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El romance de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, inició bajo la oposición férrea

El romance de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni, inició bajo la oposición férrea del padre de la joven, quien dudaba de si el muchacho sería un «buen partido».

El joven mostró su voluntad inamovible y ella categórica expresó que si no era con Ignacio «no me casaré con nadie». De no ser así, quizás no hubiesen contraído matrimonio.

Un detalle particular marcó la pareja: la distancia. Durante el noviazgo los separó la carrera de abogado en La Habana; y a los tres meses de matrimonio la lucha por la independencia.

En medio de la distancia las contantes cartas les mantienen unidos. Su epistolario describe casi todos los instantes de la relación: la pasión, la tristeza, los planes mutuos y el futuro a veces incierto.

En medio de las intermitencias de la guerra nace su primer hijo, Ernesto, el 26 de mayo de 1869.

Cuando su niño cumplía un año de vida, una columna española captura a la familia Agramonte Simoni. «[…] busqué en el monte y sólo encontré la seguridad de que el enemigo me había llevado mis tesoros únicos, mis tesoros adorados […]. Qué desolación, amor mío, […]», relata Ignacio en una misiva en el 6 de junio de 1870.

A este hecho sigue una etapa de separación prolongada durante la cual nacerá su hija Herminia, a quien conocerá solo por referencias de Amalia.

A pesar de todos los infortunios Ignacio Agramonte mantiene confianza en el triunfo. «[…]Ni un momento he dudado jamás que nuestra separación terminará, y volverá nuestra suprema felicidad con la completa libertad de Cuba», escribe el 19 de noviembre de 1872 en su última carta conocida.

Ante tanta temeridad, su esposa le suplica tener cuidado con su propia vida, por sus hijos, por ella y hasta por la Cuba, su patria. Incluso llegó a preguntarle «¿no me amas? ». Esta carta jamás llegó a manos del Mayor, quien murió 11 días después en Jimaguayú.




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