vuelos de muselina, el collarcito del pundonor y un abanico de lunares a la usanza española.
El torero desplegaba una velocidad corta asombrosa, de ahí quedó la frase: "Corrió más que Mazzantini ".

El mataor se hizo presente en los ruedos habaneros en la temporada 1886-1887, donde, aunque no pudo brillar tanto como su coterráneo Guerrita, mantuvo un romance de escándalo con la trágica y caprichosa actriz francesa Sarah Bernhardt, la “Voz de Oro”, a quien le regaló una carísima sortija y una corrida a puertas cerradas en la que una orquesta de negros tocó un singular cancán.
Él era un gran personaje y participó en su estancia en La Habana donde quiera que solicitaran su presencia, fiestas caritativas, teatros, etc.

No obstante, el gran acontecimiento de su estadía habanera fue, sin duda, el referido amorío con la Bernhardt, una dama de origen muy humilde y madre meretriz, “con cara de virgen y cuerpo de palo de escoba”, como la define el novelista Alejandro Dumas. La artista arribó a la capital a principios de 1887 acompañada por varias jaulas repletas de pájaros y otros animales, un curioso ataúd de palo de rosa y una nutrida corte de actores. Aquí dio los escándalos de siempre y siguió amando el triunfo y la muerte (nadie “fallecía” mejor que ella en escena), hasta que conoció a Mazzantini.

El rey del capote rojo y de unas verónicas de leyenda fue a verla actuar varias veces al Gran Teatro Tacón, actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Ella le devolvió el cumplido en una corrida, vestida con un ridículo atuendo manchego, y el “vino quedó añejado”.

Manuel Henríquez Lagarde, en la estampa "El matador y la diva" , hurgó en lo sucedido:“Mazzantini (…)fue a su encuentro en el hotel Petit, en la Chorrera, donde ella estaba hospedada. Pasaron el día pescando y cazando juntos, y cuando el sol empezó a hundirse más allá de la desembocadura del río Almendares, ella lo invitó a subir a su habitación en el último piso. A él le sorprendió la cantidad de animales sueltos en el cuarto. Ella empezó a desvestirse y él le vio en su flaco estómago una marca de quemaduras de la que se hablaba. Desnuda toda, se acostó en el ataúd que estaba al lado de la cama y le extendió los brazos (…).Y él, aterrado, empezó a besarla, entre gritos de guacamayos y rugidos de tigre…, hasta que el sol estuvo casi de rodillas a sus pies y él le enterró la espada hasta la mano”.

Esta pequeña isla jamás pasará inadvertida para el mundo, hemos sido testigos de increíbles acontecimientos, somos un gran cofre lleno aún de tesoros por descubrir.

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