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Hola amig@saquí les regalo la super Maravillosa y poco conocida Historia de

Hola amig@s🙋‍♂️aquí les regalo la super Maravillosa y poco conocida Historia de :
JOSE MARTI Y ADELINA PATTI 💃
Adelina Patti. Fue considerada la soprano más brillante del último cuarto del siglo XIX. Adelina era el prototipo de la diva de ópera, fue considerada la cantante más brillante de su tiempo y la soprano más notable del último cuarto del siglo XIX. De ella, el Apóstol expresó: “la Patti, criatura canora, de cristal hecha y plata, que aras merece, y no loas de plumas”.

En 1881, en La Opinión Nacional, de Caracas, Martí dijo refiriéndose a la artista:

La naturaleza, como frutas perfectas, como paisajes de rematada perfección, crea seres humanos avasalladores. Llevan en sí, por hermosura extrema, o genio extremo, un poder que deslumbra, desvanece o ciega. (…) Si las criaturas de la tierra, celosos de estos seres mejores, hincan en su mano blanca el diente airado, su manera de llevar el dolor aumenta la vida gloriosa que la mordida intentó arrebatarles. De estos hombres, la frente resplandece como cima no hollada. De estas mujeres, tiene el cutis perlados matices, y la mirada intensidad de llama, semeja el pie juguetoncillo cisne; el talle, caña alzada; la mano, beso de niño; la voz promesa de otros mundos, venidos a verter consuelo y fuerza en éste. Así Adelina Patti.

En 1857 la artista llegó al público habanero cuando se presentó en el Teatro Tacón, de La Habana.
José Martí tuvo una especial sensibilidad para el arte lírico, su periodismo está lleno de referencias a títulos de óperas y cantantes célebres de su tiempo, que él supo evaluar con especial intuición, a pesar de no haber realizado estudios de música ni pertenecer a una clase social favorecida para poder frecuentar los teatros más notables de su tiempo.
De hecho, sabemos que él pudo visitar en su adolescencia el Teatro Tacón, gracias a que ganaba unos centavos como ayudante de un peluquero, que lo enviaba como mensajero a los artistas del teatro, lo que le permitió presenciar algunas funciones o fragmentos de ellas, tras bambalinas.
En sus conocidas Crónicas norteamericanas hay variadas y extensas referencias a la cantante Adelina Patti, soprano que llegó a ser una de las grandes divas del bel canto en la segunda mitad del siglo XIX. Nacida el 19 de septiembre de 1843, en Madrid, hija de dos cantantes de ópera italianos, se afirma que su madre debió interrumpir una función de Norma para dar a luz a la niña. En 1847 la familia se mudó a Nueva York. Adelina estudió piano y canto con su cuñado Maurice Strakosch y como sus padres y hermanos formaban una especie de compañía ambulante, no fue difícil presentarla como niña prodigio a la edad de ocho años. Aunque su debut formal en escena fue en 1859, a los 16 años, en la Academia de Música de aquella ciudad, en el rol central de Lucia de Lammermoor de Donizetti y tuvo un éxito sin precedentes.
Antes de esta fecha, en 1856 había hecho su primera visita a Cuba. En ella cantó en el Teatro Tacón, difíciles arias para solista y dúos con el barítono Ettore Barilli. En vista del éxito obtenido, regresó a inicios de 1861, procedente de Nueva Orleans, para ofrecer unas pocas representaciones de ópera, pues su empresario tenía ya compromisos para llevarla a Londres.
No pudo Marti, dada su corta edad haber presenciado tales funciones, pero hacia 1881, cuando el poeta está residiendo en Nueva York, la cantante está en la cima de su carrera. Había triunfado en escenarios de Inglaterra, España, Alemania y hasta la lejana Rusia y en la propia ciudad donde se había criado exigía para cantar en una función al menos 5000 dólares, cifra que en la época resultaba exorbitante.
El escritor cubano pudo apreciar su arte en recitales o en funciones de las obras más apreciadas de su repertorio: Norma de Bellini, Fausto de Gounod, Dinorah de Meyerbeer y La Traviata de Verdi.
Como la vio Martí.
Así escribió en su crónica remitida el 12 de noviembre de 1881 a La Opinión Nacional de Buenos Aires:
[…] cantó por primera vez Lucia, y arrebató a las gentes con aquella tristísima manera de entonar las baladas del país, con la mirada plena, misteriosa y profunda: con su cabellera aérea, que la añadía encantos angélicos; y con aquella voz sonora, límpida, amplia, que nace como manantial inmaculado de monte hondo y crece a arroyo revoltosos, a manantial veloz, a río opulento, a océano.
Por entonces la artista se ha comprado ya un castillo en Inglaterra, gracias a su extrema habilidad para los negocios que raya en la avaricia y solo canta en ciertas temporadas en la ciudad que la vio crecer. Así retrata el periodista la ansiedad del público neoyorkino:
[…]ella viene a dar conciertos, y en la majestuosa ópera quieren oírla los neoyorquinos. Quieren a la gallarda Juana de Arco, cuya elegante armadura de oro y acero, ocupa el centro de un rico trofeo en el palacio de hadas que Adelina Patti tiene en su castillo de Inglaterra. Quieren verla, como a la triste Dinorah, perseguirla a su cabrita blanca, menos juguetona que su voz, cuando danza a los rayos suaves de la luna. Quieren oírla cantar de amores con el Conde de Alma viva; pasear, plegar, ondear, hacer gemir a extremo no escuchado la voz humana en la Sonámbula . Su Elixir d´amore es muy famoso. En Fausto aún alcanza las altas notas que en vano persigue ya la arrogante Nilsson. Oír se quiere de nuevo esa música quebrada, vibrante, chispeante de Rossini.
Cuatro años después, en 1884, afirmaba el poeta que la artista “cuando canta el aria de Lucía parece ala tendida, vuelta al cielo”. La Patti gozó de una larga carrera, todavía en 1890 dominaba los principales escenarios europeos, a partir de 1893 solo cantó en conciertos, en 1905 hizo algunas grabaciones para la nueva técnica del gramófono y su última aparición en público fue en un concierto benéfico en Londres en 1914. Falleció en su castillo de Brecock, el 27 de septiembre de 1919.

José Martí tuvo especial inclinación por la música; su espíritu se exaltaba al escuchar las notas de una bella melodía o al disfrutar la interpretación de una cantante de ópera como Adelina Patti.
No tuvo Martí una formación que le permitiera conocer profundamente sobre música. Sin embargo, su intuición le permitía apreciar cuándo se trataba de una buena puesta en escena, o si la estrella del espectáculo brillaba realmente por la calidad de sus interpretaciones.
En Martí, no hacía falta la academia, pues su fino espíritu captaba lo bello sin mediar ninguna teoría. Sobre la célebre cantante lírica Adelina Patti escribió hermosas crónicas llenas de reconocimiento a la excelsitud de su voz incomparable.
Evidentemente, el arte de la española tocó la sensibilidad del poeta, quien subyugado por sus interpretaciones le dedicó frases que traslucían la emoción de un devoto admirador. El joven pudo apreciar su arte en recitales o en funciones de las obras más apreciadas de su repertorio: Norma de Bellini y La Traviata de Verdi, entre otras.
Salvador Arias afirma que “Para José Martí la música no solo constituía un placer estético, sino que era un preciado instrumento en la formación plena del ser humano”; de ahí su agradecimiento y admiración a la cantante Adelina Patti por el regalo de su voz.


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