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Aunque muchos, sencillamente, la llamaban «LA MORA» fue una cantante temperame


Aunque muchos, sencillamente, la llamaban «LA MORA» fue una cantante temperamental, apasionada, única e irrepetible….

Por. Henry Puente.

Moraima Secada es una de las cantantes cubanas más relevantes y carismáticas de todos los tiempos, pertenece a la dinastía de los que cantan con el corazón olvidándose de la voz, atributo que también poseía, asimismo, una de las fundadoras del emblemático y mítico Cuarteto D’Aida.

En el número 660 de la calle San Lázaro, entre Belascoaín y Gervasio, aquella mulatica delgada y vivaz debió comenzar a soñar con la fama y el éxito sobre los escenarios. Allí, en su propia casa, la villaclareña Pastora, quien era amiga entrañable su madre, tenía un pequeño negocio de planchado, y sus plisados de faldas amplias y almidonadas tenían fama en la zona. Y allí fue donde encontró empleo esa muchachita, cuyo nombre de pila era María Micaela Secada Ramos y había llegado con su familia desde la lejana Santa Clara, en busca de mejores oportunidades. Su imaginación volaría muy lejos, y hasta entonaría entre plancha y plancha una guaracha o un bolero, cuando sus manos plisaban una y otra vez las batas cubanas con las que Celia Cruz mostraría con sabrosura, además de su voz rotunda, su espléndida figura. Sería éste, quizás, su primer encuentro cercano con algo parecido a las candilejas de un escenario.

Había llegado a La Habana en 1940, cuando José Remigio, el patriarca de la familia Secada decide intentar una suerte mejor y como muchos, emigra a la capital con una parte de sus hijos, instalándose en el barrio de Pueblo Nuevo, en Oquendo 820 esquina a Peñalver. María Micaela y María Caridad habían nacido en Santa Clara el miércoles 10 de septiembre de 1930; eran jimaguas, y llegaron al mundo en el quinto de los seis partos felices de Micaela Ramos en los que trajo al mundo a dos varones y cinco niñas. Tal parece que la pequeña María Micaela había nacido cantando, pues a los tres años sus hermanos mayores la llevan a la radioemisora CMHI de la ciudad donde vivía, Santa Clara y la presentan en un programa que auspiciaba la revista Ninfa, cantando un bolero de título Lola. Una experiencia similar la repetiría ya en La Habana meses después de llegar a la capital con su familia, en agosto de 1940, con diez años, se presenta en La Corte Suprema del Arte, un famoso programa que desde 1937 la CMQ lanzó al éter para encontrar y promover talentos emergentes y llegó a convocar la atención de toda la radioaudiencia nacional, allí cantó, siguiendo la moda de entonces, el pasadoble Valencia, conquistando uno de los primeros premios.

Transcurría la segunda mitad de los años cuarenta y María Micaela Secada continuaba cantando donde quiera que podía, pero sobre todo, entre las ropas blancas y las planchas de carbón de la tintorería donde seguía trabajando como planchadora para paliar las estrecheces de la economía familiar, es por esos años que comienza a frecuentar las reuniones que un grupo de jóvenes como ella, algunos con sueños y guitarra en ristre, animaban en la casa de la calle Marqués González 506 entre Pocito y Jesús Peregrino, en el Centro Habana de hoy, donde vivía Jorge Mazón, eran los muchachos del feeling, allí conoce a los compositores José Antonio Méndez (La gloria eres tú) , César Portillo de la Luz (Contigo en la distancia), Angel Díaz (Rosa mustia), el propio Mazón (Tú, mi rosa azul) y a los que, con sus voces como único instrumento, las pusieron a disposición de las primeras creaciones filineras, Elena Burke, Omara y Haydeé Portuondo, Dandy Crawford, Francisco Fellove. En aquellas reuniones una gorda sobresalía entre los asiduos, era Aida Diestro, alguien que años más tarde sería crucial en la vida y la carrera de cuatro de las muchachas que allí absorbían toda la música y comenzaban a deshacer las amarras que contenían su sensibilidad.

Cuentan que avanzaba ya el año 1950 y Portillo de la Luz se entera de que Concepción Castro, directora de la orquesta femenina Anacaona, buscaba una cantante, y de inmediato le avisa a María Micaela, quien se aventura, se presenta y es aceptada en la banda de las numerosas hermanas Castro, esa sería su primera incursión en un formato musical profesional, ya en ese momento entre las Anacaona estaba Haydeé Portuondo, hermana de Omara, y con quien los años siguientes le depararían la unión en una de las formaciones vocales más trascendentales de la historia musical cubana, con las Anacaona viajó a Venezuela, Haití y Santo Domingo, pero, desafortunadamente, su voz no quedó en ningún registro sonoro con está agrupación.

Unos dicen que fueron Haydée y Omara las de la idea de formar un cuarteto, y que reclutaron a Elena, quizás al amparo de los buenos recuerdos y el excelente hacer del cuarteto de Orlando de la Rosa, donde se unieron la Portuondo y la Burke en los albores de la década de los 50, otros dicen que fue Aida quien las buscó y las juntó, algunos hablan de que debutaron el 16 de agosto de 1952 en un programa de nombre Carrousel de Sorpresas, otros, que su estreno fue en el famoso Show del Mediodíadel circuito CMQ, pero que después estuvieron mucho tiempo sin encontrar trabajo ni dónde cantar, hasta que comenzó la espiral hacia la fama, lo cierto es que Aida creó, con esas lindas, afinadas y guapachosas mulatas, el cuarteto vocal más trascendental de todos los tiempos en Cuba, Elena Burke, Omara y su hermana Haydeé Portuondo y, Moraima Secada que ¡ había dejado de ser María Micaela! Inmediatamente, añadirían a sus excelentes voces, al cuidado repertorio y al excelente montaje de voces, estos dos a cargo de la gorda Aida Diestro, una sensualidad nunca antes vista en esta proyección de conjunto vocal.

El éxito es inmediato, se hacen populares y hasta habituales en programas de radio y televisión, comoEl Bar Melódico de Osvaldo Farrés, por el canal 2, por sólo citar uno, son reclamadas en los mejores cabarets de la época, en su número del mes de agosto de 1954, la revista Show informaba de la presencia del Cuarteto Vocal D’Aida en el elenco del show Ritmolandia en el cabaret Montmartre, bajo la producción de Mario Agüero, y en el que se presentaban figuras ya consagradas como Benny Moré, Sonia Calero y el Ballet de Alberto Alonso, en noviembre de ese mismo año ya Aida había firmado el contrato que refrendaba la decisión de Rodney, el mago del espectáculo, iniciando el año 1955 el Cuarteto D’Aida subiría a la pista del salón Bajo las Estrellas del cabaret Tropicana.

Van de un éxito en otro y con rapidez conquistan el derecho a presentarse en los más reputados escenarios del espectáculo en Cuba y en el extranjero, se suceden los contratos y viajan a numerosos países, en 1956 las chicas de Aida Diestro vuelven a Tropicana en las dos producciones de Rodney previstas para inicios del año, Evocación y Seis Lindas Cubanas, en las que compartirían cartel con el tenor Manolo Alvarez Mera, Estelita Sanatló y Xiomara Alfaro, en roles estelares, y con el Cuarteto de Carlos Faxas, el trío de las Hermanas Lago, Celina y Reutilio, Ramón Veloz y la pareja de baile de Ana Gloria y Rolando.

En febrero de 1957, la revista Bohemia destacaba la presentación del Cuarteto D’Aida en The Steven Allen Show, en el canal NBC de la televisión estadounidense, en un programa con fuerte presencia cubana asegurada con ella junto a la cantante lírica Marta Pérez, Sonia Calero y el Trío Taicuba, obteniendo elogiosas críticas.

Raramente, no es hasta 1957 que realiza sus primeras grabaciones, bajo el sello RCA Víctor, las que, de hecho, constituyen el único disco LP que nos dejaron, An evening at the Sans Souci, con la orquesta y arreglos de Chico O’Farrill y que, en opinión de la autora, constituyen uno de los registros sonoros más espectaculares que haya realizado una formación vocal cubana alguna vez, el desempeño de Las D’Aida en la grabación de Tabaco verde (Eliseo Grenet), bastaría por si solo para justificar su supremacía, los últimos meses de 1957 marcan también, curiosamente, la salida de Elena Burke de la formación de Aida Diestro, convertida ya en una cantante de recia y singular personalidad y un dominio vocal y escénico que ameritaban ya un vuelo en solitario, la sustituye, en su tesitura, la bella Leonora Rega, quien pasa la prueba de fuego de su primer día con Las D’Aida en su habitual presentación en el Casino Comodoro, por esas mismas fechas, continúan los éxitos del cuarteto en su nueva formación, en la primera mitad de 1959 Omara, Haydée, Moraima y Leonora viajan a Venezuela donde se presentan junto a varias figuras cubanas, entre ellas, Celia Cruz, y regresan a cumplir contrato nuevamente en el Casino Comodoro, donde se mantienen por varias semanas consecutivas y exitosas.

Moraima siempre valoró lo que para ella significó el magisterio y la cercanía de la gorda genial: “Con Aida Diestro aprendí a tener un pleno dominio de mi voz, de la afinación, de la armonía, y el rubateo dentro del ritmo, Aida era estelar, conformó lo que posiblemente haya sido el mejor cuarteto de Cuba, ella procedía de una iglesia, por eso fue una verdadera creadora dentro del tratamiento armónico que obedecía a las nuevas sonoridades de la música cubana e internacional.

Durante su permanencia en el Cuarteto D’Aida, Moraima viajó además a México, Argentina, Uruguay, Chile y Puerto Rico, se dice que ya entonces habían acompañado en la pista del cabaret Tropicana y otros espacios nocturnos, a renombradas figuras internacionales como Nat King Cole y Edith Piaf, quienes en la segunda mitad de los cincuenta visitaron y cantaron en Cuba.

Era un excelente momento en la carrera de las cuatro muchachas, pero surgieron desavenencias y en marzo se publicaba la noticia en la prensa y en su edición de abril de 1960, la revista Show también la comentaba, Moraima Secada renunciaba a continuar en el Cuarteto D’Aida, Indicando, que se había llegado a un acuerdo entre todas para terminar al finalizar el contrato del Hilton (hoy Habana Libre), pero Moraima dice que no desea continuar en la agrupación, Carmita Lastra, quien había integrado el Cuarteto de Facundo Rivero, estaba embarazada, pero se compromete a asumir el lugar de La Mora en Las D’Aida, inmediatamente, después del nacimiento de su bebé, entonces, se produce un breve impasse para el cuarteto, pero La Mora ya es una cantante en solitario, comenzaría haciéndose acompañar por los Hermanos Bravo en La Reve, un pequeño night club de la zona de Miramar, en las calles 5ta. y 84, pero esto sería por muy poco tiempo, pues tan sólo un mes más tarde, Moraima sería la voz femenina en otro cuarteto vocal.

Corría el año 1958 y un joven pianista villareño se ha mudado a La Habana, está de suerte porque consigue que la gorda Aida lo acepte como pianista acompañante ocasional de su ya famoso Cuarteto, sin saber aún lo mucho que bebería de aquella fuente incesante de talento, es obvio que la experiencia con el Cuarteto D’Aida enriquecería la visión de ese músico extraordinario que luego se hizo llamar Meme Solís, respecto a la construcción de armonías en formaciones vocales, con las que ya había comenzado a experimentar en su natal Santa Clara, no lo sé con certeza, pero es probable que, en su relación con Las D’Aida, Meme haya marcado la voz de La Mora para lo que tenía en mente, la creación de un cuarteto vocal, para ese momento, ya comenzaba la era de los cuartetos, que se aventuraba, sin desdeñar las influencias, a trascender el calco a The Platters y otros norteamericanos, el hoy archi famoso Cuarteto de Meme Solís debutaría en abril de 1960 en el Club 21, de N y 21 en el Vedado, tres voces masculinas, el propio Meme, Horacio Riquelme y Ernesto Marín y una voz femenina, la de Moraima Secada, quien continuaba así su carrera musical trascendiendo los ricos años de permanencia en el Cuarteto D’Aida, con el cuarteto se presenta Moraima en el mes de agosto en un escenario de mayor popularidad, el famoso Gato Tuerto, junto a Elena Burke, Frank Domínguez, Doris de la Torres y Enriqueta Almanza, llega 1961 y Meme Solís con Moraima y el resto del cuarteto son contratados para presentarse en elJohnny’s Dream y hasta allí lo sigue la legión de admiradores que ya respaldaba su excelente trabajo vocal, al finalizar el año y según los columnistas del espectáculo en los diferentes medios de la prensa escrita, el Cuarteto de Meme Solís es elegido como el mejor cuarteto mixto.

Volverán a presentarse en El Gato Tuerto durante los primeros tres meses del año 1962 y en diciembre cantarán en las descargas de los domingos en el Salón Rojo del Capri, que comenzaban desde las 2.00 pm, y por las que desfilarían Celeste Mendoza, Elena Burke, Luis García, Martha Strada, Los Bucaneros, José Antonio Méndez y muchos otros. Junto al cuarteto de Meme Solís, La Mora grabó al menos doce temas con acompañamiento orquestal, que fueron publicados fuera de Cuba en formato LP bajo el sello Sonidisc.

Su temperamento y la excelencia de su intepretación desbordaba la estructura del cuarteto y la vida la llevó al camino que ya pedía su carrera, en 1964 La Mora abandona el cuarteto de Meme Solís y debuta ya cantando en solitario en junio de ese año en el Salón Libertad, antiguo Casino del Hotel Nacional, acompañada del combo de Samuel Téllez y compartiendo cartel esa noche con Luis García, Voces Latinas y Bobby Leonard y su combo, su conocido tema Alivio, sería quizás su primer gran éxito en solitario, aunque después vendrían muchos otros. Poco tiempo después Meme reconocería: » Moraima tenía demasiada personalidad para el grupo, éramos un trío y una cantante ”.

De inmediato es reconocida como una de las voces más altas en la canción cubana de aquellos años, Moraima sería una de las figuras estelares que participan, por Cuba, en el Festival Internacional de la Canción de Varadero en 1970, el evento musical al que los medios concedieron los mayores y más relevantes espacios, dos años después, en mayo de 1972, La Mora realiza su primer recital en el Teatro Amadeo Roldán, con el respaldo de la Orquesta Cubana de Música Moderna, memorables fueron sus temperamentales interpretaciones junto al piano del maestro Samuel Téllez, uno de sus más frecuentes acompañantes en este instrumento.

La Mora transitó por los mejores y más importantes escenarios de Cuba, pero la época en que inició su carrera como solista fue quizás, la más desafortunada para los músicos cubanos en cuanto a su proyección más allá de la Isla, poca o ninguna confrontación internacional, limitada geográficamente al ámbito de los otrora países socialistas, escasa difusión y presencia nula en los mercados por donde siempre circuló la música cubana, como a muchos otros, esos años no favorecieron a La Mora, en contraposición con la profética popularidad lograda en su país, al igual que sus dos compañeras del Cuarteto D’Aida, aunque, quizás un tanto diferente a lo conquistado por sus compañeras de cuarteto D’Aida, Elena Burke y Omara Portuondo, no sólo fue cuestión de suerte, hubo algo más, de la vida misma, del modo de enfrentarla, de gozarla y de vivirla, más ciertas actitudes que no gustaron a los dirigentes de la época, en definitiva, y eso sin dudas, marcó también el derrotero profesional internacional de La Gran Mora.

Al cantar con un profundo desgarró del alma, algo que siempre se percibía en La Mora, siendo ya la solista que llegó a ser, era un aura trágica de la que, parecía, ella era consciente, y que a la vez, y por ello, se empeñaba en derrotar desde su voz a golpe de pura fiereza, no sé si siempre fue así, pero cuando alcancé a verla cantando delante de mi asombro, cuando se vistió de aquella angustia palpable que nunca derrotó su afinada concentración, a Moraima Secada le iba la vida en el estremecimiento de una simple estrofa, ya para entonces parecía convencida de que no habría alivio que rompiera la cadena de los sucesivos y endiablados desamores, La Mora no se parecía a nadie, no tenía un símil en la canción cubana, por donde han desfilado no pocas trágicas y temperamentales, ella era diferente en su tristeza agónica y fiereza, como diferente fue siempre el modo en que se valió de su canto, diáfano y desbordado, para extrovertir los más disímiles colores con que, desde su yo íntimo, dibujó su apasionado tránsito por la vida.

Moraima prefirió para su repertorio temas de profundo sentido conflictual y por ello, portadores de una gran carga emotiva, en él se destacan obras de autores filineros como César Portillo de la Luz (Nuestra canción), Andrés Hechevarría “Niño Rivera”(Mi realidad eres tú), el binomio Yañez y Gómez (Tu rostro), Jorge Mazón (Abstraídamente) y José Antonio Méndez (Ese sentimiento que se llama amor), entre otros, volvió a Meme Solís cuando grabó La verdad que te di y aceptó temas exitosos de Juan Arrondo (Ese que está allí y Llégame hasta el alma), e hizo suyas las canciones de Chany Chelacy, que narraban los avatares de sus propias vidas, es más que sabido, que nunca nadie cantará Perdóname conciencia (Piloto y Vera), como ella lo hizo, tampoco tendrá émulos su Alivio (Julio Cobo), a pesar que, en en el caso de esté tema, hay que tener muy en cuenta la versión hecha por otra inmensa, Martha Strada, que en realidad es quién estrena la genial canción, convertida también en su voz en un total éxito, su, Ese que está allí, ni su sentida versión de Me encontrarás (Tania Castellanos).

El sólo hecho de haber sido una de las voces elegidas por Aida Diestro para formar y estrenar su famoso Cuarteto, le bastaría a María Micaela Secada Ramos, para siempre Moraima Secada, para ser un nombre de culto en la música cubana, sin embargo, su presencia en otras formaciones de indiscutible protagonismo y trascendencia y luego, su memorable trabajo en solitario, la sitúan entre los insoslayables, de los cincuenta y cuatro años que alcanzó a vivir, cincuenta y uno estuvieron signados por la música, cifras que sólo admiten una reverencia, habrían sido mucho más, si las ganas de vivir no la hubieran abandonado, el 6 de octubre de 1976 un avión explotaba en pleno vuelo y caía incendiado en las aguas de Barbados, ahí viajaba, por un fatídico azar, Lázaro Serrano Mérida, sobrecargo de una de las tripulaciones que iban en esa aeronave, era además, compositor, su nombre artístico era Chany Chelacy, el hombre a quien Moraima amó en los últimos años de su vida y con quien, se dice, vivió sus mejores y más amorosos tiempos, ya nada sería igual para ella, ni siquiera ella misma, ni sus hijas Clara y Nildé consiguieron devolverle la alegría.

Años después, las tres joyas descubiertas por Aida Diestro, rememoran sus tiempos de las D’Aida y entre 1979 y 1983 actuan juntas en varios espectáculos en Cuba, asimismo, viajan también a México donde se presentan con éxito. En 1984, graban la culminación del reencuentro, el antológico tema Amigas, de Alberto Vera, del que queda constancia fílmica en un posterior documental, sería, quizás, una de las últimas imágenes de Moraima, donde ya se percibía su tristeza inocultable, los comprensibles caminos de evasión que halló para conjurar la angustia cedieron ante la desesperanza, y se aproximó el FINAL…..

¡ La Mora, para tristeza de todos, moriría en La Habana, a consecuencia de una enfermedad hepática irreversible, la víspera del último día del año 1984 !

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