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El afilador de tijeras. El afilador, un oficio casi extinguido En Cuba quedan

El afilador de tijeras.

El afilador, un oficio casi extinguido

En Cuba quedan pocos pero aun sobrevive. El viejo oficio aun no ha desaparecido del todo. Seguro recuerdas como semanalmente pasaba aquel señor mayor, vestido muy humildemente con un gran sombrero para protegerse del sol, mientras tocaba la filarmónica y pregonaba a todo pulmón afiladooooooooor, empujaba su carrito, una especie de mesa rodante que con el auxilio del pie movía una piedra de afilar. No solo afilaba tijeras, también cuchillos, navajas, machetes, alicates de manicures.

Este oficio comenzó en el mediterráneo,España. De allí nos llegó a la América. En Cuba constituye un hecho interesante, un elemento que ha contribuido a dar un perfil peculiar a nuestra Isla. El verdadero nombre de este artífice es amolador, porque en realidad lo que hace es amolar, o sea, sacar punta o filo con la “muela”, como se le llama a la piedra de asperón que hace girar con su pie. Pero en Cuba popularmente termino llamándose El AFILADOR. Lleva una máquina o bastidor compuesta por una armazón con una rueda grande, en la cual se coloca la polea que por la fuerza que imprime el amolador en el pedal hace girar lenta o velozmente la piedra de asperón. La rueda es a la vez la tracción del bastidor. Estos aparatos se fabrican en Cuba.

En la época de la Republica los más recordados amoladores eran los españoles que vestían casi invariablemente con alpargatas y boinas. Los de mayor prestigio en La Habana eran de Orense. El amolador se anunciaba de una manera muy especial, que constituye una curiosa excepción en el arte de pregonar. En lugar de publicar su oficio a voces, éste utilizaba un instrumento de madera de elaboración rudimentaria, que se conocía con el nombre de siringa, especie de flauta como la zampoña de cañas, que también se conoce como “chiflo” o “chifle” o castrapuercos, según registra Fernando Ortiz. Este rústico instrumento ha ido cambiando hasta la actual armónica. El sonido que produce este silbato, es muy peculiar, y para los habaneros resulta bien familiar al oído la melodía que entonan. Muy pocos verdaderamente son los amoladores que aún pueden verse en La Habana. La época que corresponde a la mayor vigencia de estos personajes, fue a principios del siglo XX, cuando hasta en las obras de teatro vernáculo del afamado Teatro Alhambra se cantaba la guaracha:

El amolador
muele navajas
que sí señor
cuchillos de mesa
y de lo mejor.





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