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El Monte Vedado Cuando se funda La Habana en 1519, todo el territorio ocupado p

El Monte Vedado

Cuando se funda La Habana en 1519, todo el territorio ocupado por el bosque, que tras la prohibición de deambular por él fue llamado Monte Vedado, se hallaba tupido de árboles de madera preciosa como caoba, roble y cedro. Años después, comenzaría la tala de aquella fabulosa arboleda para la construcción de puertas y ventanas de las residencias habaneras o para el monasterio de los reyes, El Escorial, en Madrid, y la fabricación de barcos.

Ya en el siglo XIX Monte Vedado se halló dividido en grandes barriadas denominadas El Vedado, El Carmelo y Medina. Hoy en la calle Línea y J encontramos la estatua de Francisco Frías y Jacott (1809-1877), Conde de Pozos Dulces, agrónomo y publicista, a quien se le debe el diseño urbanístico de El Vedado.

El Vedado era un peñón marino sobre el que volaban confiadas las gaviotas y en cuyas malezas crecía silvestre y abundante la uva caleta. Las cercas eran de tunas espinosas, el aire lo poblaban las auras tiñosas, los totíes, los gorriones, las bijiritas y los sinsontes y en las furnias gigantescas de la orilla derecha del Almendares, de las que serían la calle 23 y la calle 15, anidaban las iguanas, los hurones y las ratas. Los gatos jíbaros salían de noche y todavía al amanecer y poco antes de llegar la noche, atravesaban por el cielo bandadas de palomas rabiche y por el norte aparecían en invierno bandos de patos de la Florida.

El lunes 9 de septiembre de 1569 las autoridades coloniales dieron a conocer que el monte próximo a La Habana quedaba vedado al pastoreo del ganado y a la apertura de senderos. La orden se efectuó con miras a que se borraran los caminos y con ello se dificultaría la entrada de los corsarios y piratas, por sorpresa, a la villa San Cristóbal de La Habana.

Hasta la segunda intervención norteamericana (1906-1909) no se metió el Vedado a barrio residencial de moda. Entonces empezó a ser el sueño realizado de los nuevos ricos, que con la subida de los liberales al poder, empezaron a transformar la vida criolla.

Esta barriada ecléctica alcanzó su mayor esplendor arquitectónico a partir de 1902, con la proclamación de la República, pues fue el sitio escogido por la burguesía habanera para construir sus moradas, de gran belleza, además del surgimiento de obras monumentales con diversos estilos y usos, sin olvidar los parques arbolados, las atractivas avenidas como la de Línea y la de 23. En esta última se encuentra La Rampa, que hasta hace poco se le llamaba el corazón de La Habana, así como el Malecón donde suele reunirse especialmente la juventud durante las tardes y noches. También es sitio de pescadores que lanzan los cordeles con anzuelos hacia las aguas desde el emblemático muro.




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