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HERMOSOS Y ANTIGUOS HOTELES EN EL MALECON HABANERO QUE YA NO EXISTEN. La

HERMOSOS Y ANTIGUOS HOTELES EN EL MALECON HABANERO QUE YA NO EXISTEN.

La céntrica esquina de Prado y Malecón marcó el comienzo de este característico y único frente marítimo. En el privilegiado lote con frentes a las citadas arterias y además a la de San Lázaro se construyó en 1903 la primera instalación hotelera de esta franja, el hotel Miramar. La obra, atribuida al arquitecto José Toraya Sicre, el mismo profesional que pocos años después se encargaría del diseño del hotel Sevilla, tuvo un costo ascendente a cien mil pesos. La capacidad de alojamiento era limitada pues apenas contaba con ocho habitaciones distribuidas en dos niveles. Sin embargo, la instalación gozaba de un alto nivel de confort para la época y una envidiable localización, ventajas aprovechadas para promocionarlo como “el mejor situado y el más fresco de Cuba” En la planta baja se ubicaba un amplio salón cerrado con vista a Malecón, destinado una parte a restaurante y la otra a café, servicios que aportaban una nueva concepción de hotel, hasta el momento circunscrita a la idea de la pernoctación y el descanso . La planta alta estaba compuesta por ocho grandes apartamentos, con recibidor, galería, terraza, cuartos de baños y timbres eléctricos. La disposición de los espacios interiores aprovechaba al máximo la limitada área de la parcela esquinera al renunciar al empleo del patio, hasta entonces elemento vital en la arquitectura cubana. Como resultado de esto, las necesidades de ventilación e iluminación natural quedaban resueltas por medio de las fachadas.
La expresión arquitectónica de sus frentes, organizados en dos volúmenes horizontales, mostraba un eclecticismo sobrio, definido desde el punto de vista compositivo por las cornisas, el balcón corrido, el pretil superior y la alternancia pilastra-vano, interrumpida por el énfasis en la esquina. A estos rasgos característicos se adicionaban los ventanales con grandes paños de vidrio enmarcados en madera, para favorecer el disfrute de las atractivas visuales del entorno.
Antes de finalizar su construcción, su propietario arrendó el edificio a los empresarios Guillermo del Toro y Pilar Samohano, dueños del hotel Telégrafo, del Gran Hotel Habana y del hotel Manhattan. Según señaló el investigador Carlos Venegas “El Miramar fue solo un decoroso inicio, muy pronto empequeñecido por la inmensa presencia del hotel Sevilla, inaugurado en 1908, (…)”. Se afirmó que durante algún tiempo el hotel-café Miramar resultó ser el “más caro y elegante” de la ciudad .Con el transcurso de los años el hotel se convirtió en el Miramar Garden, habitual centro de reunión de la juventud bailadora de la época. Posteriormente albergó otros usos y a comienzo del presente siglo fue demolido debido a su mal estado constructivo.

En las primeras décadas del siglo XX se produjo un auge de las instalaciones hoteleras en zonas cercanas como el Paseo del Prado, el Parque Central y el Barrio de Las Murallas, las cuales integran el denominado ring habanero. Varios de los hoteles provenientes de la centuria anterior fueron conservados y modernizados, otros surgieron a partir de edificaciones del período colonial que fueron refuncionalizadas y por último se sumaron inmuebles diseñados especialmente para esta función. Estas nuevas instalaciones de alojamiento, compatibles con los más avanzados requerimientos tecnológicos y de confort para la época y con mayor capacidad de hospedaje fueron consolidando la centralidad de las áreas en las que se insertaron, mientras el Malecón tradicional se quedó, en alguna medida, al margen de este proceso.

Hoteles en el otro extremo
En el otro extremo del Malecón tradicional, en las inmediaciones del actual Parque Maceo, espacio otrora ocupado por la Caleta de San Lázaro, existieron durante el período republicano dos renombrados hoteles: el Manhattan y el Vista Alegre.

El hotel Manhattan localizado en la esquina de Belascoaín y San Lázaro, fue inaugurado en 1910, fecha temprana, si se tiene en cuenta que en ese momento el avance de las obras del Malecón no había alcanzado la zona de su emplazamiento (figura 4). La construcción corrió a cargo de la reconocida compañía norteamericana Purdy and Herderson, responsable además de la ejecución de importantes y monumentales edificios habaneros de las primeras décadas republicanas, tales como la Lonja del Comercio, el Centro Gallego y el Palacio Presidencial. Sin embargo, la escala y magnificencia de estas obras superan ampliamente a las del Manhattan.
El inmueble, situado en uno de los mejores lugares de La Habana, junto al mar y frente al Parque Maceo, se caracterizaba por ser un volumen de proporciones horizontales dividido en tres niveles, con una clara expresión ecléctica. Poseía un portal público en la fachada de Belascoaín, tal cual lo exigían las regulaciones vigentes, hacia el mismo se orientaba el acceso principal de la instalación. En el tratamiento de sus fachadas se destacaba la ruptura de la linealidad del volumen con un diseño de esquina muy sugerente, basado en balcones curvos, casi circulares, en los que se apoyaban columnas dórico-toscanas. De esta forma, en el encuentro de las fachadas se percibía un volumen cilíndrico aligerado que volaba sobre la acera y a su vez estaba rematado por una cúpula de discretas dimensiones.

Al igual que el Miramar, la titularidad del inmueble estuvo vinculada a Guillermo del Toro. No obstante, marcó distancia con respecto a su predecesor en el Malecón al tener una planta habitacional mayor, con un total de cien habitaciones, al parecer apostando por una mayor rentabilidad. Los servicios del hotel se dispusieron en la planta baja y en los superiores los espacios de alojamiento, todos provistos de baño y perfectamente amueblados. Desde el punto de vista tecnológico estaba dotado de todos los modernos adelantos del momento . Poseía elevadores, una sala de armas, gabinetes de lectura y un gimnasio. En el primer nivel se encontraba un lujoso salón sostenido por esbeltas columnas, un restaurant, un café y una barra. En la azotea se proyectó un roof garden, espacio atractivo presente en otros hoteles de la época como el Sevilla, por citar un ejemplo. Sin embargo, no hay datos que confirmen si su construcción se llevó a cabo. El edificio original fue demolido; su parcela está ocupada por un inmueble de filiación moderna que alberga una escuela secundaria.

Justo a un lateral del Manhattan, cruzando San Lázaro, se encontraba el hotel Vista Alegre . Su arquitecto y fecha de construcción no han sido identificados. Atendiendo a imágenes de la zona de finales del siglo XIX y principios del XX es posible presumir la existencia de una edificación neoclásica de dos niveles, en la esquina de San Lázaro y Belascoaín. Posteriormente, cuando la construcción del Malecón arribó a las inmediaciones de la Caleta de San Lázaro, el inmueble fue ampliado hacia la nueva avenida, en cumplimiento con lo exigido por las autoridades para completar la línea de fachadas. El edificio, demolido en la segunda mitad del siglo XX, es recordado por la historiografía por albergar en su planta baja el famoso y concurrido café Vista Alegre En el segundo nivel se encontraban las habitaciones con balcones y vista al mar. Tenía espacios amplios para parquear los automóviles y era accesible por tres frentes, contando dos de ellos, los correspondientes a Malecón y Belascoaín, con portales públicos.




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