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El sifón de La Habana.

El sifón de La Habana.

Entre las maravillas del patrimonio tecnológico e hidráulico en Cuba, el Sistema de Alcantarillado de La Habana. Un complejo de obras que significa la trascendencia y valía de la obra ingeniera. Considerada una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.

Como arteria coronaria un sifón centenario atraviesa la Bahía de La Habana.Desde un sistema “venoso” imbuido en los subsuelos de la urbe, el conducto libera a la Ciudad de sus impurezas, de sus aguas negras y pluviales, que disipan en las profundidades de los mares del Golfo.

El sifón o conducto submarino, de 2, 13 metros de diámetro, excavado en la roca del fondo de la Bahía, a 30 metros de la superficie del agua, requirió calas desde la ciudad de Casablanca hasta el Muelle de Caballería, en La Habana Vieja, entre el 1 de mayo de 1911 y el 19 de abril de 1912 fecha en que quedó concluido.

En el extremo de La Habana,la arteria se conecta con la Cámara de Rejas, una especie de riñón de este organismo ciclópeo. En el terminal de Casablanca, donde hay una estación de bombas que impulsa las materias cuesta arriba, enlaza con otro túnel que atraviesa el interior de la loma de la Cabaña. A su vez, este acopla con un emisario submarino de hierro fundido que descarga en la Playa del Chivo y vierte las aguas albañales a una profundidad de 10 metros bajo el nivel del mar y a 147 metros de la costa.Allí, las diferencias de temperatura hacen que las aguas negras se vayan al Golfo y no regresen a La Habana.

El Sistema de Alcantarillado de La Habana se basa en el proyecto del ingeniero estadounidense Samuel Gray, una autoridad en materia de cloacas, quien concibió la obra con sistemas completamente separados de drenes y cloacas, basado en la previsión de que una lluvia fuerte podría ser capaz de depositar albañales sobre calles y patios. El subsuelo marcó la complejidad de las obras, por ser esencialmente de calizas cavernosas las que, después de 2 m, hacían que se inundaran las zanjas por debajo del nivel del mar. En la calle Tejadillo, por ejemplo, la profundidad de la zanja fue de 8 m y la de Paula llegó hasta 10, y aunque se apuntalaron los edificios, todos se rajaron. Y las casas que sufrieron daños por las obras fueron reparadas por los contratistas, quienes antes de comenzar a trabajar en cada cuadra, visitaban casa por casa con un inspector del Gobierno y hacían un levantamiento del estado en que se encontraba el inmueble, con ello evitarán reclamaciones a costa del sifón.
Esta es una obra genial, que sigue funcionando hasta nuestros días y que está recogida dentro de las maravillas del patrimonio tecnológico y de la ingeniería hidráulica en Cuba a principios del siglo XX.





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