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Del cafetal Angerona en Artemisa. Como uno de esos viajes magicos al pasado, at

Del cafetal Angerona en Artemisa.

Como uno de esos viajes magicos al pasado, atravesando el umbral de un espejo de obsidiana, las ruinas físicas del cafetal Angerona en Cuba llegan hasta Zürich, cualquier dia gris. Una foto hecha por el alemán Cohen desde el portal de la mansión, con las cuatro calles de palmas reales que adornaban la entrada, la estatua de mármol de la diosa del silencio Angerona, y las descripciones de Cirilo Villaverde hacen posible esta desnaturalización del tiempo y el espacio.
Construido en los terrenos del Realengo de Cayajabos, dentro de la zona conocida como "Jardín de Cuba" (El cinturón de cafetales que rodeaba la Habana, desde Guanajay pasando por Artemisa, hasta llegar a San Antonio de los Baños), esta plantación fue la segunda más próspera de la isla.
La zona conocida como "Jardín de Cuba", a la que pertenecía Angerona, era llamada así debido a la gran concentracion de plantaciones cafetaleras en esos terrenos. A diferencia del monótono paisaje que ofrecían las plantaciones de caña de azúcar, donde apenas se veia alguna que otra palma real y ceibas, los cafetales eran espacios donde coexistía una gran diversidad de plantas, insectos y aves. Se dividía el terreno en cuadriláteros, rodeados de árboles frutales como zapotes (mameyes), chirimoyas, aguacates, mangos, dispuestos de forma tal que formaban una especie de cerca rodeando los cultivos. Dentro de estos crecían los cafetos, a dos metros de distancia uno del otro, y entre ellos se sembraban bananos, cacao, algodón, maíz, frijoles, yuca, ñame y arroz, jazmines y azucenas (Un tipo de flor blanca, muy perfumada, bastante típica en Cuba).
Toda esta vegetación ademas de ofrecer la sombra necesaria para proteger al café del fuerte sol, favorecía la creación de un microclima ideal, de calor por el dia y fresco en las noches. Otra ventaja era la de ofrecer una importante cosecha de frutas, que ya se podía vender a los ingenios azucareros cercanos, en mercados locales, o simplemente servía de complemento al alimento para los esclavos. De esta forma los cafetales constituían verdaderos jardines tropicales.
Luego de las guerras napoleónicas y la pérdida para Europa y América del norte, de su principal proveedor de café tras la revolucion de Haití, la producción de este grano se convirtió en un excelente negocio. Dada la fuerte demanda internacional, muchos jóvenes comerciantes europeos vieron la oportunidad de invertir provechosamente sus capitales, entre ellos hubo suizos, alemanes, españoles, refugiados franceses y también algunos norteamericanos.
Uno de esos jovenes refugiados políticos y económicos europeos de las guerras napoleónicas que llegaron a Cuba atraídos por la apertura empresarial de la isla fue Cornelio Souchay, nacido en 1784, dentro de una familia de joyeros hugonotes asentados en alemania, concretamente en Hanau, Hesse. Su padre Isaac Pierre desapareció en Rusia tras arruinar a la familia abandonando a su madre Elisabeth Escher sola con seis hijos. Esta, a su vez, murió al poco tiempo dejándolos huerfanos. Cornelio quedo bajo la proteccion de una tía en Bremen, donde hizo un aprendizaje en Comercio. Siendo un huerfano sin capital para iniciar una vida y sin nada que perder, salió rumbo a Las Américas a probar fortuna con solo 20 años y nunca más regresó a Alemania.
Primero anduvo explorando terreno por Baltimore y Filadelfia, hasta que finalmente llegó en 1807, a la edad de 24 años a La Habana. Según Leonardo Padura, Cornelio empezó allí trabajando como vendedor para la firma "Frías y Compañía", esta firma importaba harina de USA, pero en realidad su verdadera ganancia estaba en la trata legal o ilegal de esclavos, fueron los segundos tratantes de esclavos más grandes de Cuba. Souchay pasó muy pronto de vendedor a socio anónimo (se dice que tenia el 20 % de las acciones de esta compañía, aunque manejó esto con mucha discreción) Sabemos que se hizo de un capital, trabajando como administrador de herencias, liquidador y tratante de esclavos. De estatura no muy alta y de cabellos claros o rubios. Acostumbraba a vestir de una manera muy moderna y tenía una preferencia especial por las ropas de algodón blanco.
Conoció a Ursula Lambert en La Habana en 1809, siendo un soltero de 25 años, europeo, sin fortuna conocida, y descendiente de una familia de inmigrantes franceses protestantes, es muy posible que no le haya sido difícil mantenerse soltero, ya que en apariencias al menos, no era un buen partido, era solo un refugiado europeo más, de otros tantos, a los que Cuba le abrió las puertas por aquella época. Ursula por su parte, según Padura, tenía una tienda de ropas y perfumes en La Habana. Sobre su llegada a la capital cubana se sabe poco, que llegó en compañía de sus padres, esclavos libertos del hacendado frances Lambert, desplazado también a la Isla por la revolución en Haiti. En su condición de mujer extranjera, de la parte francófona de Santo Domingo, y de mestiza libre, sus oportunidades de ascender eran muy limitadas. Es posible que al encontrarse ambos socialmente marginados, aprovecharan su soltería, escogiendose el uno al otro para conseguir un beneficio mutuo, o puede ser que haya surgido como se cuenta, ese amor secreto y legendario que nos ha trasmitido la tradición oral y literaria.
Un hecho es que en 1913, Souchay compró los primeros terrenos para crear su plantacion con esclavos propios, en la zona del Realengo de Cayajabos, en San Marcos de la Artemisa, a la viuda de Bosmeniel, por el precio de 14 mil pesos, teniendo que pagar mil pesos anuales por ellas con un 5% de intereses.
Levantó un complejo cafetalero sin precedentes, que en sus momentos de esplendor llegó a abarcar una extensión de 39 caballerías y 139 cordeles de tierra; además de contar con 750 000 árboles de cafetos entre muchos más de frutas y 450 esclavos.
Cornelio construyó una bellísima mansión de estilo neoclásico, y no la fabricó apartada del complejo cafetalero como se estilaba en la época, según el modelo estadounidense sureño, sino que la integró de manera tal a su vida diaria, que algunas de sus habitaciones privadas, estaban situadas de manera que tuvieran cierta conexión, al menos visual, con los almacenes, molinos, salas de maternidad,etc . De este modo reforzaba su presencia en las operaciones de la empresa, pudiendo ver trabajar a sus 38 artesanos, entre ellos carpinteros, albañiles, carreteros, tejedores, herreros, un sastre, un tonelero y un pintor. Entre las mujeres había una docena de modistas, lavanderas y cocineras.
Legendario es tambien el carácter humanitario muy novedoso por aquellos tiempos, que reinaba en su plantación, probablemente influencia de su relación con Ursula, o quizás impulsado por cierto pragmatismo quiso mantener a sus esclavos fuertes y sanos para que produjeran eficientemente, el caso es que implantó una serie de medidas tales como tres horas de descanso al dia, construyó 30 refugios para guarecerlos de la lluvia o del excesivo sol. Se le entregaba a cada esclavo dos mudas de ropa al año, confeccionadas a medida, construyó un pabellón para los criollitos con piso cubierto para que los niños no comieran tierra y se mantuvieran sanos, una enfermería, entre otras instalaciones.
Su casa fue lugar de encuentro de muchas reuniones sociales y tertulias, recalada de muchos extranjeros de paso por la isla y fue frecuentada por la mayoría de los intelectuales del país, entre ellos La Luz, José Antonio Saco, además de la familia Zambrana, célebre en las letras cubanas. La condesa de Merlin, y Cirilo Villaverde entre otros, dejaron descripciones muy interesantes y detalladas de Angerona a su paso por allí.
Ursula llegó a Angerona en Mayo de 1822. Al parecer llevaban el negocio prácticamente de manera conjunta. Ella tenia una tienda en la que le vendía diferentes articulos a los esclavos, como aceite de palma, telas de colores y otras cosas, además gestionaba la vivienda, la enfermería, (instruía a las mujeres en el cuidado de los enfermos) y se encargaba del funcionamiento de la casa de criollitos (el lugar donde se cuidaba a los niños de los esclavos nacidos en Cuba, hasta la edad de 10 años), por estas labores recibía un sueldo de entre 150 y 200 pesos mensuales.
Aunque el modo en que compartieron juntos toda la vida hasta la muerte de él, apuntan fuertemente a la teoría de una historia de amor secreta entre ellos, no existen casi evidencias escritas que la confirmen, con la excepcion de dos documentos que sí reflejan la relevancia de esta relación. El primero de ellos es el breve testamento fechado el 4 de Septiembre de 1835, en el que Cornelio afirma que en el caso de su muerte, Ursula tendría en su poder un sobre sellado con sus disposiciones testamentarias y otros papeles. Después de su muerte, Ursula juró ante el juez Francisco Rubio Campo, que ella no tenía esos documentos, solo el testamento de una sola página que la mencionaba a ella y a los tres albaceas. El juez certificó su juramento ya que ella declaró no saber escribir.
En el segundo, fechado el 11 de Junio de 1837, un día antes de su muerte, Cornelio cambió su testamento. En el documento de 1835, había dejado dicho que solo deberían reconocerse como válidos los documentos que tuvieran la frase "Roble de olor", añadida de su puño y letra. En el anexo de 1837 que comienza con la frase legitimadora, Cornelio le otorga a Ursula una pensión anual vitalicia de 1200 pesos, con la condición de que ella renuncie a reclamar los 20 mil pesos que él le debía, habiendo utilizado dicha suma con su consentimiento para pagar otra deuda. El hecho de que en el momento de su muerte, encontrándose tan débil que su amigo y socio Rafael Diaz tuvo que ayudarle y escribir para él esta cláusula hecha expresamente para Ursula, sugiere una relación personal muy significativa o al menos revela un sentimiento deudor hacia ella.
Los protagonistas del idilio guardaron muy celosamente, bajo la mirada cómplice de la estatua de la diosa romana del silencio, Angerona, lo que para generaciones enteras ha sido un secreto a gritos, pero del que apenas quedan hoy evidencias.



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