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Las tribulaciones del Teatro Nacional de Cuba.

Las tribulaciones del Teatro Nacional de Cuba.

Los orígenes del Teatro Nacional de Cuba fueron muy accidentados. Un total de 1094.09 metros cuadrados de la finca nombrada “El Factor”, perteneciente a la Compañía Inversionista Conill S.A y los 681.60 metros cuadrados del inmueble perteneciente a la Sra. Cecilia Sarrá en el lugar conocido como "La Ermita de los Catalanes", sumaron el total de 1775.69 metros cuadrados concebidos por el ingeniero Manuel Febles Valdés, entonces Ministro de Obras Públicas, y aprobados por el presidente de la República Carlos Prío Socarrás, en febrero de 1951, para llevar a cabo el proyecto de construcción del Teatro Nacional de Cuba.
A principios de 1951 se inicia la compra por el Estado de los terrenos en el área denominada Plaza Cívica José Martí para la construcción del que sería el Teatro Nacional de Cuba, para la cual se convoca a un concurso de arquitectura en ese mismo año. El 8 de agosto se entregan los premios y el proyecto ganador es el de Julio Conesa.

El golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952 hizo cambios, no solo en los actores gubernamentales del Ministerio de Obras Públicas, sino en la dirección de los trabajos de la Plaza Cívica en construcción y en los integrantes del Patronato encargado de atender la edificación del Teatro Nacional.

El 29 de julio de ese mismo año se colocó su primera piedra y, dos meses más tarde, se firmó contrato con la compañía Purdy & Henderson como contratista civil y el arquitecto Nicolás Arroyo como director técnico y facultativo de la obra. Inspirado en el Radio City de Nueva York, el Teatro Nacional de Cuba tendría un moderno escenario con plataforma automática para las orquestas; y contaría con tres salas: una grande para los espectáculos de ópera y ballet, una pequeña sala para teatro dramático y una sala “experimental”, así como con amplios locales para camerinos, talleres, biblioteca y academias. Sería el teatro más grande Cuba y se esperaba concluir para julio de 1954, año en que se le bautiza como Teatro Nacional “Gertrudis Gómez de Avellaneda” en virtud de una campaña de prensa realizada por distinguidas damas del país que encabeza la poetisa Dulce María Loynaz. Finalmente comienzan las obras, pero a paso muy lento. La prensa se hacía eco de cada avance significativo y vaticinaba que el resultado final sería comparable con el Radio City de Nueva York, previéndose el 10 de octubre de 1954 como fecha de inauguración.

Para el mes de julio, tres meses antes de la fecha inaugural, se suma el tema de su denominación que ya en 1952, un movimiento de opinión pública que integraban grandes personalidades del mundo teatral y literario, entre otros, abogaba por nombrarlo el "Teatro de la Avellaneda", en homenaje a la insigne literata cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) y porque además el actual Teatro "García Lorca", en aquel momento, "Centro Gallego", ya ostentaba el título de Teatro Nacional.

En medio de esta preocupación se agota el presupuesto y se aplaza la inauguración prevista. Entre los años 1954 y 1958, nada se concretaba al respecto. Aparecen varios contratos que solo adelantaban parcialmente la obra y se vaticinaba que para enero o febrero de 1959 estaría finalmente terminado.

El Triunfo de la Revolución Cubana del 1 de enero de 1959 encuentra el teatro sin concluir. Entre los meses de enero y mayo se nombran arquitectos y se contrata personal para su continuación, pero dada la falta de datos y de los planos definitivos que obraban en manos del proyectista anterior, no se podía determinar en qué fecha y con qué presupuesto se podría terminar. El 12 de junio se aprueba la ley que crea el Teatro Nacional Gertrudis Gómez de Avellaneda.

No es hasta 20 años más tarde, el 3 de septiembre de 1979, con una función de gala para las delegaciones asistentes a la VI Cumbre de los Países No Alineados, celebrada en La Habana, que definitivamente queda terminado.

En sus jardines habían sido emplazadas entre 1959 y 1960, valiosas esculturas ambientales de artistas reconocidos como Rita Longa, Roberto Estopiñán, Alfredo Lozano y Tomás Oliva.





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