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Acera del Louvre, singular protagonista de la historia de Cuba. En el Paseo del

Acera del Louvre, singular protagonista de la historia de Cuba.
En el Paseo del Prado, desde la calle San Rafael hasta Neptuno, La Habana Vieja acoge a la Acera del Louvre donde la historia se funde con un café, un emblemático hotel y escenas de ansias de libertad e de independencia.
Un viaje al pasado nos conecta con sucesos, personajes ilustres, con un pretérito que hoy resurge para desafiar el olvido.
A principios de la segunda mitad del siglo XIX el café “Escauriza” gozaba de popularidad y recibía a gran parte de la juventud criolla habanera. Ubicado en el Paseo del Prado, otrora “Alameda de Isabel II” y frente al Parque Central, cambió de nombre al ser comprado por Don Joaquín Payret en 1863.
Se convirtió entonces en el “Café Le Louvre”. Sin embargo, poco tiempo después comenzó a conocérsele como “El Louvre”, por razones lingüísticas obvias, y se transformó en una glamorosa instalación cuyo título fue adoptado por la histórica acera conocida hasta hoy como Acera del Louvre.
Cuentan que el café fue escenario de encuentros de muchos jóvenes con ideas separatistas e independentistas y no son pocas las historias que se comentaron al respecto.
Don Joaquín Payret vendió El Louvre en el año 1875 para construir el teatro al que también puso su apellido. Quedó ubicado en una esquina diagonal al café, justo en la intersección de San José y Prado, abriéndose las puertas del teatro Payret en 1877.
Para el año 1875 se inauguró, en la esquina de Prado y San Rafael, próximo al teatro Tacón, el lujoso Hotel Inglaterra el cual despuntaba como el mejor de su época y hospedaba a destacadas personalidades de Cuba y el mundo.
Los jóvenes que frecuentaban el café El Louvre, hacían de este el espacio idóneo para sus encuentros independentistas, destacándose las tertulias patrióticas que allí se suscitaban.
Las ideas separatistas de la juventud criolla fluían y cobraban vida en incidentes con las autoridades españolas. Ejemplo de ello fue la conocida batalla del ponche de leche donde, ante la prohibición de efectuar bailes en el café, los jóvenes lanzaron sus ponches de leche sobre los uniformes de los colonialistas.
Es conocido el enfrentamiento entre españoles y criollos sucedido en 1866 cuando unos comerciantes de la península ofendieron la memoria del destacado científico cubano Ramón Zambrana, al devolver las papeletas para una función de beneficio en favor de su viuda, a desarrollarse en el teatro Tacón.
A ello se le sumó la preparación que muchos jóvenes recibieron en un gimnasio cercano al café El Louvre, pagado por Domingo del Monte, representante de la burguesía criolla.
En esa sociedad deportiva, la ejercitación de sus músculos, la práctica de tiros y el manejo de espadas y sables, constituyeron el adiestramiento necesario para su posterior incorporación a la manigua con el inicio de la guerra de independencia en 1868.
En honor a los que murieron en esa guerra y se reunían en el café El Louvre, se develó en el año 1927 una tarja esculpida en bronce con cuarenta nombres de “los muchachos de la Acera del Louvre” caídos en la contienda.
También fue el escenario donde el capitán español Nicolás Estévanez rompió indignado su espada al escuchar los disparos del injusto fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina por orden del gobierno de la colonia, el 27 de noviembre de 1871.
Fue en ese instante cuando pronunció una frase que trascendió a más de un siglo de historia:

“Por encima de la patria España, estaba la unidad y la justicia.”

Nicolás Estévanez, también dejó plasmado en unas notas testimoniales su dolor ante tan cruel asesinato:

“Perdí la serenidad al conocer los acontecimientos. Dos camareros me cogieron por el brazo y me escondieron en un patiecito.”

En su honor, una tarja ocupa una de las columnas del Hotel Inglaterra, desde el año 1937. Quienes transitan por allí, pueden leer:

“En esta Acera del Louvre, siendo capitán del Ejército Español, dio ejemplo excepcional de dignidad, valor y civismo (…) Abandonó la isla, renunció a su carrera, se negó a reingresar en la milicia; fue en tiempos de la Primera República Española, diputado y ministro de la guerra; y jamás se arrepintió de aquella nobilísima actitud…”

En 1879, el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, en un encuentro organizado por el Partido Liberal pronuncia en los altos del café El Louvre su conocido discurso “Honrar honra”, en homenaje al periodista Adolfo Márquez Sterling, que a su vez fue un pretexto para expresarse contra el autonomismo.
Además de José Martí, otros nombres se vinculan a la historia de ese lugar. Entre ellos resalta el Mayor General Antonio Maceo y Grajales, conocido como el “Titán de Bronce”, quien en el año 1980 y por un período de aproximadamente seis meses se hospedó en el hotel Inglaterra.
Maceo, durante su estancia en el emblemático hotel, contactó con los generales Aguirre y Sanguily y conoció a los muchachos que frecuentaban esa acera, muchos de los cuales se alistaron entre las filas del mambisado que defendía la soberanía de la Mayor de las Antillas durante la llamada Guerra Necesaria, a partir de 1895.
En diciembre del año 1890, el entonces corresponsal del Daily Graphic Sir Winston Churchill, eligió al Hotel Inglaterra para hospedarse y relató el uso del machete por los mambises como arma nacional.
Se comenta, además, que el “Caballero de París”, personaje popular que deambulaba por las calles de La Habana, trabajó como sirviente en los hoteles Inglaterra, Telégrafo y Sevilla y que es en la Acera del Louvre que se le comienza a llamar “caballero”.
Otras personalidades se hospedaron en el Hotel Inglaterra en diferentes momentos de su historia, entre ellos, el poeta cubano Julián del Casal y los internacionales Gabriela Mistral y Rubén Darío; la cantante francesa Sara Bernhart y el famoso actor y cantante mexicano Jorge Negrete.
Disímiles personalidades del mundo del arte, la cultura, las ciencias y el deporte de Cuba y el mundo han paseado por esa emblemática acera de La Habana Vieja. Algunos se han hospedado en el hotel Inglaterra, han degustado de un café y se han deleitado con el singular Parque Central donde se levanta majestuosamente una estatua de José Martí, apóstol de la independencia de la Perla de las Antillas.
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