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CIRILO VILLAVERDE DE LA PAZ.

CIRILO VILLAVERDE DE LA PAZ.
Uno de los más importantes novelistas cubanos del siglo XIX; periodista, maestro y traductor.
Nació el 28 de octubre de 1812 en Artemisa, entonces en la provincia de Pinar del Río. En 1823 se trasladó a La Habana, donde cursó la primera enseñanza en la escuela de Antonio Vázquez. Desde muy temprano contrajo amistad con José Victoriano Betancourt.
Estudió Filosofía en el Seminario de San Carlos y Dibujo en la Academia San Alejandro. En 1834 recibió el título de Bachiller en Leyes.
Trabajó en bufetes de juristas, pero pronto abandonó esas labores para dedicarse al magisterio y la literatura. Fue maestro en el Colegio Real Cubano y en el Colegio Buenavista, en La Habana, y en el colegio La Empresa, de Matanzas. Durante su estancia matancera asistió a las tertulias literarias de Domingo del Monte.
Sus primeras narraciones y trabajos críticos aparecieron en diferentes publicaciones periódicas: Recreo de las Damas, Aguinaldo Habanero, La Cartera Cubana, Flores del Siglo, La Siempreviva, El Álbum, La Aurora, El Artista y Revista de La Habana.
Sus ideas separatistas lo hicieron sospechoso al gobierno español, por lo que fue detenido en 1848 y condenado a presidio. Al año siguiente pudo escapar y viajar a Nueva York, donde trabajó como secretario de Narciso López hasta la muerte de éste.
En Nueva York fue colaborador, y posteriormente director, del periódico separatista La Verdad. Mientras, publicó en Nueva Orleáns El Independiente. En 1854 estableció su residencia en Filadelfia, donde se dedicaría a la enseñanza del español. En 1855 contrajo matrimonio con Emilia Casanova.
En 1858, al amparo de una amnistía concedida por el gobierno español, regresó a La Habana, donde dirigió la imprenta La Antilla, fue codirector y redactor del periódico literario La Habana (1858-1860), colaboró en Cuba Literaria y promovió la publicación de Artículos, de Anselmo Suárez y Romero.
En 1860 regresó a Nueva York, donde trabajó como redactor en La América (1861-1862) y en Frank Leslie's Magazine. En 1864 fundó, con la colaboración de su esposa, un colegio en Weehawken. Al año siguiente formó parte de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, en cuyas Publicaciones colaboró. De 1865 a 1869 dirigió La Ilustración Americana. Al estallar la Guerra de Independencia de Cuba en 1868, se sumó a la Junta revolucionaria establecida en Nueva York. Dirigió El Espejo desde 1874, y colaboró en La Familia, El Avisador Hispanoamericano, El Fígaro y Revista Cubana.
Hizo breves viajes a Cuba en 1888 y 1894. Escribió “Advertencia” y “Notas” al folleto Cuestión de Cuba, de José Antonio Saco, y prologó la Colección de artículos satíricos y de costumbres de José María de Cárdenas. Tradujo al español Autobiografía de David Copperfield (1857), de Charles Dickens, y otras obras (entre ellas, según se ha dicho, Los miserables, de Víctor Hugo). Usó los seudónimos El ambulante del Oeste, Un contemporáneo, Simón Judas de la Paz y Sansueñas; también firmó trabajos con la inicial de su apellido.
La crítica suele identificar dos grandes períodos en la obra de Cirilo Villaverde: el primero, desde sus narraciones iniciales, de 1837 a 1847; el segundo tendría su punto culminante en 1882, cuando, después de un lento proceso de creación, se publicó la versión definitiva de su novela Cecilia Valdés. Sus cuatro primeras narraciones se publicaron en los tomos iniciales de Miscelánea de útil y agradable recreo, correspondientes a agosto y septiembre de 1837. La acogida que logró su prosa lo evaluó desde entonces como uno de los más importantes escritores cubanos -idea sustentada en nuestros días por el estudioso Roberto Friol, para quien en la obra primera de Villaverde aparecen las líneas fundamentales del desarrollo de la narrativa cubana.
Sus cuatro obras iniciales (El ave muerta, La peña blanca, El perjurio y La cueva de Taganana) están escritas con los códigos de la leyenda romántica, aunque con la manifiesta intención de adaptarlos a la realidad cubana. El ave muerta transcurre en el barrio de Jesús María, de La Habana, hacia 1802; La cueva de Taganana nos conduce al siglo XVIII, con escenarios en la misma ciudad y sus alrededores; El perjurio se sitúa en un ambiente campesino, contemporáneo al escritor; La peña blanca se desarrolla en el pueblo natal del autor, San Diego de Núñez -según él mismo explicita en su Excursión a Vueltabajo. Villaverde se acercaba, de narración en narración, a los ámbitos que mejor conocía, y en casi todas esas primeras obras los temas son pasiones sexuales anónimas, incestuosas o fratricidas, y también la pesadilla necrofílica. Todas adolecen de una abigarrada acumulación de convencionales elementos románticos, lo cual hace su lenguaje retórico y poco fluido.
La primera parte de Excursión a Vueltabajo, relato de viaje, apareció en El Álbum en agosto de 1838, y se complementó con una segunda, publicada en el Faro Industrial de la Habana en 1842. Aunque admiten ser unificadas bajo un mismo título, cada una de las partes posee características particulares, y se relacionan estrechamente tanto con las obras de ficción novelesca de Villaverde –que al mismo tiempo escribía- como con las preocupaciones socioeconómicas del círculo delmontino.
Su desarrollo narrativo es notable en las obras publicadas en El Álbum en 1838: Engañar con la verdad y El espetón de oro. Con la primera, de ámbito urbano, el autor se acercó al sentido moderno del cuento. La segunda fue la primera novela cubana publicada en forma de volumen, y significó para el autor un gran triunfo, al que debió el sobrenombre de “El autor de El espetón de oro”. A partir de 1841 colaboró en Faro Industrial de la Habana, donde supo extraer provecho al formato de folletín, publicando los veinte capítulos de “El guajiro” –relato que integra la Excursión a Vueltabajo- entre el 5 y el 31 de diciembre de 1842. De particular importancia es, de esa época, Dos amores (1843), considerada unánimemente por la crítica como la mejor muestra de su primer período narrativo.
La primera versión de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, en tres segmentos, apareció en el segundo tomo de la revista La Siempreviva en 1839. Esos segmentos atendían a problemáticas diversas e interrelacionadas. En el primero se explicaba la responsabilidad moral del escritor al caracterizar las costumbres; en el segundo, se comentaban las vicisitudes de los huérfanos, y en el tercero se presentaba un boceto de la fábula: Leocadio, estudiante de Filosofía en el Seminario de San Carlos, se impresiona con la belleza de una niña de diez años. Villaverde acometió de inmediato la segunda versión -en ocho capítulos-, que se publicó en Imprenta Literaria. Como novela de costumbres, esta versión combinaba dos objetivos: contar las peripecias de un triángulo amoroso y recrear cómo había sido la Feria de San Rafael, diversión popular anual ya desaparecida, en las inmediaciones de la Iglesia del Santo Ángel Custodio. Pero solo en 1882 apareció la versión final de Cecilia Valdés, uno de los monumentos narrativos de la lengua española en el siglo XIX, y el más importante mosaico antiesclavista, y revelador de las esencias de la cultura cubana, de la centuria.
Cirilo Villaverde murió en Nueva York el 23 de octubre de 1894.




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