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Armando Oréfiche: de los grandes olvidados de la música cubana “Nunca en Cuba se

Armando Oréfiche: de los grandes olvidados de la música cubana “Nunca en Cuba se le ha dado a Oréfiche el reconocimiento que se le debe como director, compositor y difusor de la música cubana por todo el mundo. /…/” Es uno de los grandes de la música cubana y, paradójicamente, también engrosa la triste lista de los olvidados de nuestra historia. Como bien dice el maestro Díaz Ayala, uno de sus rescatadores, este es un nombre que para muchos “suena” desconocido. Cierto es que gran parte de la trayectoria de este músico excepcional transcurrió fuera de Cuba y eso quizás fue en su momento un atenuante importante para que su música se conociera en la isla, pero no es razón suficiente. A través de Armando Oréfiche la música cubana ganó muchos admiradores alrededor del mundo y fue -sin dudas- de los primeros responsables en imprimir en el criterio internacional el respeto y la calidad que hoy avala a los músicos cubanos.

Comenzó su carrera artística cuando aún se etiquetaba a la música cubana como “música exótica” en los escenarios europeos. Armando Oréfiche sintió la necesidad de imponer un lenguaje propio donde los géneros y ritmos cubanos se fueran introduciendo de manera sutil hasta conquistar un espacio que consideraba merecido. Quizás no estaba consciente del largo y certero alcance de su propuesta, pero creía en el valor de lo que hacía y eso, por designio, lo convertía en un visionario que iba más allá de la simple alusión a obras del repertorio cubano. Se enfocó en crear un estilo que permitiera al público extranjero asimilar y disfrutar de “lo cubano” en el mundo de la música y del espectáculo.

Lecuona Cuban Boys, Rumba azul.

Armando Oréfiche nació en La Habana el 5 de junio de 1911.Comenzó sus estudios de música a los 7 años en el Conservatorio Municipal de La Habana con la profesora Carmen Valladares de Lombardo. A los 18 se había graduado como profesor de piano y como profesor de escuela. Disturbios políticos de la época no le permitieron comenzar los estudios de Filosofía y Letra que pretendía hacer en la Universidad de La Habana. Se enfoca entonces como pianista tocando en el Hotel Plaza acompañando a importantes voces de Cuba como Rita Montaner, Hortensia Coalla, María Fantolli, Miguel de Grande, entre otros. También han quedado registrados sus pasos como pianista en la orquesta Hermanos Le Batard, en los cines Florencia y Maxim y en el teatro Encanto. Trabaja junto a Ernestina Lecuona, y a través de ella, su hermano Ernesto Lecuona, que se encontraba de gira por Madrid, conoce del talento y de las condiciones excepcionales de Oréfiche para la música. “Aquí en La Habana, hay un pianista que toca casi como tú”, le comentó Ernestina a su hermano en una carta.

Ernesto, al regresar a La Habana, realiza una audición donde escucha a Armando tocar sus danzas. Al final hasta llegaron a tocar juntos. Comenzó así una estrecha y fructífera amistad cultivada durante años. Fichín, como cariñosamente lo llamaba Lecuona, se convirtió en el ensayador de la música del maestro cubano cuando se encontraba de gira por el extranjero. Ernesto le enviaba sus partituras para que ensayara los coros y las partes solistas de sus zarzuelas y así se convirtió en un gran conocedor de su música.

Sale de Cuba en 1932 cuando -desde España-, Ernesto Lecuona solicita la orquesta del Teatro Encanto, que él había dirigido antes. Trabajan juntos tocando en teatros y acompañando a destacadas figuras del canto. Casi un año después, Ernesto Lecuona enfermó de gravedad y regresó a Cuba, pero los músicos deciden quedarse y el joven Armando Oréfiche toma el liderazgo de la Lecuona Cuban Boys, un nombre que adquieren por fines comerciales y como agradecimiento al gran pianista por haberlos llevado a Europa.

Son contratados por Sergio Vermel. un empresario y director artístico que los llevará a Italia, después Zurich y finalmente París, una ciudad que ya se deleitaba con la música cubana con figuras y obras de Eliseo Grenet, Moisés Simons y la orquesta Aspiazu. Por esa época, se integra un cantante italiano, Alberto Rabagliatti, que le otorgó un toque especial a la sonoridad de la agrupación.

Acompañan a los cantantes más famosos de su tiempo como Josefina Baker, Maurice Chevalier, Gertrudis Niesen, Raquel Meller, entre otros. Realizan giras por Egipto, Túnez, Dinamarca y ofrecen galas a personalidades monárquicas de la época como el rey Gustavo V de Suecia, Los Duques Windsor y la princesa Margarita de Borrehjen en Copenhague.

“Para 1934, habían recorrido una buena parte de Europa y para noviembre hacen sus primeras grabaciones en Londres, y así harán en los años sucesivos en París y Londres, entre incesantes viajes por todo el continente. Hasta 1938 hacen 67 grabaciones que afortunadamente podemos disfrutar hoy en la maravilla del compacto” (Díaz Ayala, 2001: 42).

El éxito es interrumpido por la II Guerra Mundial que los sorprende en Holanda, regresan a Cuba el 4 de Noviembre de 1939 y se presentan con éxitos en los clubes y teatros más importantes de la isla. A partir de 1940, grabaron en La Habana e iniciaron una gira por Centroamérica y América del Sur que terminaría 6 años más tarde. Según Díaz Ayala, por este tiempo también participan en la filmación de una película, Carnaval en Costa Rica y poco tiempo después se separa la orquesta.

En 1946 por diferencias con Ernesto Vázquez, el otro arreglista de la orquesta, Oréfiche forma su propia agrupación: Havana Cuban Boys. Con esta agrupación se presenta en numerosos conciertos por Latinoamérica y Cuba, trabajando por una temporada en el cabaret Tropicana. Antes del año parten hacia los Estados Unidos. En 1947 viaja a Europa y el Medio Oriente. Regresa a La Habana un año más tarde para presentarse con Josephine Baker y Roland Gerbeau en el teatro América, y para inaugurar la TV en Cuba. En 1951 viajan por Sudamérica y en 1952 regresan a la patria, donde hacen temporadas en teatros y cabarets. Se presenta en el extranjero junto a otras orquestas reconocidas en el panorama internacional como la de Machito y sus Afrocubanos, Anacaona, Casino de la Playa, la de Xavier Cugat, entre otras.

En 1961 decidió establecerse definitivamente en España. Allí desarrolló un excelente trabajo como solista, labor que alternaba con una agrupación integrada por españoles Los Hispanic Boys, con los que realizaba temporadas en Japón.

En 1994, es invitado a participar en los Estados Unidos en uno de los espectáculos más memorables de la música cubana Si te quieres por el pico divertir donde deleitó al público presente con varias obras de Lecuona interpretadas al piano recibiendo una gran ovación por su talento, por trayectoria artística durante todos estos años y por ser parte importante del legado cubano alrededor del mundo.

Ya cansado de los viajes, decide quedarse como pianista hasta casi que la muerte lo atrapó en el año 2000 en Las Palmas de Gran Canaria. Sus cenizas fueron esparcidas en el mar frente a una avenida por la que tanto paseaba, tal como era su deseo.

Armando Oréfiche fue un compositor prolífero con obras como Rumba Azul, Rumba Blanca, Habana de mi amor, Bombón (mambo dedicado a Lola Flores) o Rumba Porteña dirigidas al público europeo y fue autor de importantes boleros ya dirigidos a los amantes de la música de América como ¿Corazón para qué?, La Conga del Carnaval de Uruguay, Quién, Misterioso Nilo Azul, Mi sueño y tú, Me estoy enamorando de ti, ¿Cuándo me vas a querer? y Mi noche sin luna.

Sus colaboraciones con Josephine Baker (Mayarí y la Conga Blicotí); Bola de Nieve (Vamos José, Rumba Internacional); Maurice Chevalier; Rita Montaner; Antonio Machín; Armando Manzanero; Miguelito Valdés; Hugo del Carril; Pedro Vargas; Caetano Veloso y un sinnúmero de grandes estrellas que han interpretado sus canciones.

Se hace difícil desvincular la vida de Armando Oréfiche de la trayectoria y del éxito que alrededor del mundo tuviera la Lecuona Cuban Boys. La contribución de este grande a la música está precisamente en el estilo y la forma de trabajo que impuso en el mundo bajo el sello cubano. Me arriesgo a afirmar que Oréfiche, como causa y efecto de su fama alrededor del mundo, fue uno de los responsables de la implantación de estereotipos culturales que definieron lo cubano fuera de las fronteras de la isla, comenzando en la década del 30 y con un alcance que más tarde se consolidaría a través de conceptos de lo tropical y lo caribeño.

El estilo Oréfiche

Oréfiche fue un creador en potencia. Músico, excelente pianista, arreglista, compositor y con una amplia perspectiva para crear un espectáculo diferente. Definitivamente su concepción del espectáculo es derivada de la tradición del teatro lírico cubano, donde todos los que se presentaban en escena debían desdoblarse y participar con naturalidad en una propuesta integral de alta calidad, con carácter de escenificación y evocaciones del ambiente cubano.

El vestuario que utilizaba en sus espectáculos recordaba las comparsas habaneras; el escenario dibujaba contextos exóticos para aquel entonces con imágenes de luz, sol, playa y palmeras, sin olvidar que cada uno de sus músicos debían ejecutar varios instrumentos con destreza para lograr un todo bien compacto. Sin lugar a dudas, Armando trasladó a Cuba a la escena internacional con gran acierto, gusto y talento.

Se debe señalar, que para lograr esa comprensión necesaria que garantizara el éxito y la aceptación del público, muchas veces los músicos debían simplificar y en ocasiones adulterar los modos de hacer cubanos. Por esta razón, fueron severamente criticados en Cuba por otros músicos y por emisoras radiales.

Sin embargo a través de estas “expresiones simplificadas” mostraron grandes obras del repertorio cubano que hasta ese momento eran desconocidas. Estas canciones que hoy suenan por todo el mundo, sufrieron un proceso necesario de “adaptación”. Sus versiones edulcoradas abrieron los escenarios para que poco a poco hubiera un acercamiento a nuestra música y a nuestra cultura.

Indudablemente, Armando Oréfiche junto con su primera orquesta Lecuona Cuban Boys y más tarde con Havana Cuban Boys copó gran parte del protagonismo de la música cubana que sonaba alrededor del mundo e inició un camino importante en la exteriorización de nuestra expresión. Fue el director de toda esta dinámica musical y artística y se considera uno de los mayores y mejores difusores de la música cubana.

Por: Imilka Fernández.



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