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El chivo Perico En Cuba existieron dos chivos famosos llamados Perico, he aquí

El chivo Perico

En Cuba existieron dos chivos famosos llamados Perico, he aquí las historias de ambos animales.

Valentín Sánchez Ramírez falleció hace algunos años a los 90 años de edad. Precisamente él, santacruceño y trabajador azucarero, fue el dueño del chivo Perico. El chivo Perico nació en Santa Cruz del norte durante la segunda mitad de la década de 1940. Valentín, su dueño, trabajaba en el central Hershey, y cuando regresaba de la jornada laboral, ya en horas de la tarde, Perico salía a recibirlo, y luego se echaba a la salida de la casa, hasta el día siguiente, como si fuera un perro guardián.

Según cuentan los hijos de Valentín, Perico nunca comía hierba. El animal se pasaba el día recorriendo el pueblo, y en muchas casas le daban pan, galletas y dulces que comía, goloso.

En la fonda Las Brisas, que existía entonces en el lugar que hoy ocupa el boulevard santacruceño, frente al cine local, llegaron a reservar un plato para darle comida a Perico, y allí comía carne de puerco y chicharrones como si fuera una persona.

Pero la singularidad de Perico no estaba sólo en sus hábitos alimentarios. Algunos clientes del bar 20 de Mayo, de Albérico Beitra, que estaba donde hoy se encuentra el cine, acostumbraban a darle a beber ron y cerveza, que el chivo tomaba gustosamente. Allí también llegó a contar el chivo Perico con una vasija propia. Algunos amigos del simpático animal, lo montaron en ocasiones en ómnibus y lo pasearon hasta La Habana o el Central Hershey. Por el camino le daban bebidas y el animal regresaba a su hogar por la tarde en apreciable estado de embriaguez.

Sin embargo, ese no fue el defecto que llevó a Perico a la tumba. Resulta que el chivo no andaba con las hembras de su especie, y poco a poco demostró que prefería a las mujeres. Cuando alguna mujer pasaba cerca de él, la seguía, aparentemente dócil, pero si no lo espantaban pronto, le levantaba el vestido con el hocico, olfateando. Por supuesto que las mujeres se asustaban y muchas veces el dueño tuvo k responder ante las autoridades por culpa del animalito.
No pocas veces la policía se llevaba a perico y lo amarraban fuera de la estación, pero alguien venía y lo desamarraba y volvía a sus andanzas hasta un día en plena década del 50 el cuadrupedo la cojio por hacer popó en el portal del ayuntamiento. Fue el comienzo del final pues el dueño se vio en la obligación de desacerse de el vendiendo suelo a una mujer que deseaba poner en su mesa un buen chilindron.

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