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<< "Bobby" Salamanca, el arte de narrar >>

Juan Antonio Salamanca nació en La Habana en 1931, en el seno de una familia muy humilde. Desde muy joven se vio en la necesidad de trabajar para ayudar a sus padres. Entre otras labores, repartió pan y trató de aprender el oficio de barbero.

A finales de los años cuarenta, Germán Pinelli animaba un show de participación en la radio. Allí se presentó el joven Juan Antonio, interpretando el tema “Granada”, pero no obtuvo el reconocimiento que esperaba. Más tarde regresó al mismo programa, en esta oportunidad recitó un poema titulado “El Duelo” y nuevamente resultó eliminado.

Pero su perseverancia lo impulsó a intentarlo por tercera vez. Sorpresivamente, Salamanca ofreció esta vez la narración imaginaria de un duelo deportivo, protagonizado por Conrado Marrero, famoso lanzador del Almendares, y Perucho Formental, un poderoso bateador del Habana.

La forma de narrar diferente al acostumbrado, lo llevó a ganar el primer lugar y con él, el premio de» los tres pesos y la jaba de los patrocinantes».

Su triunfo en el show impulsó a Salamanca quien redobló sus esfuerzos para poder costearse sus estudios de narrador. Gracias a ese título comenzó a laborar en la emisora Radio Marianao, que se ubicaba en los alrededores del Terminal de Ómnibus Nacionales.

Allí fue donde se le colocó el apodo que se lo reconocería a lo largo de su vida. La secretaria de esa emisora acostumbraba en llamarlo “bobito” y de esa forma, al cerrar su programa se despedía como “el bobi Salamanca” continuando el juego a la muchacha. A partir de ese instante nació su famoso sobrenombre.

Fue un verdadero genio detrás del micrófono y hoy se le recuerda, como a su estilo de narrar el béisbol con sus propios términos.
Una brillante idea fue convertir el terreno de juego en un «cañaveral”, esto lo convirtió en único.

Ejemplos de ello fueron: los bateadores eran los “macheteros” y el strike fue sustituido por el inolvidable “azúcar”. El bate era la “mocha” y si no había corredores en las bases, Bobby decía que “la guardarraya estaba limpia”.

Cuando ocurría un ponche, era uno de los momentos más recordados de Bobby, ya que anunciaba el “tres golpes de mocha y lo tiró para la tonga”. En el caso de un batazo que impulsaba a más de un corredor en base inspiraba a Bobby a decir que “no había dejado caña en el cogollo, ni cogollo en la caña.”
Si el momento se ponía peligroso era cuando “temblaba el cañaveral” y si en el espacio de espera esperaba el turno otro “machetero peligroso”, entonces este “afilaba la mocha”. Un lanzador explotado no se iba a las duchas, sino que “le habían aplicado la alzadora” para evitar que el rival siguiera produciendo carreras.

También entre sus expresiones que más me gustaban estaba aquella de cuando se daba un batazo grande y empezaba: «que se va, que no se va…¡Adios, Lolita de mi vida, se fue pa’l cañaveral!»

Posterirmente inventó otros términos que una vez más fueron aceptadas por el público. En ese momento, si el bateador recibía el primer strike, el narrador comentaba «el pez mordió el anzuelo”; al llegar el segundo strike, decia el «pez cayó en el sartén» entre otros.

Aparte de esto, Bobby, creó también varios epítetos, con los que identificaban a algunos peloteros destacados de la época.
Su ingeniosidad y sentido del humor lo llevaron a realizar múltiples aportes a la terminología de la pelota, por lo que está considerado entre los mejores narradores de todos los tiempos en Cuba.
Falleció en 1987.


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